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 domingo, 23 de mayo de 2004

Desaparecidos. Cómo funcionó el CCD de la Fábrica Domingo Matheu
Una historia oculta de la dictadura militar
Dos ex presos políticos señalan a Rubén Fariña como responsable de un centro clandestino de detención

Osvaldo Aguirre / La Capital

La investigación de la Justicia federal en torno a la represión en Rosario supone una oportunidad para descubrir una historia secreta de la dictadura: el centro clandestino de detención que funcionó en la Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu. Dos sobrevivientes, que identificaron a varios de los militares que hoy tienen pedido de captura, coincidieron en señalar que la máxima autoridad de ese centro fue el teniente coronel Rubén Fariña, quien se identificaba con el nombre de guerra de Sebastián y asimismo decidía sobre la vida y la muerte de los prisioneros.

Ramón Verón, hoy de 47 años, y Juan Rivero, de 63, son denunciantes en la causa que está a cargo del juez federal Omar Digerónimo. Ambos fueron detenidos por personal del Ejército que vestía de civil el 12 de mayo de 1978, en distintos puntos de la ciudad (Rivero en su casa de barrio Plata, Verón en el bajo Saladillo) para ser llevados al centro clandestino de la Fábrica Militar de Armas.

Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), el centro clandestino funcionó en un sector de la Fábrica Militar ubicado sobre el llamado Paredón Sur y estuvo administrado por personal jerárquico del Segundo Cuerpo de Ejército y la patota del Destacamento 121 que había actuado en el centro clandestino La Quinta de Funes.

Los detenidos eran ingresados en vehículos por una puerta que fue construida a fines de 1976. El centro clandestino constaba al menos de tres habitaciones: la sala de tortura, una cocina -donde los presos permanecían esposados y vendados al ingresar, a la espera de los interrogatorios- y una vieja caballeriza de cinco metros por seis -lugar de reunión de los prisioneros.

En la cocina, dice Ramón Verón, "tenían una radio de comunicación, que estaba siempre a todo volumen. A través de ella nos enterábamos en qué casa estaban allanando, a quién le pisaban los talones".

Juan Rivero era delegado de la metalúrgica Matrifor. Los represores buscaban a su hermano, pero como no lo encontraron optaron por llevárselo. "Llegué vendado y fui torturado el primer día. Me ataron con cables y me pusieron algodón en la boca. Después estuve tirado en el suelo, colgado de las argollas de la caballeriza, hasta que varios días después pude recuperar el sentido".

-¿Recuerda quiénes eran los torturadores?

-Sí. El primero que me torturó fue (Ernesto) Constanzo, el Tucu. Y después Eduardo Rebecchi, que en esa época se hacía llamar Rébora. Fue el que me torturó la última vez, que quedé mal, porque estuve varios días inconsciente. Lo único que recuerdo es que sentía unas voces que se arrimaban y que se alejaban. Yo estaba en el mismo lugar, era que recuperaba el sentido y lo perdía. Había otros (represores) que no sé quiénes eran.

"El funcionamiento de la Fábrica de Armas como centro clandestino era precario -explica por su parte Ramón Verón-. Por esa época habían levantado la Quinta de Funes. La misma gente que operaba en ese lugar estaba en la Fábrica. Ellos mismos decían que estaban en malas condiciones, que no tenían juegos de esposas para sujetarnos en forma individual".

Verón trabajaba en el frigorífico Swift y fue detenido junto con su compañera, Hilda Cardozo, una docente salteña de 26 años que fue vista más tarde en la Escuela de Mecánica de la Armada y permanece desaparecida (ver aparte).

Todavía se ignora la fecha en que comenzó a funcionar el centro clandestino y la cantidad de personas que pasaron por el lugar. "Salían permanentemente a buscar gente. El que mandaba era Sebastián, al que después se identificó como Rubén Fariña", recuerda Verón.

"Fariña estuvo un tiempo largo en el centro. Charló con nosotros. «A mí me toca evaluarlos para saber qué va a pasar con ustedes», nos decía", confirma Rivero, quien también dice que oyó nombrar entre los represores al teniente Daniel, como se hacía llamar Juan Amelong.

El centro clandestino habría quedado desactivado el 7 de julio de 1978, cuando una parte de los prisioneros fueron conducidos al Batallón de Comunicaciones 121 del Ejército mientras otros desaparecieron. "Pese a las detenciones y a la investigación seguimos sin saber qué pasó con ellos", advirtió Verón.

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