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 sábado, 03 de julio de 2004

Asociación Cristiana de Jóvenes

Me he enterado por los medios de comunicación de la quiebra y la clausura de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Así también de la asamblea de empleados expresando y acusando a los miembros de distintas comisiones directivas de los últimos 15 años de haber realizado esto con propósito de hacer negocios con los terrenos de calle Catamarca y Entre Ríos. He tenido la suerte de ser asociado y compartir varios años, muchos mediodías jugando a la paleta con directivos. Por aquellas cosas de la vida, estoy alejado de ellos, pero sé de sus esfuerzos, tiempo, conocimiento y muchas veces dinero que han aportado para resolver situaciones de emergencia y varias de ellas para el pago de sueldos, sin ninguna otra intención que la continuidad de la vida de ese lugar. Me imagino del dolor que deben tener de que los hagan ser sospechosos de querer lucrar con su querido club. Tal vez, no han logrado todo lo que han querido para su Asociación, pero nadie tiene el derecho de acusarlos, absolutamente de nada. No pertenecí nunca a ninguna de las comisiones, ya que no pertenezco a la religión cristiana, pero eso no fue motivo de que conociera los inconvenientes de diversos tipos que quitaban el sueño a muchos de ellos, y los esfuerzos y discusiones que tenían para encontrarle la vuelta para poder seguir adelante con la institución. Tienen todos ellos -que saben que los conozco y no los quiero nombrar, ya que son muchos- que saber de mi solidaridad por la injusticia de ser rozados por un rumor o acusación de faltar a la moral y a la ética de buenas personas. Ojalá que la doctora Graciela Abraham, jueza de la causa, a quien también tuve la suerte de conocer en nuestra juventud y por lo tanto en su iniciación profesional, junto con los asociados, directivos, empleados y demás, encuentre la alternativa para que continúe la vida de esa institución que tanta falta hace a nuestra sociedad.

José German



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