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 domingo, 04 de noviembre de 2007  
De Rosario a Croacia en un velero de 1963
Ricardo Sabattini realizó la travesía junto a su hermano y tocó más de 50 puertos del mundo

Rosario está separada de la ciudad croata de Split por el Atlántico y unas 10 mil millas náuticas, que son nada menos que cerca de 20 mil kilómetros. Esa fue la distancia que Ricardo Sabattini y su hermano Luciano recorrieron en el velero Jonense II, una embarcación de 1963 en la que realizaron la travesía que duró seis meses, tocó más de 50 puertos del mundo e incluyó un cruce oceánico de 29 días. Una experiencia que el próximo viernes, a las 20, compartirán con quienes quieran conocerla en el Club Regatas.

“Fue bárbaro”, sintetiza Ricardo, quien bromea diciendo que cumplió “el sueño del verano continuo. Salimos de Rosario en época estival, fuimos al Caribe y llegamos a Europa en la misma temporada”.

La propuesta de llevar el velero hasta Croacia surgió por un rosarino que había vendido la embarcación y debía entregarla justamente en Split, Croacia. “Fue raro, primero pensé que no se iba a dar, pero después las cosas iban saliendo y los preparativos avanzaban”, recuerda Ricardo, quien entre las prioridades quería buscar acompañantes, poner el barco en condiciones y preparar un plan de viaje.

Así, además de conseguir que su hermano mellizo Luciano se sumara a la travesía, equipó la nave de 11 metros de largo por tres de ancho con GPS, radar y todos los elementos de seguridad que no tenía, además de cartas de navegación tanto en papel como digitales.

“Es un barco bellísimo, con un diseño muy marino y durante el viaje no había quien no se acercara a mirarlo en los puertos”, cuenta el joven de 36 años.

Sin embargo, aclara que “estaba mantenido, pero necesitaba equipamiento y un montón de reparaciones”. Para eso trasladó la nave al Puerto Deportivo de Regatas, el lugar donde vive dentro de un barco (el Kira Kira) que él mismo construyó. Allí, el velero fue puesto a punto para zarpar.

La travesía. El Día D fue el 6 de febrero de este año cuando los mellizos Sabattini salieron de Rosario primero con rumbo norte.

“Fuimos hasta Brasil, por donde ya había navegado varias veces y siempre es lindo volver. Hubo tramos que hicimos por diez días seguidos y desde la zona de Recife hasta el Caribe estuvimos 17 días arriba del barco”, relata Ricardo quien rememora que esa es un área “muy tranquila porque soplan los vientos Alicios que son favorables y, desde Colón hasta acá, trajeron a todos los navegantes del mundo”.

Después fue el turno del Caribe y en las Antillas el destino fue la isla de Saint Marteen, desde donde iniciaron el cruce Atlántico. “Pasamos 29 días sin ver tierra, con vientos más variables”, cuenta el joven quien asevera que es una travesía “para la que hay que estar muy preparado físicamente, pero sobre todo de la cabeza”.

En el camino no faltaron los problemas. Una fisura en el mástil principal los dejó sin la vela mayor durante gran parte del viaje y por eso hubo varios días de demora para llegar a las islas Azores. Además, a poco de arribar, una red de pesca a la deriva se enredó en la hélice y los tuvo varias horas “renegando para desenredar”.

Pero no faltaron las emociones. “Una de las cosas más impresionante que ví en mi vida es el paso por el estrecho de Gibraltar, una masa de agua inmensa en un sitio tan angosto que hasta se ven las dos costas. Es impresionante”, relata Ricardo, y aclara que “la llegada al Cabo San Vicente, en Portugal, fue también hermosa”.

Desde allí, los jóvenes recorrieron el mar Mediterráneo, el Tirreno en Italia y cuando rodearon Sicilia se sumó un tercer tripulante. “Mi hermano menor vive ahí y entonces lo pasamos a buscar para llegar los tres juntos a Croacia”, cuenta.

Así, antes de entregar el barco a su nuevo dueño en Split, el trío visitaron algunas de las más de mil islas que existen en la costa croata. “Es un lugar maravilloso”, sintetiza Ricardo, antes de nombrar Dubrovnik como una de sus principales paradas.

Y, a la hora del balance, lo califica como “más que positivo” y “toda una aventura”.


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