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 domingo, 27 de agosto de 2006  
Barreal: en San Juan al pie de los Andes

Barreal, una pequeña localidad ubicada al oeste de la ciudad de San Juan, tiene el raro privilegio de estar enclavada en una zona única: el valle formado entre la precordillera sanjuanina y los impetuosos Andes. Hasta allí se llega sólo por la ruta provincial 12 desde San Juan o desde Uspallata por la 39, ambas en estado de reparación.

El visitante de Barreal debe saber, antes de internarse entre sus álamos a contemplar un cielo que 300 días al año está despejado, que en el pueblo no hay internet, ni llegan los diarios. La televisión satelital es el único contacto con el resto del mundo, así como la telefonía, si es que el impiadoso zonda no hace de las suyas.

En sus calles de tierra andan en paz caballos, niños en bicicleta y habitantes de una comuna que en los últimos años fue visitada por alemanes, holandeses, estadounidenses, australianos, coreanos, japoneses e italianos, entre otros.

Barreal es el punto exacto para alejarse del "mundanal ruido". Las hosterías y cabañas del lugar se jactan de que en sus enormes parques sólo se escucha el graznido de los piuquenes que bajan de la cordillera escapando de la nevada, o el rebuznar de algún burro inquieto.

La hospitalidad de los habitantes, sumada a la de los dueños de las hosterías, invitan al turista a adentrarse en los secretos del pueblo. Una de las opciones es hospedarse en La Querencia, una pequeña construcción ubicada frente a la cordillera. Otras posibilidades son El Alemán y San Eduardo, donde además se sugiere almorzar o cenar, pero no dejar de probar la cerveza artesanal del lugar que motivará la organización del primer Oktoberfest.

Una recomendación: escuchar las historias de vida de quienes dejaron la civilización para escapar al campo. Entonces se encontrarán con la historia de Berni, un ingeniero alemán que llegó de Hamburgo a trabajar en Buenos Aires, pero que un día se cansó y enfiló para Barreal con su mujer.

También es interesante la historia del matrimonio de Adela y Carlos que fundaron La Querencia y reciben a los turistas cada día con una sonrisa. O la del ex corredor Fórmula 1 Ricardo "el colorado" Zunino que a una vieja casona de campo familiar transformó en la posada San Eduardo.

Barreal impresiona por sus cielos sin nubes, de día y de noche, que contrastan con los glaciares eternos del impetuoso cerro Mercedario. La limpieza de sus cielos motivó que a pocos kilómetros de allí se instalara el Complejo Astronómico Leoncito que también puede visitarse, así como el Parque Nacional del mismo nombre que lo contiene.

Frente al acceso al Complejo Astronómico se encuentra la planicie de Barreal Blanco. Se trata de una extensa superficie de cinco kilómetros por ocho, compuesta por arcilla derivada de la ladera de la cordillera en cada lluvia anual.

La llanura de Barreal Blanco es tan plana que allí es habitual presenciar carreras de car o carrovelismo: un extraño deporte en el que unos rodados con velas son impulsados por el "Conchabado", un fuerte viento que sopla cada día a las dos de la tarde.

Antes de volver a la civilización, es un deber hacerle otro guiño al silencio o al latido de la tierra. Se impone el trekking hasta la base de alguno de los cerros cordilleranos que rodean la zona. Para los más intrépidos, siempre queda el andinismo. Y para quienes tienen más tiempo, el cruce de los Andes por el camino que usaron las columnas del Ejército Libertador del General José de San Martín.
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Barreal impresiona por su cielo sin nubes.



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