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 sábado, 16 de diciembre de 2006  
Puerto Norte
Una apuesta en riesgo
El proyecto del rosarino Juan Munuce intenta dar forma al vacío en la renovación urbana del Parque Scalabrini Ortiz, segunda fase. Su planteo puede ser desfigurado por los implantes especulativos que apuntan a ese sector

Silvia Pampinella / Carla Berrini

Se puede llegar a creer, a fuerza de oír reiteradamente los slogans dominantes acerca de nuestra ciudad, que se entró con paso seguro a los temas contemporáneos en materia de intervenciones urbanas. ¿Cómo no creerlo cuando se observa la presentación en la reciente Bienal de Venecia? Mucho se ha hecho desde la recuperación de la democracia. La evaluación de esos logros no exime del seguimiento de cada caso. Entre una propuesta y un resultado median los procesos de desarrollo, reajustes, gestión y concreción.

Hoy, el tema más importante en Rosario por su dimensión y su potencial es la urbanización de la gran cuña urbana que incluye Puerto Norte y la antigua playa del ferrocarril. Un concurso nacional de ideas fue el mecanismo adecuado para abordar un tema tan complejo como rico en posibilidades. El proyecto ganador asumió el desafío.

A dos años del concurso, cuando la dinámica de construcción sobre el sector se ha puesto en marcha, se verifica la precisión del comentario de Rem Koolhaas acerca del urbanismo al que definió como "un tablero de guerra donde los generales creen que deciden cómo se mueven las cosas sobre una mesa, mientras las verdaderas batallas se libran en otro lado". Aún así, dice Koolhaas, "los arquitectos deben seguir resistiendo".


Lo vacante, lo vago y lo vacío
El vacío a reurbanizar es una interrupción de la cuadrícula, un vacío vinculado a otros tiempos de la economía de la ciudad y la región, restos arqueológicos que encuentran un borde cuando la mirada se topa con la inmensidad del río Paraná. A la inversa, vistas desde el río, las instalaciones de la refinería, del puerto y del ferrocarril emergen como un artificio humano.

Pero esa relación entre el borde de la ciudad y la costa es sólo una parte del territorio vacante. Una barrera de grandes torres no se hace cargo del tema de la reurbanización ni de ningún problema más allá del negocio inmobiliario. Corta y pega modelos explotados hasta el hartazgo.

Con el despertar de este gran vacío se juega la reserva más importante de la actual extensión de la ciudad. Sus posibilidades aletargadas durante décadas, son avistadas por el ojo económico, el político y el planificador. ¿Y la arquitectura? Ha dado muestras de sensibilidad para interpretar las tendencias y dar voz a las tensiones latentes, en estado de vigilia.

"Casi un proyecto" (así se llama el trabajo ganador del concurso, del arquitecto rosarino Juan Munuce) asume las sugerencias de lo preexistente y la dirección de las marcas históricas visibles e invisibles desde el intento de caracterizar sectores a partir de tendencias, no sólo ve el vacío de construcción, sino la vaguedad, lo indefinido y, por lo tanto, lo sugerente. Por eso define criterios de intervención, generatrices de otros proyectos posibles. Indeterminación, manejo del tema de los bordes y de las distancias. Posibilidades de absorción de diferentes programas en el tiempo, heterogeneidad y superposiciones.

La arquitectura, como la literatura y otras formas culturales, abreva en otras experiencias, ya sea en un pasado más o menos remoto como en recientes experimentaciones. En el tráfico de teorías, Barcelona viene ocupando un lugar importante para el campo disciplinar local no sólo en la declamada hermandad entre ambas ciudades, también existen algunas semejanzas de las poéticas arquitectónicas o la importación de técnicos y operativas de gestión.

En el Congreso UIA Barcelona 96, los catalanes propusieron cinco conceptos para organizar el catálogo y los debates, para pensar sobre "presente y futuro" de las ciudades desde una perspectiva arquitectónica. Uno de estos conceptos fue el de terrain vague: un aporte teórico ineludible para intervenir sobre los vacíos urbanos.

Este concepto fue la base de la memoria de Juan Munuce para la justificación de su propuesta. La gráfica usada en el concurso se acerca a la del famoso grupo holandés MVRDV. Y los fantasmas cruzando Abby Road.Vinculado a la tradición paisajística, al "ambiente" como concepto que trasciende el valor aislado de los edificios y a la tradición crítica que buscó en la vida de la gran ciudad espacios alternativos, el concepto de terrain vague puede entenderse como "la forma de la ausencia".

El arte, el cine y la fotografía fueron los primeros en poner esas formas de la ausencia frente a nuestros ojos. Territorios improductivos, obsoletos; áreas abandonadas por la industria, por los ferrocarriles, por los puertos; espacios residuales de las grandes ciudades que muchos encuentran como los mejores lugares de identidad, del encuentro entre presente y pasado, de la libertad.

La evocación y la nostalgia, en términos de Solá-Morales: "la experiencia de la memoria y la fascinación por el pasado como ausencia irremediable", marcan hoy la diferencia entre una urbanización basada en la destrucción para una posterior edificación y "las aproximaciones sensibles a estos lugares de memoria y ambigüedad".

Comprometidos con la experimentación desde el pragmatismo, desde el reconocimiento de las limitaciones establecidas, los arquitectos MVRDV se proponen radicalizar las cosas, forzar los límites, revelar la teoría del caos a través de una herramienta: los paisajes de datos (datascapes).

Alejados de los enfoques meramente artísticos, ellos argumentan la forma haciendo uso de los índices edilicios, costos y estadísticas. Esto es posible cuando obtienen del gestor de edificación un pensamiento ordenado acerca del proyecto y no un encargo general. Y no es sencillo, aun en Holanda. Precontratos y desarrollo de prediseños marcan la importancia de formas operativas de gestión previas a la intervención urbana o arquitectónica.
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