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domingo,
14 de
octubre de
2007 |
La tortura “gobierna” Birmania
Hay entre 5.000 y 10.000 presos políticos en las cárceles de la junta militar
Myanmar. — La mujer birmana de 43 años lleva ocultas las cicatrices de la tortura. Actualmente ejerce la docencia en una escuela en Rangún, después de recomponer de algún modo su vida hecha añicos. “Seis años, cinco meses y cinco días” duró la tortura, entre 1992 y 1998, dice, aunque no quiere explayarse. “Allí dentro pasaron muchas cosas, todos los días”, se remite a señalar monótonamente.
Ninguno de los sobrevivientes de la tortura en las cárceles de la junta militar que gobierna en Myanmar (ex Birmania) duda de que volvieron a aplicarse los mismos métodos de tratamiento de prisioneros durante la represión a la actual oleada de protestas antigubernamentales.
El régimen militar es conocido por su brutalidad hasta en el más alto nivel, el del líder de la junta y ex empleado postal Than Shwe, cuya especialidad es la guerra psicológica, aplicada también en la “guerra interna” contra la misma población birmana. “Conocemos a los responsables”, anunciaban ominosamente la semana pasada los altoparlantes montados sobre vehículos que recorrían las calles de Rangún advirtiendo a los ciudadanos para que no dieran refugio en sus casas a sus vecinos, padres o hijos que hubiesen participado de las protestas. Una venganza terrible, según las imágenes e informes que a pesar de todos las maniobras de intimidación llegan al exterior.
Masacrados. En una foto se ve el cadáver de un monje, flotando semidesnudo sobre el río Rangún. Vecinos del crematorio de Yeywey observaron el 26 de septiembre cómo las autoridades entregaban 71 cadáveres. También trascendió que todas las noches se sacan tres o cuatro cuerpos de prisioneros muertos de la temida cárcel de Insein en Rangún.
Nada fuera de lo común para la historia de la junta militar en Myanmar. Los activistas de derechos humanos han documentado el destino de innumerables presos políticos en Myanmar, con torturas hasta la muerte, trabajo forzado, tratamientos prolongados de ayuno o insomnio y humillaciones, según los testimonios de sobrevivientes.
Junto a los centros de tortura birmanos se suele golpear a cerdos para que sus chillidos se sobrepongan a los gritos de dolor de los torturados. En 32 campos de trabajos forzados y 43 centros de tortura hay entre 5.000 y 10.000 presos políticos. Las últimas olas de detenciones masivas habría agregado otros miles.
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