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 domingo, 22 de julio de 2007  
[Lecturas]
El mejor de los mundos

Federico Donner

Filosofía

  • felicidad en la infelicidad, reflexiones filosóficas, de Odo Marquard. Katz Editores, Buenos Aires, 2007, 180 páginas, $ 27.

    La pregunta por la felicidad ha sido siempre una de las principales cuestiones de la ética. Sin embargo, hoy pareciera estar más relacionada con la literatura de autoayuda que con la filosofía profesional. El pensamiento contemporáneo se ve siempre favorecido cuando vuelve a preguntarse porqué una pregunta que le era significativa ya no le resulta tal. En esos casos, las respuestas y los recorridos pueden ser sorprendentes.

    Y sorprendentes son, sin dudas, los nueve ensayos de la primer obra de Odo Marquard editada en nuestro país. “Felicidad en la infelicidad” no sólo vuelve a remitir a una cuestión que la ética kantiana había dejado de lado (la ética del deber que neutraliza a las éticas de la eudaimonía), sino que nos plantea una intrigante forma de ver el mundo moderno.

    Marquard propone una arriesgada lectura histórica y una redefinición de lo que entendemos hoy en día por Pensamiento Moderno. Por un lado, define a la Razón moderna como Razón inclusiva, en oposición a la filosofía clásica —la metafísica—, cuya característica más saliente era la exclusión del plano del ser de toda figura perecedera, cambiante y múltiple. Además, resalta al siglo XVIII como el siglo de la razón inclusiva, haciendo notar que el pensamiento de la Teodicea y luego, el de la moderna Filosofía de la historia, son intentos y fracasos de la teologización de la infelicidad.

    La inextricable relación entre felicidad e infelicidad surge a partir de la patrística (ya que el pensamiento clásico no había formulado categorías de la infelicidad). La felicidad en este mundo es una felicidad no-absoluta, relativa, que no puede ser pensada sin la infelicidad. Y, ya que la felicidad en este mundo es relativa (aunque no mesurable), también lo es la infelicidad. Pero, ¿cómo puede medirse algo tan relativo como la infelicidad? La respuesta cristiana a esta dificultad es que se relativiza la infelicidad junto con este mundo. La felicidad absoluta se da en el reino del más allá, a través de la Salvación.

    En este sentido, Marquard, a la luz de los trabajos de Hans Blumenberg, califica al motivo de la modernidad como conservador: conservar este mundo y rechazar su negación escatológica. Así, la Teodicea de Leibniz es leída como el primer gran intento de justificar el mal en este mundo sin relativizar este mundo. O, en otros términos, Felicidad mediante la Infelicidad. No hay optimum sin malum. Este es el mejor mundo posible y los males que experimentamos son necesarios para su realización. La existencia del mal no negativiza ontológicamente a este mundo. Su creador es un creador bueno, inteligencia superior que supo combinar (en una especie de cálculo de optimización) lo mejor de los mundos posibles.

    Sin embargo, esto despierta sospechas: la teologización del mal supone el principio “el fin justifica los medios”, lo que lleva a que Dios, para conservar su bondad, deba ser despojado de su papel de creador. A partir de este fracaso de la teologización del mal, la moderna filosofía de la historia (segunda Teodicea, según nuestro autor) absolutiza al mundo y al hombre como creador y salvador. Tanto el yo absoluto, el espíritu universal como la vanguardia revolucionaria se convierten en los realizadores de la historia, portadores del progreso y de la bienaventuranza. Esta segunda teologización del mal (cuyo destino, al igual que al primera, es el fracaso) conlleva la grave consecuencia de identificar como enemigos a todos los hombres que se conviertan en obstáculos hacia la plenitud de la felicidad. Si bien los escollos que deben sortearse están justificados por el resultado final (felicidad mediante o a pesar de la infelicidad), los enemigos del progreso deben ser combatidos como si fueran figuras diabólicas.

       La Teodicea (y esta es una de las tesis más fuertes del libro) ha cambiado radicalmente el concepto tradicional de razón hasta llegar al actual: el de razón como reacción-límite. Las consecuencias de este camino relativizador que ha inaugurado el pensamiento de la Teodicea son rastreadas por Marquard en la conformación de las Ciencias del Espíritu, de la Antropología Filosófica de la temporalidad, del quehacer epistemológico y del pensamiento político con la impronta de una mirada escéptica que valora el límite de lo humano, el error, la imperfección y la racionalidad acotada.


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