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 domingo, 25 de febrero de 2007  
[Memoria]
La mujer que llevó a las Madres a Plaza de Mayo
Azucena Villaflor, emblema de los derechos humanos, es homenajeada en Cuba con la publicación de un libro que relata la historia de su vida

La historia de vida de Azucena Villaflor, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, desaparecida y emblema de los derechos humanos, es el tema de un libro del escritor Enrique Arrosagaray, que será editado próximamente en Cuba, según se anunció en un acto de homenaje realizado en la reciente Feria del Libro de La Habana.

“Todavía hoy no entiendo bien de dónde sacó la fuerza y la inteligencia que tuvo, dadas las condiciones políticas del país, para plantarse en un momento tan estratégico, en el lugar correcto de la historia, que fue la Plaza de Mayo”, dijo Cecilia De Vincenti, hija de Azucena, a poco de comenzar el acto.

La historia fue reconstruida por Arrosagaray en el libro “Biografía: Azucena Villaflor”, que será editado próximamente en la isla. “Esta presentación se empalma con el trigésimo aniversario de las Madres, así que es una buena oportunidad para recordar ese rol particular de Azucena, que fue el motor de la historia de las Madres y protagonista directa de su comienzo”, aseguró el escritor.

Hace cerca de un año, los restos de Azucena Villaflor fueron encontrados e identificados por el Equipo de Antropología Forense en una fosa común de un cementerio costero de la ciudad de Buenos Aires y, luego de ello, sus cenizas fueron enterradas en un cantero de la Plaza de Mayo.

La obra reconstruye la historia de vida desde su infancia, su temprano ingreso a la fábrica Siam —motor de la defensa de los derechos sindicales de los trabajadores—, la desaparición de su hijo, su incansable búsqueda y el lamentable final, al ser detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada.

Arrosagaray recordó que Azucena Villaflor nació en abril de 1924 en Avellaneda y que en Siam fue donde conoció a su marido, Pedro De Vincenti. Con él tuvo cuatro hijos, entre ellos Néstor, quien militaba en Montoneros, secuestrado en 1977 junto a su esposa, por un grupo de tareas, y de quien, aún hoy, no se sabe nada.

“Tenemos que ir a la Plaza de Mayo” es la famosa frase que pronunció por primera vez Azucena, en plena dictadura, justamente en el Vicariato de la Marina, donde se había infiltrado el militar Alfredo Astiz para averiguar los movimientos de las madres que buscaban a sus hijos. El libro reconstruye ese y otros momentos a través de numerosos testimonios, entrevistas, fotos, documentos de la época y cartas.

“La última vez que la vi a mamá estaba rara, distinta. Le pregunté qué le pasaba y me contestó, con ojos vidriosos, que se habían llevado a gente con la que ella se reunía. No sabía cómo comunicárselo a papá, que siempre le decía: Azucena, no sigas, cuidate, te estás comprometiendo. Al mediodía salió para el mercado y a comprar el diario, que por primera vez iba a publicar nombres de desaparecidos. Desde ahí, nunca más supimos nada”, relató su hija Cecilia.

Azucena Villaflor fue secuestrada el 10 de diciembre de 1977, a dos cuadras de su casa, en Avellaneda, por un grupo de la marina que la interceptó y la trasladó a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde fue torturada hasta el día de su asesinato, poco tiempo después.

El día que sus cenizas fueron enterradas en el centro de la Plaza de Mayo una gran cantidad de gente acudió a presenciar el emotivo momento. “Miles de personas fueron testigos de que sus restos están ahí y nadie los va a sacar. Fue un triunfo”, coincidieron Arrosagaray y De Vincenti.


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