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domingo,
04 de
noviembre de
2007 |
Traslasierra: huellas religiosas
Un circuito de turismo religioso sigue en el Valle de Traslasierra, en el oeste de Córdoba, las hazañas pastorales de José Gabriel del Rosario Brochero, el cura cuya vida recoge el libro “Tras los pasos del cura Brochero, Una Guía para Viajeros”. La labor de catequesis del llamado “apóstol de Traslasierra”, que nació en 1840 y murió en 1914, afectado de lepra, lo llevó a abrir caminos y rutas ferroviarias, a levantar templos y un colegio para niñas, y a construir hace 130 años en la localidad de El Tránsito la Casa de Ejercicios Espirituales, su obra cumbre.
La vida de Brochero se asemeja a la del Cura de Ars -Juan Bautista María Vianney, nacido en 1786 en la localidad francesa de Dardilly, cerca de Lyon- por el amor a su tierra. Además, el sacerdote francés creó un orfanato para jóvenes desamparadas y siguió con la dirección de almas desde la confesión.
Brochero recorriendo miles leguas en su mula malacara, breviario y rosario en mano, predicando, confesando y convirtiendo. José Gabriel del Rosario era el cuarto de los diez hijos de una familia tradicional que vivía cerca de Santa Rosa de Río Primero y de la laguna de Mar Chiquita y el enorme Mar de Ansenuza.
Ya adolescente llegó a la ciudad de Córdoba para estudiar en el Colegio Seminario Nuestra Señora de Loreto, donde tuvo condiscípulos que alcanzarían renombre, como Miguel Juárez Celman, primero gobernador cordobés y después presidente.
En el circuito turístico “Tras los pasos del Cura Brochero”, que se inicia en la capital cordobesa, se visita el lugar donde estuvo ese colegio, junto a la Casa de Ejercicios en la cual el joven Brochero descubrió la práctica espiritual creada por San Ignacio de Loyola, práctica que jamás abandonaría.
A poco de ordenarse afrontó la epidemia de cólera que en 1867 asoló la ciudad; dos años después partió hacia el oeste como cura de San Alberto, y fue entonces cuando comenzó a acercarse sin temor a los leprosos, porque decía que “ahí también hay un alma”.
Recién en 1872 llegó a El Tránsito, lugar de sus hazañas pastorales, que desde 1916 se llama Villa Cura Brochero por orden del entonces gobernador de Córdoba, Ramón Cárcano.
El circuito religioso también pasa por el caserío de Altautina, rodeado de montes espesos, donde el cura iba a buscar madera para sus obras y donde está el frondoso y viejo algarrobo a cuya sombra se sentaba para confesar a los serranos.
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