La hinchada

El Saitama se vistióde celeste y blanco

El seleccionado de Sergio Hernández se sintió local en el imponente Saitama Memorial Arena por el continuo aliento de los 300 argentinos presentes, con los que quien el equipo terminó festejando el pase a las semifinales.

Desde temprano, los hinchas argentinos fueron copando las tribunas para colocar sus banderas celestes y blancas, en las cuales se leían inscripciones de Neuquén, Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Paraná y hasta una de la localidad bonaerense de Castelar.

Sin embargo, antes del partido la organización obligó a los hinchas argentinos a tapar con cintas las inscripciones publicitarias (Visa y Topper) de algunas banderas, dejando a la insignia patria con unas franjas verdes de dudoso gusto.

En la previa al choque con Turquía los españoles y lituanos eran amplia mayoría. Sin embargo, tras el himno argentino los hinchas nacionales sorprendieron a todos al lanzar papelitos como en un estadio de fútbol, lo que obligó a los eficientes voluntarios japoneses a limpiar el parquet en pocos minutos.

"Hice un enorme esfuerzo para venir hasta aquí pero no me importa. Mi familia me decía que estaba loco, pero este grupo trasmite mucha energía y lo voy a seguir adonde sea", contó Jorge Reynoso, de La Plata.

La labor Argentina contagiaba a los hinchas y los cantos comenzaron a hacerse oir en un duelo con la centena de hinchas turcos, ataviados todos de rojo.

Con el triunfo encaminado surgió el habitual "es un afano, suspéndalo...", mientras los jugadores argentinos se reían desde el banco al ver que ante cada canto la policía japonesa intentaba cortésmente, pero en vano, que los hinchas se sentaran.

Tras el encuentro, los jugadores festejaron de cara a la tribuna central, saltando y revoleando remeras por sobre sus cabezas, cantando a coro con los hinchas el ya clásico "que vamos a salir campeones, como en los Olympic Games...".

Sin parar. Los argentinos alentaron durante todo el partido sin hacer caso a los ruegos policiales.