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 sábado, 28 de julio de 2007  
Conflicto sindical. Más de 2 mil paros se contabilizan desde 1998 al presente
Brasil y la Argentina encabezan las protestas docentes en Latinoamérica
El antropólogo rosarino Julián Gindin afirma que el salario es el tema que más huelgas convoca

Marcela Isaías / La Capital

Los salarios y la cuestión previsional son los principales objetivos que movilizan a los docentes latinoamericanos. Y si se trata de establecer un ranking de protestas, Brasil y la Argentina están primeros.

Al menos estas son las conclusiones más gráficas de un estudio sobre “Conflictividad docente en América latina”, a través del Observatorio Latinoamericano de Políticas Educativas (Olped), y a las que alude el investigador rosarino Julián Gindin a la hora de hablar de las protestas magisteriales.

Gindin —dedicado a estudiar los conflictos que originan y movilizan al gremio de los maestros— se recibió de antropólogo en la Universidad Nacional de Rosario, cursó una maestría en la materia y en la actualidad cursa su doctorado de sociología en el Instituto Universitario de Pesquisa de Río de Janeiro (Brasil), ciudad donde está radicado.

Trabaja como asistente de coordinación en el proyecto que dirige el pedagogo Pablo Gentili sobre conflictividad.

La investigación en la que trabaja desde el Olped logra reunir una importante base de datos sobre las marchas, movilizaciones y paros de los docentes en la región, desde los que tienen menos repercusión hasta aquellos más dramáticos como el caso neuquino, que tuvo como saldo el asesinato del maestro Carlos Fuentealba.

De hecho, desde 1998 al presente llevan contabilizadas en el estudio más de 2.000 protestas del sector. El proyecto se puede consultar en la página www.lpp-uerj.net/olped/mob—conflitos.asp

—¿Qué país de la región encabeza el ranking de conflictos docentes?

—En términos generales son Brasil y luego la Argentina. Para la escala con la que hacemos los registros de las protestas vale una huelga nacional, provincial o local. Y en la Argentina los conflictos se multiplican por las 24 provincias. Pero, por el grado de descentralización (hay más de 300 municipios con escuelas a cargo, más las que dependen de los estados), el número mayor es de Brasil.

—¿Cuáles son los temas que ocasionan más conflictos?

—La cuestión salarial, luego viene la previsional y después están los ligados a las particularidades de cada país. México viene de un conflicto muy grande con la ratificación de su reforma educativa de estilo menemista. También está el de las transferencias, vinculado a lo presupuestario. Pero, además de los motivos “corporativos”, en los momentos en que los conflictos sociales crecen las demás protestas también se expresan en la politización de la demanda docente. Por ejemplo, la cadena de huelgas en Bolivia en el 2002 y 2003, en la presidencia de Sánchez de Losada, antes de que asumiera Evo Morales, movilizaron también por la nacionalización del gas. Otro ejemplo es el de Costa Rica, donde los docentes han dado una lucha muy fuerte contra el tratado de libre comercio, planteándose la educación como derecho y no como mercancía. Y, por citar otro caso, en Panamá se frenó una reforma previsional donde participaron los docentes. Este tipo de conflictos significan, de alguna manera, trascender al sindicato como organización.

—¿Qué otras cuestiones movilizan a los docentes?

—Por ejemplo en Chile durante 4 o 5 años estuvo en discusión la evaluación docente, a la que hay que entenderla en cierto contexto, ya que en general las relaciones entre el sindicato y el gobierno están bastante institucionalizadas. Es un caso interesante, porque no sólo es negociado sino que es ratificado en votaciones nacionales por los docentes. Algo distinto a lo que pasó en Perú con la reforma de la carrera magisterial con la que llegó Alan García, que generó una larga huelga (se acaba de levantar). Este es otro proceso, se dio en un marco de agresividad hacia el magisterio.

—¿Cómo influyen estos conflictos en la enseñanza, por ejemplo en lo que deriva de la pérdida de días de clase?

—Analizar la incidencia de los conflictos sindicales es el tema más delicado. Es una de las discusiones que deben darse los sindicatos cuando les toca actuar. Algunos proponen reponer los días de clase no dictados por la huelga, eso es parte de la negociación. Es lo que pasa en Brasil y a veces en México. Pero este tema tiene que ver también con la tradición sindical. Por ejemplo, en el caso argentino hay más tradición de movilizaciones o de negociación que de paros indefinidos. En cambio, en Brasil es un día o dos de paro y luego llega la huelga por tiempo indeterminado.

—¿Los padres no suelen criticar más la metodología de la huelga que las razones que la originan?

—Es un crítica desde una posición muy particular, tan particular como el reclamo salarial del magisterio. En general el planteo de los padres es más bien pragmático, porque un paro docente desordena el día de una familia. Lo que tienen de propio los conflictos del magisterio es que enseguida van a la escena pública, porque es en definitiva donde se terminan dirimiendo, ya que disputan contra el Estado. El apoyo que consigan depende del escenario político. Con más facilidad que en otros sectores, las huelgas docentes se politizan y acaban siendo un canal de expresión de un descontento social contra el gobierno. Con un gremio tan extendido como es el magisterio —pensemos en los países de base rural donde hay maestros por todos lados—, existe una gran capacidad de canalizar ese descontento con más facilidad que otros conflictos laborales.

—¿Un ejemplo de la Argentina?

—El de la Carpa Blanca es clave (de abril de 1997 a diciembre de 1999). No afectaba el dictado de clases, ¿y por eso fue exitosa? No, de ninguna manera. Los métodos en sí no significan nada, dependen de los contextos. El éxito de esta protesta fue que consiguió canalizar el descontento que había en muchos sectores hacia el gobierno de Menem.
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Gindin asegura que los paros de los maestros terminan siendo canales de protestas sociales.

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