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 domingo, 27 de mayo de 2007  
Maternidad
Cómo hacer para cuidar de los otros sin descuidar la belleza
Una encuesta reveló que las mujeres dejan de lado su aspecto por atender a los hijos

Las mujeres coinciden en definir a la maternidad como una de las realizaciones personales más importantes y gratificantes de la vida, aunque al mismo tiempo esta etapa de la vida les generaba emociones ambivalentes de amor incondicional hacia sus hijos y de postergación de los proyectos personales. Estas fueron las conclusiones de un estudio cualitativo realizado por Suave de Helene Curtis, durante mayo del 2006 con mujeres de entre 25 y 40 años, con por lo menos dos hijos entre 3 y 9 años, trabajadoras, amas de casa, y con mujeres que trabajaron hasta que tuvieron hijos.

El estudio se propuso consultar a las mujeres sobre las repercusiones de la maternidad en el cuidado personal, problemática que se acentúa más cuando los recursos con que cuentan para solventar sus vidas son escasos. Se realizó en Capital y el Gran Buenos Aires, y las consultadas pertenecen al nivel socio económico de medio a bajo.

La encuesta se complementa con la opinión de dos referentes femeninas, Cecilia Absatz (periodista y escritora, especialista en temas de género) y Laura Gutman (psicóloga, especialista en familia y maternidad) con el fin de aportar la mirada especializada en género y familia. La metodología utilizada fueron entrevistas en el hogar de cada mujer, y como novedad se acompañó a las entrevistadas en un “día de su vida” para tomar contacto con sus experiencias.



Exigencia social

Según el análisis de las especialistas y algunas opiniones de las consultadas, el rol de la maternidad se encuentra desvalorizado ya que presenta una fuerte exigencia social hacia el crecimiento económico y personal, y la conservación de un cuerpo casi adolescente atravesado por el embarazo. “Hace dos generaciones, cuando la mujer no trabajaba, el lugar de la maternidad era un lugar valuado, entonces la mujer era mujer en el momento en que era madre. Hoy el lugar de la madre está devaluado y para serlo hay que ser profesional, estudiante y exitosa”, comenta Laura Gutman.

Las entrevistadas plantearon la dicotomía que existe entre la independencia económica versus la entrega a los otros, y un mayor conflicto entre la vida personal y la crianza de los hijos.

Las especialistas consultadas coincidieron en afirmar que si bien durante el embarazo la mujer se siente en su momento de mayor luz, completa y potenciada, es en el momento del puerperio y la crianza donde prioriza las necesidades de su hijo, sufriendo una profunda despersonalización y desestructuración de la idea que ella tenía de su propia vida.

En este período, los “otros” en especial sus hijos, pasan a ocupar el primer plano de sus preocupaciones y de su dinero, generándose una permanente lucha por el equilibrio en la que generalmente la mujer pierde la dedicación para ella. Recién cuando los hijos empiezan a ser más grandes, se puede lograr el equilibrio, dependiendo del perfil de cada mujer y muchas veces también según el tipo de compañero y pareja establecida.

Frente a este dilema, (independencia económica versus entrega a los otros; vida personal versus crianza de los hijos) el trabajo se planteó en la investigación como un eje diferenciador, ya que las mujeres que trabajaban presentaban mayor independencia respecto del marido, vivían el trabajo como un alivio económico y como un escape de lo cotidiano, el dinero ganado era para la casa, los hijos y gustos personales y reconocían que la apariencia es un código básico para estar en este mundo.

Mientras que el segmento de las mujeres que no trabajaban, presentó mayor dependencia económica y emocional con el marido priorizando la familia, la casa y sus hijos, y tendiendo a quedar ellas en tercer lugar y sintiéndose mucho más responsables de los éxitos y fracasos de sus hijos.

La investigación concluyó que para el segmento estudiado, las demandas de los hijos son constantes y el arquetipo de madre “dadora” recorre a cada una de las mujeres como un lugar de entrega total. Para las encuestradas, ser madre es “dar todo”, vivir para los otros y quedar en un segundo plano, “pasar a la sombra”.

Por lo tanto, frente a este arquetipo ideal, pensar “en una como mujer”, es leído como una posición altamente egoísta y que la mayoría de las veces genera culpa. “La mujer que cuida de sí misma está mal vista, es mala, fálica. Tiene que tener mucha convicción para pasar esa barrera”, comenta Cecilia Absatz.



Apariencia saludable

Por otro lado, en este contexto y segmento encuestado, la belleza se decodifica como juventud y apariencia saludable, con un cuerpo casi adolescente, presentándose el dilema de ser madre o ser linda.

Frente a este cuestionamiento, las consultadas manifestaron tres opiniones: mujeres convencidas de que no era importante ni posible cuidarse y arreglarse en esta etapa de sus vidas; las que se sentían muy poco atractivas comparadas con otras y que añoraban su aspecto físico de solteras, y las que se gustaban a sí mismas, se valoraban y buscaban opciones posibles para invertir en ellas.

Sin embargo, todas coincidieron en que el tiempo personal (vida en pareja, vida social, ropa, accesorios y tiempo para ponerse linda) no encuentra “espacio físico” (no hay tiempo), económico, (no hay dinero), ni emocional (culpa) en su vida. Las especialistas consultadas dieron cuenta que sin embargo, estas mujeres entran en ciclos de “rebeldía”.

Todas en algún momento quieren seguir siendo la mujer que fueron, que se quiere a sí misma y que es valorada por los otros buscando recomponer el equilibrio. Se presenta un fuerte deseo por recuperar los espacios personales y de pareja, sin abandonar ni descuidar a la familia.

¿Cómo se puede recuperar el espacio personal? Pasado un tiempo, las mujeres se dan cuenta de que si ellas no se cuidan a sí mismas, nadie las va a cuidar, que sentirse bien es básico para mantener la armonía y la unidad familiar.

Una mamá que se gusta a sí misma, se quiere, se cuida y siente que se ha dedicado algo de tiempo para ella, irradia energía positiva a toda su familia.

En ese contexto, la belleza cobra un significado de “tiempo dedicado para mí”, “de espacio personal” que permite reconstruir la identidad.
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