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viernes,
30 de
noviembre de
2007 |
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Charlas en el Café del Bajo
—El crimen del dirigente camionero Abel Beroiz, un hombre muy allegado a Moyano, es un hecho gravísimo para la vida institucional del país. No ha sido un robo seguido de muerte, como suele clasificarse policial y judicialmente a algunos crímenes en los que el robo es la acción primaria y el asesinato una consecuencia, sino que ha sido lisa y llanamente un crimen. Fueron directamente a matarlo. El hecho de que la propia víctima haya alcanzado a decir que no conocía a sus atacantes, confirma la sospecha de que fue un crimen por encargo. ¿Una vendetta, un aviso, o un sacarse de encima a un personaje molesto? ¡Quién sabe! Lo que sí se sabe es que el hecho muestra a un estado de gravedad social muy preocupante y son pocos los que prestan atención a este cuadro.
—De hecho, el único medio que ha dado trascendencia debida a este episodio ha sido LA CAPITAL, porque sorprendentemente los medios porteños no se han hecho eco, en mi opinión, como debieran. Vaya a saber uno porqué.
—Beroiz llevaba colgado en su cuerpo, al menos, 400 gramos de oro entre anillos, reloj y cadena. Nada de esto fue tocado. Tampoco parece que les hubiera importado a los atacantes revisar si el sindicalista portaba dinero. No lo revisaron. Y tampoco parece que estaban avisados de que, efectivamente, el hombre circulaba con una importante suma de dinero, alrededor de 20.000 pesos, sólo que en ese momento no la tenía encima. Si hubieran querido el dinero, hubieran revisado hasta las gomas del automóvil. No lo hicieron.
—El destino era matarlo. ¿Se podrá dilucidar?
—No lo sé. La investigación está en manos de un buen juez, el doctor Osvaldo Barbero, por quien tengo un gran respeto. Sin ánimo de lisonjas, ni de olvidarme de otros buenos magistrados de instrucción, creo que es uno de los mejores. Un hombre prudente. Pero el problema que se presenta aquí, como decíamos ayer, son los medios para investigar. Por lo que sé, la investigación policial está en inmejorables manos, pero hay que ser sinceros y decirlo una vez más: el gabinete criminalístico de la policía de Santa Fe funciona a kerosene desde hace muchísimos años. Y además insisto con lo de ayer: No tienen ni hojas para redactar una denuncia, los uniformes se los tienen que comprar ellos y hasta me atrevo a decir que algunas balas están húmedas y algunas pistolas se traban al disparar.
—¡Ah Cuenca! Lo que le espera.
—Pero supongo que dentro de su comitiva tendrá personas en actividad y además conocedoras que estarán asesorándolo debidamente, y que sabrá despojarse de los que venden humo y se parecen más al mago Copperfield que a un policía. Pero bue..., ese es otro tema. No sé si se podrá esclarecer este crimen. Hasta donde sé, por ahora hay una gran desorientación, pero sí puedo decirle que si en el término de unos días no se llega a la verdad, queda abierta una puerta para que en el país y en la provincia suceda cualquier cosa.
Candi II
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