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domingo,
14 de
octubre de
2007 |
Escuelas
de arte
Hoy tuve que hacer un trámite en una de las escuelas de arte de calle Alem y Gaboto. Al ingresar me encuentro con que ninguno de los tres ascensores funcionaba. Sin dar cuenta del detalle comencé a subir las escaleras y mientras lo hacía observaba la suciedad, abandono y falta total de cuidado que denotaba dicho edificio, y me dije: "Esto es el Estado". No obstante jóvenes gorriones y palomas deambulaban y ejercían su magistral destreza creativa. Hacen artes, crean y recrean vida con sentimiento y placer que mi humanidad se inclina reverente ante tan magistral muestra de humildad, tesón y permanente extracción de sus manos, cuerpos, sentidos y mentes. Un cúmulo de belleza y formas armónicas que deleitan a quienes pueden tener acceso a ello. Están en todas partes, en las esquinas, las plazas, los teatros y cuantos espacios se les ofrezcan para crear sonrisas, alegrías, pasiones, tristezas y cuanta manifestación sea posible brindar como artistas de la vida. De pronto me sentí atrapado por el odio y el desprecio hacia todos los funcionarios que medrando con el dinero del pueblo buscan sus escenas en los medios de comunicación, pidiendo votos que les permitan seguir haciendo de la hipocresía su mejor recurso. No importa, me dije, esos casi niños que con sus ropas gastadas por el uso, sus bicicletas, instrumentos y objetos de todo tipo, al servicio de la música, el títere, el escenario y todos los espacios para hacer arte, me convencieron que las reservas morales de mi pueblo, aunque les derrumben sus edificios, son inconmensurablemente invencibles, capaces de crear desde la nada el todo, de hacer posible lo imposible. A ellos mi mejor homenaje y cuenten conmigo y con nuestro pueblo para seguir sosteniendo esos reductos de educación pública que no se vende.
Amílcar Monti, DNI 6.038.156
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