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domingo,
13 de
mayo de
2007 |
[nota de tapa] - La verdad de Joaquina
El origen incómodo de José de San Martín
A partir del análisis de un manuscrito, Hugo Chumbita sostiene que el prócer fue hijo de una india y un miembro de la familia Alvear. el autor pide un adn
Osvaldo Aguirre / La Capital
Un historiador y un genealogista. Esa sociedad ha dado como resultado “El manuscrito de Joaquina. San Martín y el secreto de la familia Alvear”, un libro que vuelve a poner en discusión el origen de José de San Martín y desafía las biografías convencionales del gran prócer nacional. “En la historia que nos contaron en la escuela —dicen Hugo Chumbita y Diego Herrera Vegas—, y sobre todo en los relatos que se suceden desde Bartolomé Mitre hasta hoy, hay algo que quedó oculto: San Martín no fue hijo de quien suponíamos sino de una criada guaraní y de Diego de Alvear”.
Chumbita ya había propuesto esa tesis en su libro anterior “El secreto de Yapeyú”. Autor de otros libros que descubrieron aspectos poco considerados de la historia, como “Ultima frontera. Vairoleto, vida y leyenda de un bandolero” y “Jinetes rebeldes”, desde hace años viene dedicándose a la recopilación de testimonios sobre el origen de San Martín. Una tesis a la que le falta, dice, una prueba clave, y para eso se propone desde hace años lograr la autorización para que se realice un estudio de ADN de los restos del prócer.
El nuevo libro surge de un manuscrito redactado por Joaquina Alvear de Arrotea (1823-1889), documento en poder de Diego Herrera Vegas. “Hemos trabajado en descifrarlo, comentarlo e incluso reconstruir la historia de las circunstancias en que fue hecho por Joaquina —cuenta Chumbita—. Siguiendo algo que Joaquina pedía: ella deja estos materiales para que sean ordenados por sus sucesores. Nos lanzamos a esa tarea y lo ordenamos en dos partes. Es en la primera parte donde publicamos los fragmentos en que ella habla de los tres grandes personajes de su familia: Diego de Alvear, el abuelo de Joaquina; Carlos de Alvear, el padre; y San Martín, que es, según ella dice, su tío carnal.
—¿En qué circunstancias escribió su relato Joaquina Alvear?
—Lo escribió cuando estuvo recluida en la estancia Alvear. El marido, Agustín Arrotea, le encuentra unas cartas comprometedoras y la encierra, con ayuda de los médicos. Proceso que termina con una declaración de demencia. Así, Arrotea dispone de su herencia, que por cierto era muy importante. Le encuentra especialmente una carta de amor a Sarmiento, que es la que provoca un incidente; él le pega y termina encerrándola en la estancia, que era del hermano de Joaquina. En parte ella tenía un desorden afectivo y emocional, pero es sobre todo por la forma brutal con que en esos momentos tratan a estos casos que terminan enloqueciéndola.
—¿Por qué motivos deciden publicarlo?
—La idea de publicar el libro es para demostrar la coherencia de su diario, a pesar de su trastorno mental. Hay una coherencia impresionante en la descripción de la historia de su familia y de su época. Ella tiene retratos de Rosas, de Urquiza, a quienes conoció personalmente, como a Mitre, a Alsina, al mismo Sarmiento.
—¿También tuvo relación con San Martín?
—Lo conoció en Europa, cuando ella se fue a vivir allá, recién casada. Una de las partes más emotivas de su testimonio es el relato que ella hace de San Martín en su ancianidad. Ella hace todo el árbol genealógico de su familia y declara que San Martín en realidad era hijo natural de su abuelo.
—Es la tesis que planteó en su libro anterior.
—Si, apareció en el año 2000 y fue lo que nos decidió a dar a conocer toda la explicación. Lo que existía era la versión tradicional de que San Martín era hijo de una india guaraní, pero no había ningún elemento sobre quién era el padre. Se sospechaba que podía ser Juan de San Martín y que una guaraní criada en su casa habría sido la madre. Pero resulta que aparece simultáneamente el manuscrito y además la tradición oral de varias ramas de la familia Alvear, que sin conocer el manuscrito —esto es lo importante— y sin conocerse entre sí, nos dieron el testimonio de que sus abuelos, sus padres, todos, en fin, les decían el secreto de la familia: San Martín era medio hermano de Carlos de Alvear. Algo que no se podía decir por decoro.
—¿Quiénes habrían sido entonces los padres de San Martín?
—Según la versión de los Alvear, fue hijo de Diego de Alvear, el fundador de la familia, el abuelo de Joaquina, y una criada guaraní que ellos no individualizan. Esto coincide con la tradición de los yapeyuanos, según la cual la madre era Rosita Guarú, la criada de la casa de Juan de San Martín.
—¿Esa es una tradición oral o existen fuentes escritas?
—Es una tradición oral que yo recogí para mi libro “El secreto de Yapeyú”. Lo interesante es que son dos tradiciones diferentes, que no se tocan pero coinciden. Lo que nos falta, y para eso sacamos el libro, es defender la versión de Joaquina. El Institituto Sanmartiniano y los que se oponen a esto dijeron que ese testimonio era inválido “porque es el testimonio de una loca”. Nosotros tratamos de demostrar que a pesar de su trastorno el texto de Joaquina es un documento histórico. En la primera parte del libro, a través de los textos de Joaquina, hacemos la historia de los tres personajes de la familia; en la segunda tomamos la historia de Rosario y la vida de ella allí, en una época en que aparecen Urquiza, Ovidio Lagos, Servando Bayo. Es cuando Joaquina está en la estancia Alvear y escribe, conoce a Servando Bayo y se cartea con él. Y tenía una relación con Ovidio Lagos, que era urquicista como los hermanos de Joaquina. Además ella donó unos terrenos para el Mercado del Norte, en Rosario. Su marido, Agustín Arrotea, y Diego Estanislao Alvear fueron de los primeros que se establecieron en Rosario. Tuvieron propiedades y lotearon terrenos en Rosario
—¿Qué pasó con la estancia donde estuvo recluida Joaquina?
—Después se llamó Puerto Alvear y sigue siendo todavía el puerto del pueblo de Alvear, a 30 kilómetros al sur de Rosario, sólo que ahora es Puerto Cargill, porque Cargill la compró y estableció allí una especie de fortaleza inaccesible. Nunca conseguimos permiso para entrar, ni para visitarla. Como es propiedad de los yanquis, no hubo forma de que nos permitieran sacar una foto. La casa es un palacete precioso, que se conserva. Para fotografiarla tuvimos que subirnos a un bote y desde mitad del río la pudimos fotografiar. Está en lo alto de la barranca, en un lugar espectacular. Incluso lo siguen usando como residencia de los ejecutivos que vienen de Estados Unidos.
—¿Cómo preservaron el manuscrito?
—Fue una cosa curiosa. Ella le dejó este libro a su médico, Herrera Vegas, quien se lo dejó a su hijo, el abuelo de Diego Herrera Vegas. A él lo presionaron para que no lo diera a conocer. En el 2000 lo convencí para que lo publicáramos.
—¿Por qué genera tanta resistencia la tesis del origen mestizo de San Martín y qué cambiaría de ser cierta?
—Es una verdad que duele, que jode. Primero, destruye la imagen de Mitre como historiador de San Martín. Mitre no podía ignorar el verdadero origen de San Martín. Es comprensible que en la época estas cosas no se pudieran decir, eran complicadas. Pero evidentemente hubo una conspiración de silencio, porque era intolerable que San Martín fuera hijo de una india. A la vez, para algunos es intolerable que sea hijo de un Alvear, porque los Alvear quedaron como los malos de la película. Esto tropieza con resistencias de mucha gente. Y Joaquina, quizás en la osadía que le da esa situación en la que se encuentra hace un relato que pone el tema en blanco sobre negro. Y lo formula expresamente, dice “esto lo tienen que saber mis nietos”. Su diario no fue pensado para la publicación sino como memoria familiar. Este es el testimonio que queremos echar al ruedo, porque interesa a la historia del país, y a nuestra tesis sobre el caso de San Martín.
—¿Qué pasó con el pedido de hacer un análisis de ADN?
—Ese pedido se paralizó más que nada por la situación política en 2001. Pero después lo replanteamos con un grupo de diputados que aprobó declarar de interés parlamentario este asunto y recomendar al Poder Ejecutivo que facilite la investigación. Esa resolución salió en octubre del año pasado y con ese aval fuimos a la Secretaría de Cultura e iniciamos un expediente administrativo que está por resolverse. Nosotros pedimos una autorización para solicitar una muestra de ADN de San Martín. Si la Secretaría de Cultura nos la da podríamos extraer la muestra y hacer la comparación con los presuntos descendientes tanto paternos como maternos.
—En su momento ese pedido generó polémicas y críticas.
—Sí. Ahora en el expediente administrativo el Instituto Sanmartiniano vuelve a descalificarnos oponiéndose en forma cerrada y con argumentos absurdos, porque hemos reunido un caudal suficiente de indicios. Si estamos pidiendo esto es porque falta una prueba definitiva. Existe una gran cantidad de textos, de Alberdi, de Vicuña Mackenna, de Pastor Obligado, de Olazábal, que hablan de que San Martín era mestizo. Alberdi cuenta que todo el mundo decía que San Martín tenía aspecto de indio; y cuando lo conoce dice “bueno, no tanto, tiene aspecto de un paisano”. Vicuña Mackenna dice que era mestizo, aunque no dice quiénes son los padres. Los que lo conocían personalmente comentaban la versión de que era un hombre de origen mestizo, por su aspecto, tan evidente que no podía pasar por un español de pura cepa. Pero sobre todo esto hubo una maniobra de ocultamiento.
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Historiador contra la corriente. Hugo Chumbita no ceja en su búsqueda de la genealogía aborigen de San Martín.
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