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 domingo, 08 de agosto de 2004

Atenas 2004: La selección de Bielsa quedó encantada con la Villa Olímpica

Había tiempo para cruzar el canal de Corinto. Para desandar los 220 kilómetros hasta el puerto mayor del Peloponeso. Para armar el campamento allá, junto a las aguas jónicas, en donde el túnel del tiempo recupera historias dominadas por turcos, bizantinos y venecianos. "No, está bien, hay tiempo para ir a Patras", dijo en la intimidad un entusiasmado Marcelo Bielsa, quien más de una vez se encargó de subrayar el espíritu amateur de los superprofesionales jugadores de la selección. Y entonces el sueño futbolero del oro olímpico, que tenía programado viajar ayer, postergó para hoy la partida de Atenas.

Y no fue precisamente porque la elegancia de las luces de Omonia, en el centro de la ciudad, haya cautivado al grupo. Tampoco por la majestuosidad del Partenón, que alumbrado en el atardecer, parece empecinado en instalar emociones. Nada de eso tuvo que ver con la determinación de quedarse. Ni la lluvia que hacía cinco meses que no aparecía y que recibió al grupo el jueves. Ni la estoica humedad.

La selección prolongó la estadía porque le encantó la Villa Olímpica. "No sabés cómo están... Ayala, con toda la trayectoria que tiene, parece un nene. Saviola lo mismo. Van a comer y se sirven ellos mismos. Agarran la bandeja, eligen dentro del menú que es igual para todos los deportistas y se sientan a la mesa. Y a lo mejor tienen ahí un atleta de Malí y no lo pueden creer", contó un miembro de la delegación.

"Tevez anda con los ojos bien abiertos, mirando todo. Después, bueno, algunos como D'Alessandro y Saviola son observados con admiración y tienen que firmar autógrafos para otros deportistas. Pero están felices. Si fuera por ellos, se quedarían todos los Juegos aquí en la Villa", confesó otro hombre cercano a Bielsa, como para darle la razón a aquella máxima helénica que sostiene que el ambiente en que se mueve una persona la mayor parte del día determina su carácter.

Los integrantes de la selección, en Patras, se alojarán en el hotel Porto Río, un cinco estrellas pariente de todos aquellos hoteles en los que suele parar el equipo nacional. Aquí, en cambio, el grupo vivió como todas las otras delegaciones. En departamentos de cuatro dormitorios con dos camas cada uno, sin TV ni frigobar. Afuera hay de todo, hasta salas de juego. Porque se trata de despertar el sentido comunitario. Lo contrario, en la Villa Olímpica, no tiene espacio.

"Igual, si ganamos el grupo, volvemos a la Villa", se dijo en la selección, que ayer se entrenó por la tarde a puertas cerradas en el estadio Apolo, a unos 20 minutos del lugar que ha cobijado al seleccionado desde que pisó suelo ateniense. A tal punto les gustó la experiencia a los jugadores y al cuerpo técnico que anoche cenaron junto con los demás atletas argentinos.

Sobre la formación para el miércoles a las 15 (hora argentina), ante Serbia y Montenegro, sólo se mantiene la incógnita en torno a la fatiga muscular de D'Alessandro. Si juega, lo hará por uno de los punteros. Si no, el equipo será el que plantó Bielsa en los ensayos de Ezeiza.

Mientras tanto, el técnico ya disfrutó de la Villa Olímpica. Hasta se tomó un rato para hojear diarios italianos y españoles. Al salir del pequeño local, saludó estrechando la mano y siguió su camino. Quizás sea cierto que el silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría. Si lo dijo Pitágoras...

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Marcelo Bielsa camina por la Villa Olímpica con sus inseparables anotaciones.

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