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 domingo, 04 de noviembre de 2007  
[primera persona]
Claudia Piñeiro: “Cuando alguien puede dudar está más cerca del saber”
La escritora devela el trasfondo de su última novela, “Elena sabe”

Lisi Smiles / La Capital

Hay algunas cuestiones que Claudia Piñeiro sabe. Como por ejemplo la diferencia entre saber y creer saber. La experiencia personal la ha ayudado en ese aprendizaje.

Cuando era más joven creyó saber que quería ser contadora, pero su sensación la acercaba a la escritura. Entonces, dejó las ciencias económicas para entonces empezar a contar historias.

Primero fueron guiones de televisión, luego novelas y también obras de teatro. Supo que quería escribir, tomó clases y se formó en técnicas narrativas. Ganó premios, entre ellos el Clarín de novela con “Las viudas de los jueves”, fue hija, fue madre. Logró ser escritora y ahora presenta “Elena sabe”, una novela que conmueve, en la que es imposible no sentir con el cuerpo lo que le sucede a esa madre enferma de Parkinson que cree saber que su hija no se suicidó, que dice saber que alguien la mató.  

“Uno sabe cuando se permite dudar”, advierte Piñeiro, absolutamente convencida de que ese desafío, el de las certezas que se derrumban, es una oportunidad de crecimiento.

“Elena sabe” (Alfaguara) es una novela fuerte, podría decirse que sórdida pero ante todo es absolutamente humana, imperfectamente humana. Elena es una mujer de 63 años que tiene Parkinson y que no acepta el supuesto suicidio de su hija Rita. Vivían juntas en una tensa relación, donde la disputa y la discusión cotidiana eran la forma de manifestar el cariño entre una y otra.

Rita aparece colgando del campanario de una iglesia. Entonces, Elena se propone descubrir quién la mató, porque, según sus argumentos, ella no puede haberse suicidado. Emprende así un recorrido para buscar a alguien que en el pasado selló una deuda moral con ella y su hija. Se trata de otra mujer, y la quiere encontrar para que le preste su cuerpo en la investigación. A Elena el suyo no le responde, no cumple sus órdenes, o si lo hace es sólo en el tiempo que le otorgan los medicamentos que debe tomar.

Ese encuentro se concreta, después de un trabajoso viaje del conurbano a la Capital, y entonces la trama se desnuda junto a las creencias. Las certezas caen y la duda, como una estocada descarnada, otorga una posibilidad.

“Elena sabe” es una novela con un trasfondo policial pero no es sólo eso. Narrada con un estilo particular, otorga una textura a la historia que coincide con el punto de vista de esa mujer que no se deja vencer por la enfermedad, aunque la padece con total crudeza, y arroja al lector no sólo al lugar del investigador de una muerte sino de la vida.

Piñeiro presentó su libro días atrás en Ross como parte de los festejos por los 70 años de la librería. En diálogo con Señales, la escritora develó sus intenciones al escribirla y reafirmó el valor de la duda por sobre la certeza.

—¿Una de las tensiones clave de la novela se da entre el saber y el creer?

—Lo que pasa es que hay una cuestión con el verbo saber donde, por ejemplo, uno dice “Yo sé” y en realidad uno cree que sabe. Entonces, Elena dice que sabe cuando en realidad ella cree que sabe. Saber es otra cosa, y ella hace un recorrido que en realidad no lalleva a la certeza sino a la duda. Y ahí está el saber, cuando empieza a poder dudar de ciertas cosas. Las creencias tienen que ver con algo que uno no puede cuestionar, no se puede dudar. Un dogma no se puede cuestionar. Cuando uno puede empezar a cuestionar y dudar me parece que está más cerca del saber de verdad. Poder dudar es poder saber, eso es lo que yo quise contar.

—Igual, hay quienes sostienen que es imposible saber.

—Entonces, si es así, lo único que podemos hacer es estar preguntándonos todo el tiempo. Recuerdo que (Carlos) Monsiváis cundo estuvo en Buenos Aires en la última Feria del Libro dijo que cada vez tenía menos respuestas y más preguntas, y me parece que ese camino es mucho menos soberbio con respecto al resto del género humano.

—¿Todos se cruzan con un desafío moral como el que le toca a Elena?

—No sé si a todos les pasa. Hay una película, “Gente como uno”, donde una pareja sufre la muerte de uno de sus dos hijos. La madre se pone muy mal con el que está vivo, lo culpa inconscientemente, y el marido es el que sostiene al hijo. Y el esposo en un momento dice algo así como “si a nosotros no nos hubiese pasado esto, nunca nos hubiéramos conocido”. Me parece que con uno mismo también pasa eso, si no se te plantean determinadas cosas, a veces no llegás a conocerte. Uno dice: “Ante tal circunstancia, haría tal cosa”. Pero si no te pasa no es tan seguro que hagas eso. Yo no sé si a todo el mundo se le da esa oportunidad de ponerse ante sí mismo, pienso que hay mucha gente a la que eso que le ocurre, pero la deja pasar. Creo que es una oportunidad de crecimiento importante, de poder darse cuenta que uno no tiene todo tan claro. Sobretodo en lo que tiene que ver con los seres humanos, en matemática uno más uno es dos, pero en las relaciones humanas no es siempre así.

—Ahí entran a tallar en la novela, y seguramente en la vida, los puntos de vista.

—Exactamente, eso es como la revelación de la novela paralela que se escribe mientras se lee la que Elena quiere mostrar. Elena siempre creyó que su punto de vista era el saber.

—La trama policial es sutil.

—No es una novela policial, pero bueno... hay un muerto y la búsqueda de la verdad. Lo que a mí básicamente me intriga es ese mecanismo narrativo, donde hay un enigma y la búsqueda de la verdad. Eso te lleva al policial muchas veces, sobre todo si hay un muerto, claro. Pero creo que de las novelas que escribí, “Elena...” es la menos policial.

—De todas maneras, abonás el toque policial. Incluso, en un momento aparecen todos los personajes como sospechosos, hasta la misma Elena.

—Sí, es así. Ella dice: “Hasta a mí me tendrían que investigar”. Eso en algún punto funciona como una anticipación que se devela en el final de la novela.
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Claudia sabe. "Poder dudar es poder saber, eso es lo que yo quise contar", advierte la escritora.

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