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domingo,
04 de
noviembre de
2007 |
Prueban que la policía falseó un acta por la muerte de un chofer
El documento objetado relata un tiroteo del Comando que culminó con dos muertos en 2004
María Laura Cicerchia / La Capital
A tres años de un tiroteo en el que murieron dos ocupantes de un auto que la policía perseguía por un intento de robo, un juez consideró que efectivos del Comando Radioeléctrico asentaron datos falsos en el acta para colocarse en una situación más aliviada en la investigación de las muertes. Dos de los policías fueron procesados por amañar ese documento, mientras se investiga si otro uniformado mató con negligencia al conductor, un remisero de quien no se demostró que fuera de la banda.
En el enfrentamiento, ocurrido el 24 de marzo de 2004 en el inicio de la autopista a Santa Fe, murieron un maleante cordobés y un remisero que no resistió a la policía. Un tercer hombre fue herido en forma leve.
Para el juez de Instrucción Luis María Caterina quedó demostrado que hubo un tiroteo. Por eso consideró que los policías no actuaron con exceso en el uso de la fuerza ni con directa intención homicida, aunque estimó que pudieron cometer imprudencias. Y en una resolución reciente, evaluó que el acta policial narró una secuencia irreal para justificar la respuesta armada. Por eso procesó a dos hombres, les llamó la atención a dos ex superiores del Comando y notificó la situación al Ministerio de Gobierno.
La balacera. El hecho se originó cuando dos hombres intentaron robar en una distribuidora de Sancor, en Granadero Baigorria. Se bajaron de un Renault 18 lila y, mientras el chofer revisaba el motor, intentaron entrar a la casa de la familia propietaria. Pero los comerciantes les cerraron la puerta al advertir sus intenciones y llamaron a la policía. Entonces, los maleantes cancelaron el plan.
Cuando se alejaban, en el cruce de la avenida de Circunvalación y la autopista a Santa Fe, el móvil 2185 del Comando los localizó. Según la fuerza, hubo un intercambio de balas hasta que el auto se detuvo y sus ocupantes descendieron.
Uno de ellos, el cordobés César Ariel García, disparó un arma y, según la policía, exhibió una granada antes de caer abatido al lado del auto. Había afrontado acusaciones por robo y un homicidio. El conductor, Fabio Lunardelli, también cayó baleado por tres disparos de un arma a repetición. Era un rosarino de 37 años que trabajaba por su cuenta como remisero.
La policía lo presentó como un ladrón “limpio” y “nuevito en el mundo del delito”, pero su familia siempre lo negó y su intervención voluntaria en el robo no pudo demostrarse. El juez no pudo “dar por cierta” su participación (dijo que tuvo “una actividad equívoca en el lugar del robo”), aunque descartó que enfrentara a la policía.
El tercer hombre es Carlos Manuel Fiordellino, hijo de un comisario retirado e involucrado en un caso de secuestro (ver aparte). Se refugió en un puesto de choripanes y sólo fue herido. Quedó en libertad a los 15 días y ahora lo juzgan por intento de robo y resistencia a la autoridad en el juzgado de Sentencia 1.
El origen del fuego. Ante una actividad policial que reveló contradicciones, Caterina evaluó que “Lunardelli sufrió las consecuencias de la actividad policial destinada a reprimir a quienes sí dispararon”. Así lo planteó en marzo de 2006, cuando ordenó investigar como un delito culposo la actuación de la policía en las muertes (la más controvertida es la del chofer).
Eso se analiza en el juzgado, Correccional Nº 7, a cargo de Juan Carlos Curto, donde figura como imputado el efectivo Sergio Sandro Correa, de 30 años, aunque aún no fue indagado. Correa admitió que tiró con una ametralladora FMK3 al trabársele el mecanismo de su pistola 9 milímetros. Es, según las pericias, quien ultimó al chofer. En tanto que Sebastián Andrés Canavo, de 29, fue señalado como el autor de los disparos que dieron muerte a García.
Letra falsa. Días atrás, la conducta de ocho policías quedó bajo la lupa por un mismo documento: el acta 3078 del Comando que describe la balacera. Dice que pese a las “señales de luz, balizas y sirenas” el vehículo en fuga no se detuvo. Que mientras Correa y Canavo disparaban arribó un segundo móvil, el 2127, desde el cual los policías Darío Gamarra, de 39 años, y Diego Quiroz, de 32, también tiraron al ver “al conductor” disparándole a Correa.
Pero no sólo se comprobó que Lunardelli detuvo la marcha sin efectuar disparos sino que no se encontraron rastros del segundo patrullero en la balacera. No se hallaron cápsulas alrededor de ese vehículo ni vainas de las armas de Quiroz y Gamarra. Caterina concluyó que ese móvil no estuvo en el enfrentamiento: “En el acta aparece tal inserción orientada a justificar la actividad policial, que puede haber incurrido en una conducta culposa”.
Unos sí, otros no. Los hombres de ese móvil, Gamarra y Quiroz, fueron procesados por falsificar un documento público “para proteger a sus compañeros”. A Correa y Canavo el juez los consideró protegidos por la prohibición constitucional de declarar contra sí mismos. Evaluó que al incluir datos ciertos se hubieran autoincriminado.
El ex jefe del Comando, Hernán Brest, y Juan Carlos Aranda, quienes también firmaron el acta, fueron desvinculados porque “recibieron manifestaciones de otros y no consta que hayan alterado rastros”. Aunque el juez les exigió más “cuidado en la confección de las actas” y envió copias del asunto al Ministerio de Gobierno.
Por último, dos policías de la comisaría de Baigorria fueron beneficiados con la falta de mérito. Los acusaban de adjudicarle a los dichos de las víctimas una descripción de los asaltantes más semejante a las víctimas del tiroteo que a lo que en realidad dijeron.
El fiscal Esteban Franichevich no estuvo de acuerdo con los sobreseimientos y apeló ante la Cámara Penal, que ahora revisará el caso, el acta y sus consecuencias.
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Fotos
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Uno de los ocupantes del Renault 18 que la policía perseguía quedó tendido sobre el pavimento.
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