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 domingo, 25 de febrero de 2007  
Coronel Vidal: una ciudad al galope
Año tras año toda la comunidad homenajea al caballo de campo

Coronel Vidal, en el kilómetro 343 de la Ruta 2, es además de la cabecera del partido de Mar Chiquita un fiel exponente de lo que han sido tantos pueblos surgidos a la sombra del ferrocarril. Pero hay algo que la distingue de otros puntos del país, un atractivo que convoca en estos días y marca claramente el carácter de esta localidad: ser la sede de la Fiesta Nacional del Potrillo.

El romance de Vidal con los caballos se anuncia desde la misma entrada del pueblo. “Debe ser el único lugar donde en vez de un monumento a San Martín o a Belgrano tenemos una estatua de potrillos”, cuenta Jorge Cúneo, un auténtico especialista en caballos que dirige la única escuela del mundo donde se enseña el arte de la doma de manera sistemática. Cúneo, al igual que otros, es parte de una importante comunidad ecuestre que justifica la realización, por 29 ediciones consecutivas, de una auténtica celebración para los amantes de los caballos.

Cerca de cumplir tres décadas, la Fiesta Nacional del Potrillo sigue siendo una excelente ocasión para acercarse a uno de los pagos más gauchos de la provincia de Buenos Aires. Un sitio donde el tiempo parece por momentos haberse congelado, y donde personajes salidos de las páginas del Martín Fierro comparten mates e historias al pie del palenque.

Lejos ya de aquellos primeros y escasos tres días de su primera edición, la versión 2007 de la fiesta comprende, entre actividades oficiales y eventos adheridos, diez días imperdibles para quienes buscan acercarse al núcleo de la tradición gauchesca.

Entre las propuestas más salientes de esta fiesta, se encuentran una exposición de caballos de Polo, concursos de canto y danzas, exposiciones de arte, números artísticos y obras de teatro. El punto álgido del evento será el sábado 3 y el domingo 4 de marzo, cuando con la animación de Antonio Carrizo se lleven a cabo las tradicionales jineteadas, la elección de la Reina Nacional del Potrillo y se presente el cantante León Gieco.

Claro que la Fiesta Nacional del Potrillo es apenas un pretexto para conocer los muchos encantos que Coronel Vidal ofrece, todos ellos relacionados con la tradición. Uno de estos rincones es la Esquina de Argúas, una vieja pulpería ubicada a unos kilómetros de Vidal, sobre un camino interior. Las blancas e irregulares paredes relucen bajo la luz del sol, y el mostrador enrejado recuerda los peligros que otrora asolaban a quienes atravesaban las grandes planicies.

Más allá de haberse constituido en un atractivo turístico, la Esquina no perdió su esencia. Sea la excusa un día de cuadreras, un asado o un brindis con caña, el histórico sitio sigue vivo. Allí nunca faltan los trabajadores de los campos de la zona ataviados con sus mejores ropajes gauchos.

Muy cerca de allí, en la estancia Los Santos Inocentes, funciona un particular establecimiento educativo. La Escuela de Amanse instruye a los hombres de a caballo en el duro arte de la doma. Su creador, Jorge Cúneo, un hombre curtido por tempranos amaneceres, se encarga personalmente de transmitir sus saberes a jóvenes llegados de todo el país. Con un método donde la más firme disciplina se combina con una comprensión casi paternal hacia el equino, durante un año jinete y animal desarrollan una relación que los construye mutuamente.

Otra estancia de la zona, El Arazá, es sede de uno de los criaderos de caballos de polo más importantes de la región. Sus propietarios, la familia Vismara, han sabido conjugar la actividad productiva del establecimiento con una propuesta turística temática. Así, visitantes de todo el mundo se acercan a conocer la cuna de los mejores equinos y la vida cotidiana de quienes tienen la tarea de entrenarlos.

Otro lugar de la zona se dedica a transmitir conocimientos relacionados con el campo. La Escuela Agropecuaria Nicanor Ezeyza congrega a adolescentes de toda la provincia de Buenos Aires, quienes en un régimen de internado aprenden los más actuales métodos para tareas tan ancestrales como el ordeñe o la preparación de salames.

Con una amabilidad muy propia de estos rincones donde la vorágine urbana todavía no ha hecho estragos, los propios docentes y alumnos del lugar improvisarán una visita guiada por los grandes predios de la escuela. Los sonidos, las imágenes, los olores —y si se llega en el momento indicado, los sabores— serán la mejor forma de comprender la rutina de quienes eligen el campo como forma de vida.

Por su parte, la Estancia Dos Puestos, en el camino a Balcarce, es quizás una buena síntesis de lo que Coronel Vidal ofrece al visitante. Surgida, tal como lo indica su nombre, en torno a dos puestos de una extensa estancia del siglo XIX, atrapa en el relato de sus propietarios —quienes tienen una historia a mano para explicar cada detalle del señorial casco—, pero a la vez ofrecen servicios de un alto nivel. Por su cercanía a Mar del Plata, Coronel Vidal es una propuesta original y válida quienes veranean en “La Feliz”. Pero también brinda las razones justas para acercarse por el sólo hecho de conocer mejor un tesoro rico en tradiciones.


Fiesta Nacional del Potrillo
Allá por 1978, un grupo de miembros de un centro tradicionalista se propuso congregar a la gente gaucha del lugar. La idea era revalorizar a este noble animal, que en Coronel Vidal se cría, se educa y sirve cotidianamente. Un año después el sueño comenzó a tornarse real. A partir de esa primera convocatoria, que juntó 12.000 personas en una jineteada, la fiesta fue creciendo. Se crearon agrupaciones folklóricas, el evento pasó de tener carácter regional para convertirse en una fecha del calendario nacional. El remate y exposición de yeguarizos fue, en primera instancia la esencia de la fiesta, otra fue la de valorizar al caballo de trabajo, el cuarterón. Se consultó a gente especializada. En aquel momento se llegaron a tener alrededor de 1.000 yeguarizos de distintos rematadores.

Los caballos tenían un valor importante y se vendían para diferentes actividades, por ejemplo al ejército. En cuanto a los deportes se lo usó para juego de polo, carrera de sortija y jineteada. Se llevaba a los visitantes en paseos en sulkys, volantas y otros carruajes, hasta la Esquina de Arguas.
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Los jinetes demuestran todas sus destrezas en el manejo del caballo.

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