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 domingo, 14 de octubre de 2007  
[Concursos]
Que no sea un secreto
Segunda entrega de los relatos seleccionados en “Historias secretas”, el certamen al que convocó la Fundación La Capital

Marisa Corelli

Los setenta nos tenían como partícipes de un mundo que podía ser mejor. Mi hermano Ricardo trabajaba en Somisa, era delegado y participaba en la agrupación Felipe Vallese. Estaba enfrentado a los dirigentes del momento.

Mi casa era centro de reuniones. Mi mamá y yo vimos desfilar muchas caras que luego pasaron a formar parte de pancartas pidiendo su aparición. Fuimos testigos de su alegría y nos contagiaron el entusiasmo de la lucha por los ideales. Transcurría marzo de 1975 y mi mamá se tenía que hacer una intervención quirúrgica y debía estar internada unos días. Quizá para protegerlo, quizá por intuición materna, puso en una bolsa panfletos, revistas, diarios, papeles, papelitos, desparramados por toda la casa delatando tendencia, y los escondió. Esa noche me despertaron con un caño en la cabeza y me dijeron: “Vestite”. Ya lo habían levantado a mi papá y a mi hermano.

Ricardo estaba sentado en la cama esposado con las manos en la espalda. Recuerdo que encendí un cigarrillo y se lo puse en la boca. Mi papá y yo pasamos la noche en la brigada de investigaciones; cuando volvimos mi hermano no estaba. En el sindicato me dijeron que lo habían trasladado a la cárcel de la ciudad.

Cuando salió ya nunca más durmió en casa.

Volvieron en marzo de 1976 pero no lo encontraron, y mi hermano abandonó la ciudad.

En septiembre nos encontramos en casa de un familiar, en el campo, sin sospechar que sería la última vez que estaríamos todos juntos.

En marzo de 1998, leí un artículo en el diario sobre aquellos años. El dirigente gremial entrevistado era el mismo que mi hermano me contaba se enfrentaba verbalmente en las asambleas... ¡Increíble! Y se despachaba diciendo que en Somisa no hubo desaparecidos...

Fue leerlo y sentir que lo estaban haciendo desaparecer una vez más... Pensé: “Ellos pueden pararse donde quieran... pero no voy a permitir que te quiten tu identidad...”. Tomé lápiz y papel y comencé a escribir para que sacaran en el diario mi respuesta.



“A un delegado desaparecido:

¿Qué esconden los que niegan tu historia?

¿Cuántos años trabajaste en Somisa? ¿Diez?

No recuerdo con precisión, sólo sé que fueron muchos.

También recuerdo tus sueños por una sociedad más justa, tu lucha como delegado, enfrentándote públicamente a otros dirigentes que aún están en la palestra. Ellos dicen: “Ricardo Corelli sólo trabajó en Somisa hasta tres días después del 24 de marzo de 1976 (es decir hasta el 28 de marzo). En los registros de la Conadep figura como fecha de desaparición septiembre de 1976, es por ello que no se lo considera desaparecido mientras desempeñaba funciones en la empresa siderúrgica.

¡Qué siniestro! ¿Es que estos dirigentes no saben qué pasó en tu casa el 24 de marzo?

¿Cómo pueden acusarte de no estar en el preciso lugar en el que una horda asesina estaba agazapada esperándote?

Trabajaste en Somisa, te sensibilizaste con la problemática cotidiana. Tu posición como delegado fue del lado de los desprotegidos. Tu dignidad fue un ejemplo, pero una cuestión de calendario hace que ellos no valoren tu acción. Al negarte, te nombran, y tu nombre alcanza para saber de qué hablamos”.

Tu hermana (que aún sigue buscándote)


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