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 sábado, 09 de diciembre de 2006  
Debate sobre la educación superior y su compromiso con la comunidad
Horacio Fazio: “La universidad tiene una deuda social con los sectores más postergados”
Para el subsecretario de Políticas Universitarias las facultades no pueden estar al margen de la discusión de un nuevo proyecto de país

Matías Loja / La Capital

Masividad o calidad, inclusión o selección, y gratuidad o arancel son algunos de los puntos que suelen contraponerse, en el mayor de los casos de manera llana y parcializada, en la discusiones que conforman la agenda del debate universitario.

Pero para el subsecretario de Políticas Universitarias de la Nación, Horacio Fazio, uno de los temas centrales de las reflexiones en las universidades debiera ser cómo logran “honrar la deuda social que tienen con la sociedad”, sobre todo con los sectores populares que financian sus acciones.

De visita en Rosario, el funcionario nacional y economista egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) disertó a fines de noviembre, en los altos de la librería Homo Sapiens, sobre “El desafío de la universidad en la Argentina actual”, jornada en la que se reunió con representantes de varias facultades de la UNR para discutir el escenario político de las casas de altos estudios de cara al 2007.

En diálogo con La Capital, Fazio consideró que las instituciones de educación superior no pueden estar al margen de la discusión de un proyecto nacional, aunque a la hora de imaginar el lugar público en el que esa discusión se desarrollará, el economista señaló que no es fácil discutir el rol de las universidades fuera de ellas.

-Así como ya se discutió, al menos en lo normativo, la educación técnica y la escuela básica, ¿el 2007 es el año de las universidades?

—Yo no tengo ninguna duda de que sí. En una reciente reunión ante rectores se adelantó que no hay ningún problema, en la medida que coincidan los rectores y los estamentos universitarios, para poner en discusión una nueva ley universitaria, o en su defecto modificar lo necesario de la vigente. Ahora, respecto a que si el año próximo, independientemente si hay discusión o no de la ley, es el momento de las universidades, yo diría que lo viene siendo desde el inicio de esta gestión. Una de las formas objetivas de analizar el grado de prioridad que un gobierno asigna a un área determinada, en este caso la educación superior, es analizar la cuota del presupuesto asignado. Y allí podemos decir, con números objetivos, que desde la baja histórica de la mayor caída presupuestaria, que se produjo con la crisis de 2001, ya este año hemos saltado a una suba real en términos históricos, la más alta de los últimos 25 años.

—La década del 80 fue el intento de democratización, y los 90 de reformas de Estado apuntadas al mercado, ¿cuál es hoy el modelo universitario?

—Hay lineamientos claros que apuntan a una mejor y mayor inserción de la universidad en contextos económicos de la comunidad. Se han lanzado diversos programas de promoción de carreras que están necesitando una infraestructura socioeconómica, y que las universidades no estamos ofreciendo. Es tal el crecimiento de la economía en los últimos años, que eso genera una demanda de trabajo especializado que hoy las universidades no están en condiciones de satisfacer.

—¿Dónde están enfocadas estas demandas insatisfechas?

—Generalmente a todo tipo de ingenierías, las del sector primario como el agro y en algunos servicios de enfermería. Esto es un problema serio, mucho más serio del que creemos, porque las empresas al tener un objetivo de crecimiento y un objetivo maximizador de sus ingresos, no escatiman esfuerzos en conseguir los recursos humanos que necesitan para cumplir con su propio plan de producción. Y estamos observando, y es lo que nos preocupa, que se acercan a las universidades y tientan con sueldos muy importantes a estudiantes que aún no han concluido la carrera, que por eso abandonan sus estudios. Para poner un ejemplo, en San Juan hay un boom de la minería, entonces tenemos estudiantes de los primeros años de minería tentados con sueldos de 2.500 pesos. Y es difícil competir con eso.

—¿Qué reflexión le cabe sobre esto a la universidad?

—La universidad no puede estar al margen de la discusión de un proyecto de país. Es un actor importante que debería presentar incluso no una propuesta sino varias. Que sean alternativas, acordes con diversos posicionamientos ideológicos o políticos. Yo creo que en eso estamos fallando. Están fallando un poco las universidades. Pero recordemos que en ese sentido, las universidades son autónomas y yo no puedo hablar de ellas en sí mismas, no es mi función. Cada una tiene absoluta libertad para manejarse en esto con los recursos que hoy les podemos brindar y vincularse a la discusión como un actor más de la comunidad circundante para debatir el proyecto de país.

—De la misma manera que la sociedad se manifestó abierta a discutir los demás niveles de la enseñanza, ¿avizora un escenario similar con respecto al debate sobre la universidad?

—Ese es un tema complejo porque la sociedad ve a la universidad como al sector depositario del saber y del conocimiento. Y no es fácil debatir su rol fuera de ella. En todo caso habrá que discutir la forma de conexión de la educación superior con el resto de la comunidad. Por eso es mucho mayor la responsabilidad de los estamentos universitarios para discutirse a sí mismos, teniendo deudas sociales, dado que es la comunidad la que financia su actividad. Estamos ante una estructura impositiva donde el IVA es la tercera parte de la recaudación, lo que quiere decir que la tercera parte de los fondos que financian la universidad provienen de este impuesto. Y si hay alguien que no puede evadirlo son los sectores más postergados, que gastan sus ingresos en bienes de sustento, como alimentos y vestimenta. Por lo tanto, buena parte de la financiación de las universidades proviene de esos sectores. Y eso nos crea una obligación en proyectar y discutir como honramos esta enorme deuda social que tenemos con los más postergados.

—¿Se discute sobre esto en el seno de las universidades?

—Por eso, vuelvo al tema de la autonomía. A veces visitando algunas instituciones del interior envidio el potencial que tienen en tomar iniciativas. Pero muchas veces esto se diluye por internas políticas, o de posicionamiento ideológico, que insumen mucha energía que se la estamos quitando a la docencia, la investigación y a la elaboración de planes que solucionen las necesidades que la sociedad nos demanda. Por eso también hay que trabajar en la inserción de la población pobre en las universidades. Recientemente un estudio de la UBA mostraba que suman cerca de 10 mil los estudiantes provenientes de villas miserias. Es cierto, es una universidad de más de 300 mil alumnos. Pero 10 mil estudiantes proveniente de hogares pobres no es un número menor. Por eso, es responsabilidad nuestra detectar y procurar que todos esos sectores tengan becas y la apoyatura institucional para que puedan seguir estudiando y graduarse.


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Para Horacio Fazio, el crecimiento de la economía generauna demanda profesional que las universidades hoy no están en condiciones de satisfacer.

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