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 miércoles, 30 de agosto de 2006  
L a tragedia de Nueva Orléans. A un año de la catástrofe, el presidente asumió la responsabilidad por la lentitud en la ayuda
El Katrina destapó la peor cara de EEUU y hundió la imagen de Bush
El paso del huracán dejó al desnudo la pobreza, el racismo y la ineficiencia del gobierno para manejar crisis

Nueva Orleáns. - El huracán Katrina no sólo fue una tragedia para centenares de miles de estadounidenses en la costa del Golfo. También fue uno de los mayores fracasos de la gestión del presidente George W. Bush. La catástrofe natural destapó la peor cara de EEUU: pobreza, racismo y violencia quedaron visibles en todo el mundo. El desastre en el delta del Mississippi puso al descubierto la incapacidad del servicio nacional de catástrofes, la vacilación del presidente y el miserable manejo de la crisis en Washington.

En las primeras horas de la mañana de ayer, a unos 100 kilómetros al sur de Nueva Orleáns, centenares de personas inclinaron su cabeza en silencio, al conmemorarse un año del momento en que el ojo del huracán pasó a las 6.10 de la mañana. La pequeña población de Buras fue lanzada al golfo de México por el Katrina. Horas más tarde, los cruciales diques de Nueva Orleáns cedieron, desatando uno de los peores desastres naturales en la historia de Estados Unidos, y matando a más de 1.800 personas, la mayoría en Luisiana.

Un año después, la costa del Golfo de México conmemoró la tormenta que puso a la región en el umbral del desastre. En Nueva Orleáns, el presidente Bush asistió a una ceremonia en la catedral de Saint Louis, y él y su esposa encendieron velas en memoria de las víctimas. La iglesia no fue afectada por los vientos huracanados y la crecida de las aguas que afectó a la ciudad el 29 de agosto del 2005.

El renacimiento de Nueva Orleáns ha comenzado, pero ha sido muy lento, y Bush intenta que líderes locales diseñen un plan de reconstrucción que pueda acelerar el ritmo de las tareas. De los 110.000 millones de dólares en ayuda aprobados por el Congreso, sólo se han gastado 44.000 millones. En total, el gobierno ha entregado 77.000 millones a los estados y guardó el resto para atender necesidades futuras.

Bush asumió ayer nuevamente la responsabilidad por la lentitud en la ayuda, y al mismo tiempo prometió que en caso de una nueva catástrofe la respuesta del gobierno será más rápida y eficaz. "Estamos mejor preparados", afirmó. "Este aniversario no es el final. El gobierno permanecerá junto a la gente hasta que la labor esté cumplida", agregó el mandatario, en su decimotercera visita a la región.

Sobre cuánto tiempo llevará la reconstrucción, el presidente respondió: "Yo diría que años, no meses. Pero por otro lado, el progreso alcanzado en un año ha sido notable", aseguró. Sin embargo, esa no es la percepción que tiene la mayoría. Entre los recuerdos imborrables que dejó el Katrina, la imagen de Bush permanece como ninguna otra en la memoria de los norteamericanos.

Mientras imágenes horribles de miseria, ancianos desamparados, enfermos, niños en el agua o sobre los techos de la Nueva Orleáns inundada daban la vuelta al mundo, se mostró también una foto del presidente Bush, mirando desde la ventanilla de su Air Force One todo ese desolador panorama desde el cielo.

Una frase del presidente se convirtió en inolvidable: "Creo que nadie podría haber previsto que se romperían los diques". Y eso que en las mejores guías turísticas sobre la metrópolis del jazz se podía leer el miedo de sus habitantes a que se produjera la tormenta del siglo por la debilidad de los diques.

Tras el Katrina, los ciudadanos estadounidenses vieron al "rey desnudo", su imagen de persona decidida quedó llena de rasguños. Los norteamericanos quedaron conmocionados y la popularidad del presidente cayó hasta el fondo, también por los escándalos que sacudían entonces a los republicanos.


Los meses más oscuros
Bush vivió a partir de ahí los meses más oscuros de su presidencia. "El Katrina fue un fracaso nacional, un revoltijo de errores, descuidos y cosas absurdas", señaló un nada indulgente informe de una comisión de investigación del Congreso. "Una actuación rápida del presidente habría acelerado la ayuda", fue la crítica relativamente tímida de la comisión, formada únicamente por republicanos.

Michael Brown, el entonces director de la FEMA, la autoridad para la gestión de emergencias, sirvió como chivo expiatorio. Y hoy sigue sosteniendo que el gobierno no reaccionó adecuadamente a sus pedidos.

Las imágenes de una Nueva Orleáns habitada mayoritariamente por negros también mostraron al mundo un país que raras veces aparece en las películas de Hollywood. Y es que, en el rico Estados Unidos, viven más de 37 millones de personas bajo el umbral oficial de la pobreza, situado en 22.509 dólares anuales para una familia de cuatro integrantes. Y el mayor porcentaje de pobres está entre la población negra: casi uno de cada cuatro. Cuando en la situación extrema que vivía Nueva Orleáns fueron saqueados algunos comercios se mostró otro aspecto de la sociedad estadounidense: el racismo.

Algunos medios tuvieron palabras de comprensión e hicieron alusión a la situación de emergencia que vivían los ciudadanos cuando refugiados blancos salían con botellas de agua y bolsas de plástico de supermercados saqueados. Pero cuando quienes salían de los comercios de esa forma eran negros, enseguida surgía la acusación de "saqueadores".
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Hasta los más chicos visitaron ayer el monumento de las víctimas.

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