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domingo,
22 de
julio de
2007 |
Fichas
Mitología
Antiguos mitos y leyendas celtas, de Ariel Pytrell.
Pluma y papel, Buenos Aires, 2007, 176 pp., $28.
“Los relatos que aquí compilamos y readaptamos para el lector moderno representan la diversidad de la cultura céltica y la intensidad de ese pueblo que, todavía hoy, sigue fascinando como si estuviéramos en las mismas raíces de la tierra y del tiempo en que caminábamos al lado de los dioses”, dice el autor. El libro tiene dos partes, “Cuentos y leyendas de Irlanda y Escocia” y “Cuentos y leyendas de Gales, Britania, Cornualles y la isla de Man” y reúne los ciclos de leyendas “Los dioses de la luz”, “Los héroes de Ulster” y “Los relatos de Ossian”, además de una versión sobre el nacimiento del rey Arturo.
Sociología
Pierre Bourdieu sociólogo, de Louis Pinto y otros.
Nueva Visión, Buenos Aires, 2007, 336 pp., $ 60.
Este libro presenta un conjunto de ensayos de autores franceses sobre la obra de Bourdieu, ordenados en tres secciones: “Génesis”, “Campos” y “Confrontaciones”. Los artículos se proponen rastrear los conceptos decisivos, analizar los modos en que se inscriben en la sociología y en las problemáticas de la época y evaluar su incidencia en áreas tan diversas como el derecho, la crítica literaria, la ciencia y la educación. “Bourdieu se inscribe en la tradición del intelectual crítico a la francesa, que él ha contribuido a redefinir después de Foucault”, dicen Louis Pinto y Gisèle Sapiro en el prólogo.
Narrativa
Juan Florido / Marta Riquelme, de Ezequiel Martínez Estrada. Interzona, Buenos Aires, 2007, 128 pp., $22.
Si bien es conocido como uno de los mayores ensayistas argentinos del siglo XX, Ezequiel Martínez Estrada fue también narrador, como demuestran estas dos ficciones. “Juan Florido, padre e hijo, minervistas” narra la historia de una familia española en un conventillo de Buenos Aires, en un tono entre picaresco y alucinatorio. “Marta Riquelme” se presenta como el prólogo a unas memorias cuyo manuscrito y cuya autora han desaparecido. “Este es tanto un prólogo como un desahogo personal; y es que en el texto hay vaticinio, hasta en detalles casi insignificantes”, dice el narrador.
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