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 miércoles, 21 de abril de 2004

Dos secuestros fugaces en la misma zona y con las víctimas equivocadas
Un alumno de 17 años dijo que lo subieron a un auto, lo pasearon y lo liberaron. Y una educadora sostuvo lo mismo. Ambos afirman que los captores buscaban a otras víctimas. Y que no pudieron identificarlos

Dos presuntos casos de secuestros extorsivos que naufragaron al parecer porque las bandas que los cometieron "erraron de objetivo" fueron denunciados en un mismo día y con escasas horas de diferencia. Los dos episodios sucedieron en la zona sur sin que los autores pudieran ser identificados por los cautivos. Fuentes policiales consultadas por La Capital descartaron que los hechos tengan relación entre sí y mucho más que pudieran considerarse como el arribo de una modalidad delictiva con muy pocos antecedentes en Santa Fe. Por el contrario, la policía destacó que existen "puntos oscuros" en los testimonios de las víctimas.

No obstante, los dos casos fueron denunciados oficialmente ante la policía. Cronológicamente, el primer caso tuvo como protagonista a Matías Tomei, estudiante secundario de 17 años, quien vive en la zona sur de la ciudad, cerca del club Tiro Suizo. El chico había salido el lunes bien temprano para ir a trabajar al taller de pintura para autos de su papá. Avanzaba tranquilamente hasta Corrientes y Lamadrid.

"Iba caminando distraído y de golpe aprecieron dos tipos que tomaron de atrás y me cubrieron la cabeza con la gorra de lana que tenía puesta", contó a La Capital. Afirmó que no pudo ver nada concreto de sus captores. Encapuchado, lo metieron en la parte trasera de un auto "gris y sin patente" y así salieron raudamente.

Matías viajó todo el tiempo con la cabeza agachada. "No se por dónde, pero viajamos un montón", sostuvo el muchacho. Durante el trayecto, los supuestos secuestradores -aseguró- lo interrogaron sobre su situación familiar. Le preguntaron número de teléfono, a qué se dedicaban sus padres y detalles de su vida. "Les dije que no teníamos dinero, mi papá es pintor de autos, pero no me creyeron. Uno de ellos les decía a los otros que me mataran, mientras que otro decía no, vamos a hacerlo durar", añadió Matías.

El viaje en auto duró varios minutos, según Matías. "Había momentos que andábamos como en un camino de tierra. De golpe paramos y me hicieron bajar", acotó el muchacho. Remarcó que no recuerda nada porque directamente no pudo ver nada. "Me metieron en un lugar, no sé dónde y ahí me dejaron hasta que decidieron soltarme", concluyó el chico, quien exhibe una herida cortante en el labio producto de los golpes que recibió.

Después, de acuerdo a su versión, lo reingresaron al auto y lo liberaron sobre el fin de calle Pineda, en la zona sur. Sandra Fernández, la mamá de Matías, defendió a su hijo. "Parece que la policía duda de nosotros. Nos enteramos al mediodía que mi hijo no había ido a trabajar. Enseguida hicimos la denuncia por averiguación de paradero. Estuvimos en la 21ª , en la sub 20ª y hasta en el Heca", sostuvo la mujer. Recién cerca de las 20 Matías apareció sano y salvo por su casa.


No mucho después, no muy lejos
El otro episodio se produjo cuando faltaban cinco minutos para las tres de la tarde en Alvear y Gutiérrez, también en la zona sur, y tuvo ribetes curiosos. Según declaraciones de la propia víctima, los captores se dieron cuenta sobre la marcha de que se habían equivocado de persona y comenzaron a pelear entre ellos para finalmente liberarla.

Ayer a la tarde, Adriana Celina Coletti, una docente de 45 años que trabaja en el Programa de Alfabetización con Capacitación Laboral para Adultos de la provincia, todavía estaba aturdida y tenía alguna dificultad para hilvanar el relato. Recordó que a esa hora se dirigía al club Alianza de Uriburu y Oroño a dictar clases. Y al llegar a esa esquina, luego de quedarse dormida y pasarse un par de cuadras en un colectivo de la línea 112, la mujer se topó con un desconocido.

"Había un hombre apoyado en un Renault 12 viejo de color blanco o beige y, cuando pasé, me encañonó con un arma en la espalda. «Todo depende de vos, subí al auto» ", explicó Adriana que le dijeron.

Asegura que la obligaron a ubicarse atrás y a colocar "la cabeza entre las piernas" para no distinguir a sus captores. A pesar de la incómoda posición, pudo darse cuenta de que en el vehículo había otras dos personas. "Uno de los tipos que iba adelante me puso un revólver en la cabeza y me dio una pastilla. Después me tapó la boca y la nariz, y me dijo que la retuviera debajo de la lengua. Pero como no podía respirar decidí tragármela", recordó Adriana en forma pausada.

A partir de este momento, comenzó una discusión entre los secuestradores cuando se dieron cuenta de que estaban frente a la persona equivocada. "Boludo, no ves que esta no es la mujer. Es rubia, pero más grandota", le dijo uno de los ocupantes del Renault a su socio.

El cabildeo entre los captores continuó mientras el auto atravesaba vías y calles de tierra. "Después de un rato, los tipos decidieron qué iban a hacer conmigo. Me hicieron bajar en una esquina. Antes me dijeron que si me daba vuelta me tiraría".

Desconcertada, Adriana comenzó a caminar sin saber con exactitud dónde estaba. Levantó la vista y se percató de que estaba en la calle Uriburu cerca de la escuela donde trabaja. Después, la dueña de una casa de repuestos ubicada en Italia e Uriburu la ayudó cuando ya caminaba con sus piernas temblorosas por el "efecto" del medicamento que los captores la obligaron a ingerir. De allí la llevaron al Hospital Roque Sáenz Peña, donde los médicos le aplicaron una inyección y le realizaron dos electroencefalogramas porque "no coordinaba bien". Luego hizo la denuncia en la seccional 21ª.

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Matías asegura que le lastimaron la encía de un puñetazo.

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