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 domingo, 25 de febrero de 2007  
Los plantíos ilícitos de coca se niegan a desaparecer de la selva colombiana
La falta de alternativas viables para los campesinos hace difícil erradicar los cultivos

San Miguel, Colombia. - Seis veces en los últimos cuatro años pilotos de la policía antinarcóticos de Colombia descargaron desde sus aviones herbicida sobre los cultivos de coca de Gilberto, en las selvas del sur del país. Pero la agresiva campaña de fumigación apoyada por Estados Unidos dentro del denominado plan Colombia, no ha impedido que este campesino siga involucrado en la producción de cocaína, que termina en las calles de ciudades norteamericanas y europeas.

En una pequeña y rústica construcción de madera y plásticos, oculta en medio de árboles y cultivos de hoja de coca, el campesino trabaja bajo un sofocante calor en esta zona del departamento del Putumayo, cerca a la frontera con Ecuador, para producir base de cocaína.

"Estamos trabajando con lo que quedó tras la fumigación", dijo Gilberto, quien tenía su torso desnudo y usaba una gorra negra, mientras batía con una pala de madera la mezcla de hoja de coca y químicos que reposaba en una caneca metálica. "Vamos con la coquita, sino que vamos a hacer", comentó el campesino quien aseguró que aunque el cultivo de hoja de coca y la producción de base de cocaína no le generan riqueza, sí le permiten sobrevivir con su familia, lo que no pasa con productos legales como plátano, yuca, cacao o frutas.

Colombia inició en diciembre la fumigación con glifosato de unas 13.000 hectáreas de hoja de coca en los departamentos de Putumayo y de Nariño, en la frontera con Ecuador, lo que provocó tensiones con Quito que se opone al procedimiento con el argumento de que afecta la naturaleza y la salud humana.

La fumigación ha enfrentado al presidente colombiano, Alvaro Uribe, con sus vecinos Ecuador y Venezuela, liderados por los izquierdistas Rafael Correa y Hugo Chávez, respectivamente.

Colombia ha concentrado sus esfuerzos para erradicar las plantaciones de hoja de coca en esta región que tuvo una fuerte presencia de guerrilleros izquierdista y de paramilitares, involucrados en el narcotráfico.

Aunque las agresivas campañas de fumigación de los últimos años permitieron reducir considerablemente los cultivos de hoja de coca en el Putumayo, que llegaron a más de 66.000 hectáreas en 2001, los plantíos no han desaparecido.

Esa situación ha generado fuertes críticas a la política antinarcóticos de Colombia y de Estados Unidos, que ha entregado a Bogotá más de 4.000 millones de dólares desde el año 2000 en asistencia militar y entrenamiento. "En este punto la fumigación ha fallado. Siete años después del plan Colombia usted no ve resultados tampoco", dijo Adam Isacson, analista de un centro de investigación en Washington.


El gobierno se defiende
Pero el gobierno colombiano se defiende y asegura que de no haber sido por la fumigación el Putumayo y otras zonas del país estarían inundadas de hoja de coca Si no hubiéramos fumigado Colombia podría tener ahorita 250.000 hectáreas de coca el mercado estaría inundado a la mitad del precio quién sabe cuántas personas más estarían en peligro de convertirse en adictos dijo el vicepresidente Francisco Santos

Además de invertir 82 millones de dólares anualmente en fumigaciones en todo el país, Estados Unidos también ha aportado unos 70 millones de dólares desde 2001 en programas de asistencia social y de cultivos alternativos en Putumayo. Sin embargo, en las selvas del Putumayo aún se encuentra hoja de coca, mientras que los campesinos que hace años dejaron los cultivos ilícitos denuncian que el glifosato destruyó sus plantaciones legales en la reciente fumigación.

"Me lo fumigaron todo. Está todo seco. Yo no tenía coca, no tengo ni una mata de coca", dijo con nostalgia Hermogenes Muñoz, un humilde campesino de 69 años, mientras observaba los pastizales quemados de su predio con los que alimentaba un pequeño hato ganadero.

Autoridades locales y campesinos denunciaron que la fumigación en Putumayo dejó tierra arrasada, hambre, pobreza y desplazamiento. "El impacto más visible, que más ha afectado a la población del campo aquí en el municipio de San Miguel, ha sido la fumigación de los cultivos lícitos", sostuvo Rodrigo Luna, asesor agropecuario de la alcaldía de San Miguel. "Es cierto que se cultiva coca y eso nadie lo puede negar, pero de pronto las personas que hacen la fumigación deberían tener un poco más de conciencia de ver dónde fumigan", dijo.

Colombia es considerado el primer productor mundial de cocaína con unos 640 toneladas anuales y al cierre de 2005, la última medición, la ONU contabilizó 86.000 hectáreas.

En 2006 se fumigaron 172.000 hectáreas de hoja de coca y manualmente se destruyeron 42.000 hectáreas.

Los campesinos del Putumayo dicen que mientras la coca sea rentable será difícil que desaparezca y sostienen que mientras una hectárea les garantiza ingresos por unos 600 dólares al mes, un plan alternativo sólo ofrece 45 dólares. "Eso es cierto, nada compite con la coca, absolutamente nada es tan rentable como la coca", reconoció Santos.

Pero algunos campesinos aseguran que la coca dejó de ser rentable por la persecución del Estado, aunque reconocen los beneficios del negocio. "Era un buen negocio, uno lo miraba como negocio. Yo exhorté a mi esposo a sembrar coca y con eso tratar de educar los hijos. Lo logré, sacamos tres hijos profesionales", dijo María Victoria Rodríguez, una mujer de Puerto Asís que cultivó coca durante varios años y que luego cambió a palmito y frutas.
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Gilberto prepara pasta base de cocaína bajo el sofocante calor de la selva. "Vamos con la coquita, sino qué vamos a hacer", dice el agricultor colombiano.

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