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domingo,
27 de
mayo de
2007 |
Olfato
El aroma del mar genera bienestar
A diferencia de la vista y el oído, en los que la energía vibrante de la luz y del sonido excitan la retina y el tímpano, respectivamente, en el caso del olfato es la sustancia que provoca el olor la que penetra en el cuerpo a través del órgano sensorial. Las mismas moléculas que producen el olor al contacto con las células sensibles de la nariz, son las que ingresan a los bronquios junto con el aire. Lo que se huele se incorpora física y químicamente, a diferencia de lo que se ve y se oye. “Por eso es que podemos llegar a intoxicarnos con un olor”, recuerda la doctora Matilde Otero Losada, neurofarmacóloga especialista en investigaciones sensoriales.
El tema es dilucidar en qué consiste el efecto terapéutico que se atribuye al contacto con el mar y, más particularmente, al contacto con el olor. Pero el efecto tónico, estimulante y energizante del aroma del mar no tendría que ver con esa característica del sentido del olfato de incorporar aquello que produce el estímulo, sino con la de ser el sentido que más impacta en los recuerdos y en lo emocional. “Remonta a una cuestión ancestral, culturalmente adquirida y transmitida por la humanidad de generación en generación”, según explicó la especialista en una reciente charla organizada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) y la Fundación Ecocentro. “No existe efecto farmacológico comprobado de las sustancias que intervienen en el olor a mar, explica, pero sin embargo algo de eso es cierto, si bien no se debe a las características inherentes de ese olor en cuestión”.
El científico británico Andrew Johnson y su equipo de la Universidad de East Anglia aislaron a principios de este año una bacteria en el lodo de las salinas de Stiffkey. Según publicaron en la revista Science, estas bacterias cuentan con un gen que las hace responsables de la emisión y la producción del dimetil sulfuro, un gas fuertemente oloroso que, en las concentraciones en que se encuentra habitualmente en las orillas marinas, produce el aroma característico del mar. En realidad el dimetil sulfuro como causa del olor del mar estaba identificado desde hace tiempo, pero no el fenómeno natural por el cual se produce y abunda en las costas y en las profundidades.
“Existen olores, agradables y benéficos o intolerables según su concentración, explica la especialista, sería similar al que se observa en el almizcle (musk), sustancia tomada de las glándulas sexuales de un tipo de ciervo. En su concentración natural, el almizcle es insoportable para el hombre, pero en dosis infinitesimales es el componente esencial de algunos de los perfumes más cotizados internacionalmente en el mundo del glamour”,
Estado anímico
Lo que parece quedar claro es que el valor hedónico del olor, su potencial como causante de placer o displacer, depende del contexto. Es ésta, según la doctora, la base del efecto “normalizador del estado anímico” del contacto con el mar: “Transmite esa cuestión de volver al centro, pero es una cuestión cultural. Si se le dice eso a una persona que tiene fobia al mar, no le va a producir ese efecto”, aclara la investigadora del Conicet.
De todas maneras, señala que lo adquirido culturalmente queda en nuestra progenie, y después de que una tercera o cuarta generación está en contacto con los mismos estímulos, que quedan fijados en la memoria de la especie. De modo que la clave del efecto terapéutico del olor marino debe rastrearse en las características del sentido del olfato, que actualmente están siendo estudiadas por las empresas de marketing para desarrollar el sensory branding, es decir, el desarrollo de todas las posibilidades de los sentidos, el olfato entre ellos, como forma de comunicación de las marcas con sus clientes.
El olfato, explica Otero Losada, es un sentido “sintético, no analítico”, ya que apunta a una zona de la memoria donde los recuerdos y sensaciones aparecen concentrados, y no despierta un pensamiento en particular sino una síntesis de remembranzas y experiencias. “Hay olores cálidos y fríos, y aunque la actividad del olfato involucra principalmente al hemisferio derecho, es un sentido que evoca matices de espesura y persistencia, más que una imagen tridimensional”, concluye la investigadora.
Marcelo Rodriguez
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