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sábado,
14 de
julio de
2007 |
La AFA armó dos equipos para ganar sin importarle el futuro
Alejandro Cachari / Ovación
Verlo maniobrar a Kun Agüero entre los juveniles de otros seleccionados genera cuanto menos compasión por el rival. Observar a Mauro Zárate, que el jueves no jugó, encarar frente a chicos que por ahora sólo sueñan con llegar a la primera es como mirar una práctica de titulares de elite contra los chicos de la cuarta en esos días en los que el DT principal decide retemplar el ánimo de sus titulares y les pone del otro lado a los chicos, que terminan siendo víctimas de las frustraciones de sus mayores. Que como no pueden con sus iguales, descargan todo el trauma contenido contra chicos de 16 años. Mirar a Banega, que tiene la misma edad que sus adversarios, trasladar la pelota desde el medio hacia adelante y pisar el área de enfrente despierta cuanto menos la sensación de que están jugando, unos y otros, a cosas diferentes. Sólo una catástrofe futbolera, jamás exenta en este deporte, podría hacer que Argentina no revalide en Canadá su título de campeón mundial juvenil. Por suerte para los demás, Gonzalo Higuaín se excuso de integrar el equipo del devaluado Hugo Tocalli.
Es que son dos deportes distintos. Los mundiales juveniles son para chicos. Zárate, Agüero, Banega, Di María, Escudero, Romero, Maxi Moralez, Cahais, Emiliano Insúa, Pablo Piatti, Voboril, Lautaro Acosta. . . Demasiados nombres para un campeonato tan sencillo que ni siquiera se juega sobre piso convencional.
Trabajan para ahora, no para el futuro. Si hasta resulta ridículo verlos jugar a Agüero, Banega, Zárate y compañía en canchas de plástico.
Es probable que el mayor esfuerzo que deban hacer es tratar de ubicarse en tiempo y forma por la enorme diferencia que existe entre la realidad futbolística de ellos y lo que están jugando.
Zárate fue vendido en 20 millones de dólares a Qatar, Agüero juega en Atlético de Madrid, Cahais y Banega fueron campeones de América con Boca, Di María tuvo que ponerse a Central al hombro, Insúa pertenece a Liverpool de Inglaterra. Y así la mayoría.
Un equipo invencible en esa categoría. Pero, ¿dónde está la apuesta al futuro? En este punto se enlazan la selección mayor y la juvenil.
Es inevitable que la orden fue ganar todo: la Copa América y el Sub 20. El futuro puede esperar. Los triunfos llegarán y Grondona fortalecerá su deteriorada imagen con resultados.
No hay mejor maquillaje que un buen resultado. Campeón de América de mayores y campeón mundial Sub 20. Un paliativo que servirá para llegar con cierto margen hasta fin de año.
El trabajo a mediano y largo plazo, que es el que más rinde (por algo será que los DT se la pasan pidiendo tiempo para trabajar), sugiere, o debería hacerlo, que para Argentina hubiera sido mucho más rico que estos pibes, que ya tienen un altísimo nivel internacional, jugarán la Copa América. Porque estarán en el Mundial de Sudáfrica.
A los que no llegan no hay que tirarlos a la basura, pero no les da la edad. Salvo que Basile decida ir al continente negro —clasificación mediante— con un equipo de veteranos.
Las urgencias dirigenciales y la visión de escaso vuelo de los entrenadores elegidos por la AFA situó a las selecciones nacionales en una posición que es irreal.
Porque a partir de la semana próxima, seguramente se ponderará el triunfo, que siempre es valioso, pero nadie pensará en el futuro. En el tan mentado trabajo a largo plazo.
Es así la cosa, una pena. Selecciones de humo puestas al servicio de las necesidades del momento. Todo sea por conservar el puesto.
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