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domingo,
13 de
mayo de
2007 |
Los pagos de don Ata
Además de trepar por los cerros y contemplar desde un alero el valle, es muy agradable pegar el cuerpo en la arenisca, caminar descalzo por la superficie lisa, acostarse en las piedras y como quien no quiere la cosa, acercarse por un caminito hasta Agua Escondida donde el sonido de la guitarra se va a comenzar a escuchar. Es altamente recomendable visitarla, sobre todo si es mayo, mes en que se cumple otro aniversario de la muerte de Héctor Roberto Chavero, Atahualpa Yupanqui.
Agua Escondida se llama el paraje donde está la casa a la que el artista volvía permanentemente, donde se refugiaba y compenetraba con el paisaje, donde encontraba paz y sosiego, donde se inspiraba. Agua Escondida irradia cultura, lo que siempre quiso Atahualpa al no guardarse su canto, y se puede reconocer su espíritu creativo en cada rincón del actual museo.
Bajo un frondoso roble están depositadas las cenizas de Don Ata, junto a los de Antonieta Pepín Fitzpatrick de Chavero o “Pablo del Cerro” (seudónimo con que su mujer firmara muchas composiciones) y su gran amigo Santiago Ayala “el Chúcaro”.
De regreso, en una de las curvas más lindas que hace el río, uno no puede dejar de pasar a saludar a Doña Blanca, viuda del “Indio Pachi”, otro cantor que engalanaba con coplas el aire del cerro. Y como si esto fuera poco parece que se hubiesen puesto de acuerdo el hombre y la naturaleza para terminar de encantarnos: el ruido del agüita que suena entre las piedras, los bosques de matos (arbolitos que se parecen a los arrayanes), los artesanos que bajan del monte con cestería en palma caranday.
Alfareros
Marcelo y Mariana, alfareros que le muestran al mundo las maravillas de la arcilla usando la técnica indígena. Los niños en burro que venden tomillo y peperina, los escultores que tallan molejones (piedras de afilar), guardaparques, lugareños, guías, cantores, poetas, escritores y paisanos. Ahí los podemos encontrar, conociendo y amando a su pueblo. Cada uno, con sus cositas, despacito, convive con las puestas de sol, los almacenes de ramos generales, las gallinas, los patios de tierra apisonada y los ecos guitarreros.
No existen puestos de venta de combustible en Cerro Colorado, la estación de servicio más cercana está en Santa Elena, a 10 kilómetros sobre ruta 9. Sólo cuenta con un hotel, un complejo de cabañas, una posada de campo y habitaciones en casa de familia con baño a compartir.
Como el lugar es una reserva, los circuitos se deben hacer acompañados por un guía autorizado. Cerro Colorado cuenta con servicios de ómnibus y minibuses diarios desde Córdoba. Si el visitante es un viajero curioso, sugerimos visitar www.pasajeabierto.blogspot.com donde se pueden encontrar relatos de los lugareños, música, leyendas y más información.
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