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 domingo, 14 de octubre de 2007  
El cazador oculto: “Los chicos cool adoran a Tarantino”

Ricardo Luque / Escenario

Rewind. No se puede ser joven y cool y no ir al Cine Club. Al menos, en Rosario. En Buenos Aires, seguramente, haya que ir al Malba y en Londres, al Barbican. Lo que es seguro es que, en cada ciudad, hay un lugar donde los anteojos de carey, los raros peinados nuevos y las yiscas nunca pasan de moda. Era así en los tardíos 70 cuando en las butacas de la Asociación Médica se mezclaban Daniel Scheimberg, Cecilia Gorodischer, Martín Prieto, Gabriela Aloras y Julieta Hanono, embelesados por las lánguidas imágenes de un film noir francés, o en los 80, cuando ocupando más o menos los mismos lugares se apiñaban Julia Solomonoff, Flavio Gastaldi, Fabián Marcaccio, Carla Meritano y Claudio Baroni, hechizados con la programación de un ciclo de cine polaco. En los 90 otra generación, seguramente hastiada de la fiesta menemista, se dejó seducir por la insoportable levedad de los campos de olivos de Abas Kiarostami. Aunque, hay que admitirlo, era difícil saberlo, con tanto viaje a Miami, tanta camisa Ralph Lauren, tanta velada paqueta de pizza y champán. Hoy es lo mismo. Quedó probado el martes pasado cuando se proyectó, en carácter de preestreno para la ciudad, la última de Tarantino. Sí, “Death Proof”, el segmento que rodó para “Grindhouse”, el ambicioso proyecto en el que, junto a Robert Rodríguez, le rinde homenaje al cine Clase B. Lo bueno de ver la película en el templo del saber de Alfredo Scaglia, un irredento fundamentalista del cine off del circuito comercial, es que los bailes eróticos, el rugido de motores, los ríos de sangre, tienen ese irresistible sabor a lo prohibido. Como las travesuras en el recreo del colegio. Hubo aplausos, risotadas, chiflidos. También, caras largas. Porque los habitués, que sólo se excitan con los interminables planos secuencia del nuevo cine taiwanés, querían silencio. Y sesuda reflexión. Nada de guerra de pochoclo. Nada de diversión. Forward.


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