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 domingo, 25 de febrero de 2007  
Yo creo: "Las buenas películas no tienen color"

Rodolfo Bella / Escenario

Todo empezó con Sidney Poitier. En 1963 el actor fue el primer afroamericano en ganar un Oscar. La tendencia a la inclusión no dejó de crecer lentamente hasta hacerle un lugar a las minorías raciales, sexuales e hispanas. Este año son cuatro los intérpretes negros que aspiran a la estatuilla, dos de ellos en uno de los rubros más importantes, como es mejor actor: Will Smith, por "En busca de la felicidad", comparte el apartado con Forest Whitaker por "El último rey de Escocia". Y Eddy Murphy es candidato a actor de reparto por "Soñadoras", un filme que repite la nominación, pero en el rubro femenino de esa categoría para Jennifer Hudson.

Poitier, quien además recibió un premio honorífico a su carrera en la penúltima edición de los Oscar, impuso el trabajo sobre los prejuicios. Denzel Washington obtuvo el Oscar por "Tiempos de gloria" y luego otro por "Día de entrenamiento". En esa última ocasión se produjo otro reconocimiento histórico en la saga de la Academia cuando Halle Berry se transformó en la primera mujer afroamericana premiada como mejor actriz. Un furibundo Spike Lee se dio a conocer a principios de los 90 con un puñado de películas que enfocaron con reflectores la problemática racial con "Haz lo correcto" y las más viscerales "Clockers" y "Crooklyn". Malcolm X", su película más conocida y más formal, fue premiada en Berlín, lo que le dio visibilidad internacional al cine producido por un miembro de la comunidad afroamericana.

Después de Poitier, llegarían los Oscar para Jamie Foxx ("Ray") y Morgan Freeman ("Million Dollar Baby"). La gran fiesta de la industria también le dio un cupo a los conductores de color, con Whoopi Goldberg, Sammy Davis Jr. y Chris Rock. Con los latinos a la cabeza, que reunieron más de doce nominaciones, esta edición de los Oscar comenzó a dar cuenta de las dos minorías más numerosas de Estados Unidos que sumadas superan los 70 millones de personas de un total de 300. Ante una realidad tan abrumadora quizás ya no tenga tanto sentido pensar en un cine de un color u otro, sino en su mejor o peor factura.
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