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 sábado, 03 de julio de 2004

El actor, que ganó dos premios Oscar, falleció en un hospital de Los Angeles y tendrá un funeral privado
Hollywood dice adiós a una leyenda: murió Marlon Brando a los 80 años
"Un tranvía llamado deseo", "El salvaje", "El padrino" y "Ultimo tango en París" son sus filmes más recordados

Fernando Toloza / La Capital

Marlon Brando murió el jueves pasado en un hospital de Los Angeles, Estados Unidos, a los 80 años, según informó ayer su abogado, quien no confirmó la causa del deceso; reserva impuesta, al parecer, por deseo del intérprete de mantener su privacidad hasta último momento.

Considerado por muchos de sus colegas como el mayor actor de Estados Unidos, se formó con el método teatral de Lee Strasberg, frío y detallista, y protagonizó una serie de memorables películas en los 50 que lo fijaron como un ícono del séptimo arte. Su vida extravagante y la década estética sin rumbo de los sesenta parecían haber acabado con su carrera hasta que en los setenta un trío de películas, entre ellas "El padrino", le devolvieron el cetro de mito más allá del tiempo, de salvaje intocable ante quien Hollywood se rendía de forma incondicional.

Brando había nacido en Nebraska, en 1924, en una familia complicada, según sus propias palabras. La forma en que recordaba a su padre era lapidaria: "Su sangre consistía en cantidades gigantescas de alcohol, testosterona, adrenalina y bronca". De su madre, heredó el gusto por el teatro, y fue ella quien lo animó a que siga la nueva corriente representada por Lee Strasberg en Nueva York.

Esa familia en la que convivían dos realidades enfrentadas fue, para sus biógrafos, parte de la explicación de las relaciones tormentosas del actor con sus esposas: Movita, Anna Kasfhi y Tarita, además de sus amantes, que siguieron persiguiéndolo hasta sus últimos años, como lo probó una demanda por 100 millones de dólares de una joven mexicana con quien Brando habría tenido tres hijos. Pero el drama no se limitó a sus cónyuges sino que se extendió, como en una tragedia griega, a sus hijos: uno de ellos mató al novio de su hermana, y ésta años después se suicidó, en 1995, en la isla de Tahití que Brando había comprado tras el rodaje de "Motín a bordo" (1962). Aunque no sólo su historia familiar sería causante de tanto drama. "El éxito y el dinero también me han dado una vida miserable", dijo alguna vez el actor.

Considerado uno de los cien actores más sexies de todos los tiempos por diferentes revistas del mundo del espectáculo, la fama de galán de Brando se inició con su papel de Stanley Kowalski en "Un tranvía llamado deseo" (1951), la obra de teatro de Tennessee Williams llevada a la pantalla grande por Elia Kazan, también director de la puesta teatral. El Kowalski de Brando fijó un tipo clásico del cine: el rebelde de suburbio, impredecible y complejo. El perfil se reforzó, y ya nunca lo abandonó, con la película "El salvaje" (1953). Brando vestía campera de cuero negra, conducía una motocicleta y se burlaba de la ley. Era el nacimiento de una época, de una cultura diferente.

Brando volvió a filmar con Kazan. Juntos hicieron "Nido de ratas" (1954), por cuyo rol como un trabajador acosado el actor ganó su primer Oscar. Pero en su corazón "El salvaje" seguía siendo el filme con el que le gustaba definirse: "Ninguna película tenía tanto que ver conmigo como «El salvaje». El personaje mostraba que nadie tenía qué decirle que debía hacer. Y eso es, justamente, lo que yo sentí toda mi vida".

Los sesenta fueron años de pesadilla, en términos de carrera. El ocaso de Brando había sido anunciado ya fines de los 50, cuando el escritor Truman Capote publicó su texto de un encuentro con Brando en Japón: "El duque en su dominio". El artículo, una especie de entrevista escrita según la moda del nuevo periodismo, estaba lleno de observaciones maliciosas, y por momentos más que un retrato de Brando era un retrato del propio Capote y de sus ansias glamorosas.

La crítica Pauline Kael definió con certeza el momento de Brando en los sesenta, en un artículo meridiano titulado "Marlon Brando: un héroe americano" escrito en marzo de 1966. Lo describía como una suerte de nuevo primitivo que, pasada la década del cincuenta, había comenzado a ser una caricatura de sí mismo, un proceso que, según Kael, cada día era más frecuente en Hollywood y del cual Brando se había transformado en el paradigma. Su reputación estaba tan cuestionada que para actuar en "El padrino", de Francis Ford Coppola, tuvo que pasar por un casting.

Con "El padrino" comenzó a recuperar su reputación, que obtuvo otra ayuda de "Ultimo tango en París", la película de Bernardo Bertolucci que calentó el mundo del cine por su supuesto erotismo, y que estuvo prohibida en la Argentina. Años después llegaría un pequeño papel que lo fijaría para siempre en la historia de la pantalla: el coronel rebelde Kurtz en "Apocalypse Now" diciendo que el mundo no terminaría con un estallido sino con un sollozo, y perdido en la lujuria de la selva vietnamita.

Por "El padrino" Brando ganó su segundo Oscar. Envío a retirarlo a una actriz vestida de india como protesta por la política estadounidense contra los indios. Fue un desafío, un desaire, pero a la par le pidió a la Academia que le reponga el Oscar que había ganado por "Nido de ratas" y que había perdido. Un gesto que define su compleja figura mejor que cualquier reseña.

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Brando como el poderoso padrino Vito Corleone.

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