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domingo,
14 de
octubre de
2007 |
Santa Fe capital es indiferente al sello rosarino del gabinete
Binner desafió la lógica histórica del peronismo a la hora de designar a sus colaboradores
Jorge Sansó de la Madrid / La Capital
La irrupción en escena del próximo gabinete santafesino casi no cosechó críticas hasta ahora en la ciudad de Santa Fe. El alto perfil técnico o académico del elenco, sumado a la casi nula exposición pública y militancia partidaria de la mayoría de sus integrantes, ofició de contención a las primeras impresiones tanto como a las opiniones descomedidas en propios y extraños.
Entre los propios están los radicales, cuya ausencia en la primera línea del gabinete de Hermes Binner es un dato indisimulable. Los extraños vienen a ser los peronistas, a quienes —como a la mayoría del público— sorprendió el anuncio, estratégicamente formulado horas antes de que se iniciase un fin de semana largo. Cuando el martes las oficinas de la Casa Gris, los palacios judicial y legislativo, cada ministerio y despacho vuelvan a poblarse, la noticia estará digerida aun cuando persistan interrogantes sobre algún nombre.
Lo accesorio sirvió a Binner para probar terreno con una jugada audaz. El origen sureño de 9 de sus 13 ministros fue presentado como un desafío y no como una provocación. Sabía que en Rosario caería bien el dato pero no podía saber qué impacto causaría en la capital provincial y otras ciudades en las que el mediatizado esplendor rosarino de los últimos años despierta envidias en lugar de los recelos de antaño.
¿Debilidad o fortaleza? Habrá que ver si lo que podría haber sido un punto débil es transformado en fortaleza. Esto ocurriría si los santafesinos del centro-norte, en lugar de sospechar que quienes provienen de una realidad más cómoda que la suya no sabrán interpretar sus dramas cotidianos y estructurales, se ilusionan con que éstos sean portadores de las mismas transformaciones de las que goza el sur.
Habrá que ver si ese perfil tan acentuadamente especializado del gabinete resulta eficaz a la hora de las decisiones que requieren de sensibilidades políticas. Habrá que ver por qué un diputado provincial aliado y los peronistas que lo siguen lograron instalar un ministro; otro ministro es referenciado por su cercanía con el intendente rafaelino, Omar Perotti, y un tercero viene de ser funcionario nacional.
Anecdótico costado que en las primeras horas de nacido ha prevalecido en relación al nuevo gabinete, y ha permitido que no se vean —seguramente para comodidad del futuro mandatario— aquellos rasgos más sintomáticos. Los diplomas, merecimientos y antecedentes de sus colaboradores, ya lo dijimos, muestran a un gobernador “eligiendo a los más capacitados”. Eso debería leerlo la sociedad como un intento de hacer bien las cosas. Esto es, eligiendo las personas idóneas. Preparadas para responder por las competencias del cargo que desempeñarán. Así, lo cargos dejan de ser para saldar favores políticos.
Mensajes. Convengamos que así formulado esto suena sumamente atractivo. Habrá que esperar para ver si también resulta así. De todos modos, sirvió para que el nuevo gobierno pudiese vehiculizar mútiples mensajes a la sociedad. Binner anticipó que en verano faltarán agua y luz y que pedirá un acuerdo social para que no haya paros durante un año. De modo tal que el mal humor social que se avecina, queda claro, no será culpa de una gestión que para entonces apenas tendrá un mes de estrenada. Y si en la provincia falta energía es porque no se la genera, pero que se corte el agua, rodeados de ríos como estamos, no puede ser sino por falta de un buen gestionamiento estatal.
El afán de enfatizar que entre los nuevos ministros sólo hay dos socialistas (afiliados al partido de la rosa roja) no puede ser un intento por equilibrar otras ausencias partidarias. Sería burdo. Es preferible creer que esa referencia (de Binner a Antonio Bonfatti y Elida Rasino) busca desdramatizar la trascendencia histórica de que el 10 de diciembre se instalará el primer gobierno provincial socialista del país. Y desarmar algún reflejo reaccionario que comience a preguntarse cómo incidirá tal condición en la reforma del Estado anunciada.
Con notoria eficacia, Binner instaló, el viernes y en el mismo movimiento, que reformará el Estado de manera tan categórica como sustancial. Que la cuestión será el eje de su gestión, a tal punto que el Ministerio de Gobierno se llamará de Reforma del Estado y puso allí a uno de sus incondicionales más notorios: Bonfatti, uno de los “socialistas” del gabinete.
Binner hasta ahora no tuvo necesidad de explicar qué, cómo, cuándo, dónde y hasta dónde reformará el Estado.
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El origen sureño de 9 de los 13 ministros de Binner fue tomado como un gesto audaz.
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