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domingo,
27 de
agosto de
2006 |
España: en busca de los afectos
El 25 de junio pasado, junto a mi esposa Graciela, partimos hacia Europa. El primer destino fue Madrid, para visitar a nuestro hijo Marcelo, su esposa Lorena y su pequeño hijo Stefano, (nuestro nietito). Ya en Barajas tuvimos la primer sorpresa, porque además, que los tres nos estaban esperando, nos impresionó lo imponente y moderno que encontramos al aeropuerto.
En nuestro viaje en taxi, hacia el centro, advertimos la extensión del mismo y comenzamos a divisar la gran cantidad de obras en construcción, carreteras, puentes, excavaciones para nuevos metros. Las "plumas" eran una constante en el paisaje madrileño, es decir que el progreso estaba instalado. En ese momento ya tuve la respuesta, del por qué Marcelo con su título de arquitecto debajo del brazo, hace tres años tuvo que emigrar a la Madre Patria. Ese presente, tranquilizaba mis temores, antes de corroborar que estaba trabajando en un estudio de primer nivel, lo que satisfacía mis expectativas y me colmaba de orgullo.
Nos instalamos en su departamento, y comenzamos a transitar el paseo la Castellana hacia Nuevos Ministerios, el Santiago Bernabeu, la torre Picasso, las gemelas torres Kio y nos fuimos contagiando, el acento, el "vale", el pedir una caña, con tapas, y todas esas cosas "chaval", Recorrimos las plazas: de Colón, del Sol. El Palacio Real, el Parque del Retiro, la plaza de toros en Ventas, el popular mercado del Rastro y la histórica Plaza Mayor, pasamos por la puerta de Alcalá, recorrimos su calle y la Gran Via , visitamos el Museo del Prado, y la fuente de Las Cibeles, por contar algunas, entre tantas.
Hacia Toledo
En tren, (en los denominados "cercanías") nos trasladamos a Toledo, El Escorial y alrededores. Recorrimos Madrid a pie, con los afectos familiares y amigos que residen desde hace mucho tiempo, y por supuesto conocen muy bien la ciudad, ellos nos mostraron muchos "rincones", que no están en las rutas turística.
Para profundizar el afecto, quisimos escarbar más hondo y llegar al pueblo natal de los abuelos de mi esposa. Tomamos un Renfe, (tren parecido al Ave, que por poco no vuela) .Destino: Navarra, el objetivo Ujué, un vestigio medieval edificado en torno al santuario de Santa María de Ujué. La iglesia domina al pueblecito, que se desparrama, por las laderas de un cerro con calles estrechas, empedradas y laberínticas, con casas de piedra, habitado por un centenar de vascos que se resisten a dejar su terruño. Esa era toda la información que teníamos.
El tren nos dejó en Tafalla, una pequeña ciudad de la Navarra Media, muy cerca de nuestro objetivo, Víctor, el encargado del hotel, nos consiguió un taxi para que comencemos la búsqueda de la casa de los abuelos, José y Emilia, que hace más de 100 años habían dejado Ujué, con la intención de volver; pero llegaron a la Argentina, echaron raíces, y se quedaron para siempre. Después de unos veinte minutos de camino de cornisa, llegamos. Era como lo habíamos imaginado.
Recorrimos las estrechas callejuelas y muy pronto encontramos la casona de piedra, que los abuelos le habían dibujado en la mente a mi esposa. Allí estaba tal la describieron, al lado de la iglesia. Fue tan emotivo, que no atinamos a decir palabra alguna. Continuamos cubriendo esa minúscula fortaleza vigilante de los reyes pamplonenses del siglo X . Nos dirigimos a El Mesón, única y típica taberna, donde degustamos las "migas del pastor", preparadas mentalmente con grasa de oveja, agua, sal, ajo y pan seco, con algunos ingredientes como tocino, jamón y longaniza., plato sencillo y autóctono. Para luego pasar a una buena ración de costillas de cordero lechal, asadas en brasas que producen los sarmientos, todo regado con excelente vino de la zona.
Volvimos a Tafalla con una sensación indescriptible por las horas vividas en ese hermoso pueblito, rodeado de una bellísima fracción de naturaleza. Por la proximidad con Pamplona, nos dirigimos a ella, justo un día antes del chupinazo, recorrimos la angostísima calle Estafeta, donde el 7 de julio, para las fiestas de Los Sanfermines se efectúa el encierro de toros, desde el ayuntamiento, produciendo las corridas, y todo lo que eso implica, para desembocar en la plaza de toros.
Dejamos España, pero antes de volver a Argentina, pasamos unos días por Italia, más precisamente, el pueblo de mis abuelos, mis padres y donde yo nací, de donde junto a mis padres me ausenté en el año 1948, cuándo contaba solamente 3 años: Gissi, provincia de Chieti, en la hermosa región del Abruzzo, un típico pueblito de montaña que puede confundirse con muchos similares de Italia y también de España, con casas antiquísimas, callecitas angostas, e irregulares, con desniveles, que pintan un paisaje que no estamos acostumbrados ver. Desde su terraza (la parte más alta), que convive con la iglesia, se puede divisar La Maiella, y las playas del mar Adriático, un paisaje maravilloso. Tan maravilloso como reencontrarse con primos, sobrinos, mis tres únicos tíos que habitan en esa lejana tierra y estrecharse en un fuerte abrazo, ese que nos fue negando el tiempo y la distancia.
Al volver a nuestra casa, felices por reencontrarnos nuevamente con nuestros hijos, nietos, demás familiares y amigos, aquí en nuestro país, nos quedó la alegría de los días vividos y descubrimos al desempacar, que las valijas estaban repletas de afecto.
Antonio L. Ottaviano
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Fotos
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Ujué es un vestigio medieval, edificado en torno al santuario de Santa María.
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