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 domingo, 26 de agosto de 2007  
Charlas de mucamas
El abuelo, la madre, las domésticas: tres escenas de formación en la vida de Rafael Bielsa

“No fue nada fácil ser un chico en el seno de nuestra familia. Aun cuando conociéramos las claves, el trabajo era agotador. Entre nuestro abuelo, un conversador excluyente en la intimidad, que intimidaba con sus conocimientos oceánicos, y nuestra madre, que mandaba a rechazar lo que se obtenía sin esfuerzo, tenías que estar todo el tiempo alerta, concentrado y en forma”. Ese recuerdo no es seguramente el primero que tiene Rafael Antonio Bielsa de su vida, pero sí uno de los que condensa su personalidad, y explica quizá algo de su modo de actuar.

Nació el 15 de febrero de 1953, en Rosario. Fue el primer hijo del abogado Rafael Pedro Bielsa y la docente Lidia Caldera. Su padre no estuvo presente en aquel momento, ya que andaba de viaje por Córdoba: “era un gran pícaro”, lo disculparía Rafael. Después vendrían sus hermanos Marcelo, en 1955, y María Eugenia, en 1959.

En “La vida en rojo y negro”, el libro que escribió sobre Newell”s, pero también sobre su propia historia, exhumó algunas imágenes de su infancia. Cuando iba a la escuela en invierno y la escarcha cubría los charcos, contra la vereda, y los dedos se llenaban de sabañones. Los chicos usaban zoquetes de algodón o de lana, tomaban jugo de carne a la plancha porque daba salud, comían polenta y se peleaban por el caracú del puchero.

Una de las figuras más influyentes en el entorno familiar fue su abuelo Rafael Bielsa (1889-1966), aquel erudito que sorprendía y cautivaba a sus interlocutores. Graduado como abogado en la Universidad de Buenos Aires en 1918, descolló en la enseñanza universitaria. Profesor honorario de la Sorbona, decano de la Facultad de Ciencias Económicas, subsecretario de Justicia de la Nación, fueron algunos de sus títulos. Una historia no exenta de sinsabores: en 1952, Bielsa fue separado de su cátedra en la Facultad de Derecho, en Buenos Aires.

Esa anécdota explica el perfil político de la familia Bielsa. “Vengo de una familia rabiosamente antiperonista —dijo al respecto Rafael Bielsa, en 2005—. Pero de pibe, en mi casa, muy de barrio, el cuarto de la casa que yo más quería era el de las mucamas. Un lugar siempre calentito en invierno. Me tiraba en una alfombrita y las escuchaba hablar. Hablaban de hombres, de pecado y de Perón. Ahí me hice peronista”.

Esas conversaciones en la casa de Mitre al 2500, seguramente, no llegaban a oídos del abuelo Bielsa, que vivía en Montevideo entre Oroño y Balcarce, frente al parque Independencia. “Tenía una casa fuera de escala en todos los aspectos. Era enorme, habitada por gente mayor, con recovecos y lugares que promovían la imaginación. El tamaño de la casa nos conmovía permanentemente, y sobre todo la biblioteca, donde nos metíamos cada vez que podíamos”, recuerda Marcelo Borgonovo, amigo de infancia de Rafael.

“En aquella biblioteca enorme tenía tres escritorios a lo largo de la nave principal, que habrá medido unos quince metros —agrega Borgonovo—. Había libros de ambos lados e iba trabajando simultáneamente en los distintos escritorios con temas diferentes, o un mismo tema”. A veces las excursiones del nieto y sus amigos terminaban con “terribles reprimendas”. Los chicos dejaban las cosas desordenadas.

La biblioteca y la casa resultaban imponentes, pero el abuelo sabía cómo entretener a los chicos. Era un habilidoso dibujante, y en las pausas del trabajo lo demostraba. “Nos encantaba los dibujos de aviones de guerra que hacía, de barcos y de cosas extrañas, que mostraban una faceta absolutamente diferente a la que todos conocían”.

La figura de la madre, profesora de historia, fue también determinante. “Yo creo que ella se propuso —y lo logró— imponerle al hijo un ritmo cualitativamente muy superior a la media en cuanto a esfuerzo y dedicación al trabajo”, comenta Borgonovo. Lo que se dice un hijo del rigor.
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El abuelo, Rafael Bielsa, fue un eminente abogado que descolló en la enseñanza universitaria. El peronismo lo echó de la facultad.

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