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domingo,
27 de
mayo de
2007 |
Entre el ring y las misas surge el mito de Fray Tormenta
Se dice que los héroes se olvidan y que las leyendas perduran en la memoria de las personas. Es el caso de Sergio Gutiérrez Benítez, el sacerdote luchador que bajo el nombre de Fray Tormenta sube al ring para ganar dinero que le permita sostener su casa hogar en el centro de México. La doble vida del padre de la orden de los escolapios comenzó en la década de los 70 y va de la pobreza, las drogas y el vicio hasta la búsqueda de Dios, la carrera sacerdotal, la lucha libre profesional y el amor por los niños sin padres ni hogar.
A sus 62 años, la historia del "padrecito luchador" ha trascendido las fronteras de México, ha sido tema de dos películas, una bendición papal y el rescate de miles de niños y niñas. La película francesa "El hombre de la máscara de oro", protagonizada por el actor Jean Reno y dirigida por Eric Duret en 1990, y "Nacho Libre", una producción estadounidense de 2006, son un ejemplo de la tormentosa vida del padre Sergio y su afición por la lucha libre, uno de los deportes más populares en México, después del fútbol y el béisbol.
"Los luchadores profesionales me tenían un respeto enorme, y hasta me besaban la mano en los vestuarios, pero no dejaban de pegarme arriba del ring", dice Fray Tormenta en su casa en Texcoco, que se localiza a unos 40 kilómetros al este de la ciudad de México, una zona agrícola y ganadera donde aún se respira el olor a campo y a estiércol.
"El principal motivo por el que decidí ser luchador profesional fue por dinero, pensando que iba a ganar mucho como Cassius Clay (el ex campeón mundial de peso pesado más famoso del mundo) y otros que ganan una •burrada' (grandes cantidades) de dinero, pero éste nunca llegó", comenta Sergio, quien tras ordenarse como sacerdote en 1973, se convirtió en luchador profesional.
A diferencia de los profesionales, que muestran un físico voluminosos gracias al trabajo en el gimnasio, Sergio, que nació el 5 de febrero de 1945, en el central estado de Hidalgo, parece más un hombre de letras que un atleta.
"Nunca ansié la fama, ansié el dinero que nunca llegó y si después Fray Tormenta se convirtió en una leyenda y en alguien famoso fue por mi sacerdocio, porque como luchador nunca lo hubiera logrado", destaca el religioso que gusta de leer a San Pablo.
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