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 domingo, 11 de febrero de 2007  
Raúl Castro visitó el stand santafesino y recordó anécdotas con el Che y Fidel
Las fotos de la casa de Guevara en Rosario atrajeron a toda la Feria del Libro de La Habana

Diego Veiga / La Capital

Llegó en medio de un operativo de seguridad tan estricto que nadie pensó que sólo una hora más tarde se prestaría a un diálogo descontracturado con los periodistas rosarinos en medio de la réplica de la casa natal del Che en La Habana. Sin embargo, Raúl Castro sorprendió a todos. Menudo, de no más de un metro setenta, y luciendo camisa sin corbata y saco claro, no se privó de recordar su periplo en el Granma (el barco con el que los revolucionarios zarparon desde México en diciembre de 1956 con destino a Playa Girón, en Cuba), y varias anécdotas que tuvieron como protagonistas a su hermano Fidel y a Ernesto Che Guevara. Y como si fuera poco, tras la charla, remarcó: "Gracias por aguantarme la historia". Minutos más tarde se detuvo frente a los cerca de cincuenta medios extranjeros que cubren la Feria Internacional del Libro de La Habana y remarcó: "Fidel está bien. Tiene un teléfono al lado y lo usa bastante. Esta al tanto de todo. De las cuestiones más importantes se le consulta. El no interfiere en nada, pero está al tanto de todo. Por suerte a mí no me llama mucho, llama a (el ministro de Economía Carlos) Laje y a (el ministro de Relaciones Internacionales) Felipe (Pérez Roque)".

Todo sucedió el jueves por la noche en el stand que Santa Fe tiene en la feria. Allí, junto al gobernador Jorge Obeid, miembros de su gabinete y el puñado de periodistas rosarinos que acompañan la comitiva, Raúl dio rienda suelta a los recuerdos. Mientras observaba la réplica de la casa natal del Che, su ministro de Relaciones Internacionales le recordó una anécdota de Guevara y Raúl comenzó a hilvanar las historias. Y uno de los primeros recuerdos fue el del momento en que conoció al Che en México "dos meses antes que Fidel".

"Lo encuentro en la casa de una cubana en el Paramounth 49, María Antonia, que nos arropaba a todos en México. Allí nos vimos por primera vez. Fidel también lo conoció allí. En un minúsculo departamentico un poquito más grande que esto", dijo, marcando con la mirada el dormitorio de Guevara montado en el stand de la feria. "Era un cuartito, una salita comedor y una cocinita que cabían todos de pie. Era el año 1955", detalló.


Asadito argentino
Después su memoria trajo el periplo de los combatientes en la sierra tras el desembarco del Granma Pero la anécdota no revelaba actos heróicos sino sobre la pésima capacidad culinaria del Che Eramos como 18 y compramos una vaca a un campesino Y al Che se le ocurre hacerla a las pampas en referencia al asado a la estaca Una cruz y todos nosotros menos los que estaban de guardia esperando A partir de ahí jamás le dimos una vaca al Che para que la cocinara Nos tuvo horas esperando y la vaca seguía cruda admitió

Según su relato, esto sucedió en el primer campamento que armaron, allá por diciembre de 1956. Es más, el 18 de ese mes Raúl se reencontró con Fidel en el poblado de Picana, donde dos días después se les unirían el Che y Camilo Cienfuegos. Raúl contó además que en el encuentro su hermano estaba con dos hombres y le preguntó cuántos fusiles traía, el le respondió que eran "cinco" y Fidel respondió: "Y dos que tengo yo son siete. Ahora sí ganamos la guerra". Raúl admitió: "Yo no quise ponerlo en el diario y se lo dije mucho tiempo después. Yo creía que tu estabas loco Fidel. Siete fusiles contra 80 mil, pero Fidel fue siempre así. Nunca ha perdido", remarcó


La odisea del Granma
La charla se hizo cada vez más descontracturada y entonces Raúl llevó sus recuerdos hacia el viaje en el Granma aquel pequeño barco que transportó a Cuba a 82 hombres armados y que hoy se luce en el Museo de la Revolución en La Habana

El canciller cubano introdujo el tema al contar que "cuando se montaron en el Granma, el Che preguntó: «¿Y cuándo llegamos al barco?». Raúl se sumó diciendo que "eso le pasó a varios", y subrayó: "Yo iba resignado, y por poco nos quedamos en el estrecho de Yucatán. Donde empezó a hacer agua y agua".

Sin pruritos, detalló que muchos estaban descompuestos y vomitaban porque de los siete días que duró el periplo, sólo uno fue de mar calmo. A juicio de Raúl, el viaje "fue un cachumbambé", algo así como una verdadera batidora, y relató: "Estaba prohibido salir. La salida estaba cerrada con un cable. Apagamos el motor y con el impulso lo pasó por arriba y seguimos. Ya al otro día el bote empezó a hacer agua, pero casi nadie se enteró".

Así, contó que un grupo sacaba el agua, mientras Fidel medía con un hilo cómo subía el nivel en la embarcación. Es que el líder cubano había hecho los cálculos de velocidad y tiempo del viaje con el Granma vacío, pero con 82 hombres y armamento para 100, la línea de flotación bajó y el agua empezó a ingresar por las maderas situadas por encima de esa línea.

"Por eso la velocidad se redujo siete nudos y Santiago se subleva el 30 de noviembre, que era el día que debíamos coincidir y no llegamos. Lo que fue un bumerang, ya que Batista reforzó a la provincia con tropas enviadas por avión", contó, antes de apuntar que como el bote se hundía cada vez más él mismo preguntó si había salvavidas y le contestaron: "Sólo un botecito allá atrás".

Lo cierto es que, según aseguró Raúl, ese bote "se hundió solo cuando llegamos al desembarco" y agregó que "el agua llegaba al cuello". Así, el contratiempo demoró la llegada de los revolucionarios hasta el 2 de diciembre y causó una aplastante derrota de quienes habían iniciado el levantamiento en Santiago de Cuba.

"Ese barco no era ni para salir a pescar frente a La Habana. Esto fue una aventura desde el comienzo", admitió Raúl mientras comenzaba a abandonar el stand santafesino de la feria tras más 45 minutos de diálogo. Pero giró sobre sus pasos, miró al grupo que lo había escuchado y lanzó: "Gracias por aguantarme la historia".
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Un estricto operativo de seguridad no impidió que el presidente cubano tomara contacto con los periodistas roosarinos.

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