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 domingo, 08 de agosto de 2004

"No fui", dice el nene señalado por conducir 20 kilómetros en una ruta
Hiperactivo, despierto, divertido, L. expresa también los síntomas de una familia quebrantada y pobre. Sustravesuras jaquean a sus seres cercanos, que lo quieren y sufren con él. La Justicia cedió la guarda a una tía

Silvia Carafa / La Capital

Rufino.- Un profesional lo definió como un diamante en bruto, con una capacidad que supera a su entorno familiar. Quienes lo conocen le atribuyen una hiperactividad difícil de controlar. Pero todos parecen querer recuperarlo. El nene de 9 años que fue señalado como el precoz conductor de una Renault Kangoo que encontró estacionada, que viajó 20 kilómetros por una transitada ruta nacional y de madrugada, habló con su mamá y le dijo: "Yo no fui". Mientras aguarda la decisión de la Justicia, que tramita una medida tutelar, L. permanece bajo la guarda de una tía paterna.

El martes pasado La Capital divulgó una historia asentada en un acta policial de la comisaría de Rufino. Destacaba que un nene de 9 años había entrado en una Kangoo, en esa ciudad, y manejado por la ruta nacional 33 hasta proximidades de Amenábar, donde mordió la banquina, se cruzó de mano y terminó con los neumáticos destrozados al costado de la calzada. Más allá del documento de la seccional, según fuentes judiciales todavía no está demostrado que el conductor fue el chico.

Vivaz, robusto y de sonrisa constante, el nene apareció espontáneamente mientras La Capital hablaba en la calle con Carlos, el esposo de la tía que ahora tiene su guarda. El hombre se quejó de la repercusión pública del caso, dijo que cumplirá el rol que le asignó el juez lo mejor posible y auguró sorpresas para cuando se sepa la verdad de lo ocurrido aquella noche.


La energía de un chico
"Soy de River y me gusta Cavenaghi", le dijo el nene a este diario, que respetó el pedido familiar de no hablar con él acerca del incidente que motivó la apertura de dos causas en el Juzgado de Menores de Venado Tuerto. Mientras jugaba con su hermana y sus primos, L. también dejó muy claro que le gusta la cumbia. En medio del movimiento general de la escena, no pasa desapercibido un trasfondo de infancia dura y callejera. Y las enormes dificultades materiales y simbólicas de su familia, sumergida en la pobreza, para controlar las travesuras de un nene que parece tan tierno como rebosante de energía.

Durante la charla con Carlos, el nene abrazó varias veces a su madre, que había llegado al lugar con la hermanita, una nena de doce años muy despierta, dispuesta a dar los detalles que a la mamá se le olvidaban a la hora de relatar sus peripecias. Está separada desde hace años del padre de sus tres hijos. Formó una nueva pareja pero la relación terminó días atrás, según dice, por problemas que ocasiona la conducta del chico.

Stella Maris demuestra con lágrimas un estado que combina la angustia, la culpa y el miedo. La conmoción que causó la noticia de que su hijo habría sacado y conducido el vehículo la sobrepasó tanto como la forma de ser de L., a quien le resulta agobiante controlar. Un rato antes, en el patio de una construcción humilde, la mujer había dado cuenta de la soledad en la que se encuentra y del miedo a ir presa.

"Hablé con el nene. Me dice que no fue. Además él no tenía la ropa que dicen las dos testigos que llevaba puesta y esa noche estuvo acá", dijo Stella Maris, que tiene 30 años y, ahora, ningún sustento para sobrevivir. También descartó que el chico hubiera consumido alguna sustancia o alcohol y aseguró que nunca robó. "No sé qué hacer, me siento mal, no tengo palabras. La gente dice miles de cosas y hay que aclarar la verdad", murmuró. Preocupada, cuenta que el nene tiene amigos de 16 años que se juntan en la plaza. Y que eso no le agrada.

Según la mamá, L. es un chico muy inteligente. Ahora necesita atención clínica y tomar medicamentos. "Si, él me abraza y me besa, pero se escapaba siempre", recordó la mujer entre lágrimas que interrumpían el diálogo. Ahora la secuencia de los hechos la abruma más allá de lo que parece poder resolver. Recuerda que un tiempo atrás acudió a la Justicia local en busca de ayuda para controlar a L.

"Nadie me ayudó, me siento impotente, no puedo con él", exclama la mamá. Cuenta que una vez la policía encontró al nene durmiendo en la calle y que al regresarlo a la casa le advirtió que lo cuidara porque iba a terminar mal. Los relatos de Stella Maris se entrecruzan en el tiempo y pierden de vista el movimiento que hizo la familia en las últimas semanas. Hasta hace poco vivía en la vecina localidad de Amenábar, pero ahora su pareja decidió poner fin a una relación de cinco años, por lo que volvió a Rufino.


Por los techos, por la plaza
La ex pareja de Stella se llama Ruperto. Vive en Amenábar, donde lo contactó La Capital. "La traje acá a ella con sus hijos para formar una familia. Pero el nene siempre se escapaba, a pesar de que a mi me hacía caso", cuenta Ruperto, en la puerta de una vivienda humilde y prolija. "Soy un trabajador y no quiero tener problemas con la policía, un día vinieron y revisaron mí casa buscando el chico", comentó.

Haydeé, la hermana de Ruperto, también vive en Amenábar. Recordó que el nene tiene una actividad imparable. "Acá andaba por los techos, se escapaba de la escuela, las maestras tenían que correrlo por la plaza, porque en horas de clase estaba bajo su responsabilidad", relató.

¿Manejaba? "Que yo sepa no, aunque dicen que una vez hizo arrancar una camioneta", acotó Haydeé, frente a la pregunta elemental: cómo hizo L., como señalan los testigos, para conducir 20 kilómetros por la ruta 33 a las tres de la mañana.

El presidente comunal de Amenábar, Juan Carlos Giannini, aseguró que le cuesta creer que una criatura hubiera manejado de noche la Kangoo por la ruta.

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El viernes L, encontró a su mamá en Amenábar, a 20 kilómetros de Rufino.

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