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domingo,
27 de
agosto de
2006 |
Lecturas: Una creación humana
Osvaldo Aguirre / La Capital
"Se expondrá aquí el encuentro entre dos grupos humanos". Con esa lacónica frase David Engel abre su estudio sobre el Holocausto que cobró la vida de casi seis millones de judíos durante la Segunda Guerra. Parece discutible afirmar su singularidad, agrega, porque no fue el único y tampoco el peor asesinato en masa de la historia, y "todos los acontecimientos históricos son únicos". Se trata, en cambio, de señalar las razones para su estudio, y entre ellas hay al menos una que conmueve las bases de cualquier reflexión: el genocidio nazi "pone en duda nuestra comprensión de los seres humanos: nos obliga a pensar de nuevo qué significa lo humano".
Engel propone una visión desapasionada, de modo de apelar al intelecto y no a las emociones del lector, y a la vez un relato enmarcado en el contexto de la época, para evitar el misterio y el desconcierto que a veces provoca el Holocausto. Su relato comienza con una reseña de la historia del pueblo judío, desde sus orígenes hasta el surgimiento del movimiento sionista, a fines del siglo XIX, para luego rastrear las raíces del antisemitismo en Alemania. Después de examinar el pensamiento de Hitler sobre la "cuestión judía", aborda el proceso, las ideas y las personas que llevaron a la ejecución del exterminio.
En ese recorrido, retoma y resume los principales estudios sobre el Holocausto, parte de las preguntas más elementales sobre el tema y llega, con claridad, a su centro. Poco a poco el libro se impone como una excelente introducción a un tema de extraordinaria complejidad, expuesto de una manera que no reduce sus dificultades, sino que precisamente las describe de manera precisa. Una de las conclusiones reiteradas de Engel es que los crímenes del nazismo no constituyen un capítulo cerrado de la historia; al contrario, se encuentran en permanente reapertura y discusión, dada la producción de nuevos estudios y el hallazgo de documentación desconocida.
La tesis de Daniel Goldhagen respecto de la responsabilidad del pueblo alemán en la matanza, la polémica entre los historiadores respecto a la interpretación de las acciones que el régimen nazi emprendió contra los judíos desde su ascenso al poder y a las circunstancias en que se decidió el asesinato masivo, las dudas en torno a la escasa atención de los Aliados a las denuncias que comenzaron a formularse en 1941 y la actitud de los cuerpos administrativos judíos en las zonas bajo dominio alemán son algunas de las cuestiones que Engel examina con el cuidado de sopesar toda la información y los datos disponibles.
Uno de los problemas más significativos está dado por la carencia de fuentes documentales que revelen de modo explícito los planes nazis respecto de los judíos y otras comunidades a las que masacraron, como los gitanos. La ausencia de huellas, sin embargo, es coherente con los mismos designios del régimen: en un memorándum de 1939, el jefe de la Policía de Seguridad recomendaba el "más estricto secreto" sobre las disposiciones a tomar con los judíos polacos. Los funcionarios de Hitler emplearon eufemismos como "solución final" o "tratamiento adecuado" para designar sus acciones; los textos que se conservan son sugerentes y a la vez imprecisos, pero esa imprecisión es constitutiva del discurso nazi, como lo fueron sus tácticas de engaño para llevar a las víctimas sin resistencia a la muerte y quebrar sus formas de solidaridad.
Aunque es claro que sin la intervención de Hitler no se hubiera desencadenado el proceso de destrucción, quedan abiertos numerosos problemas de interpretación "como, por ejemplo, si fue Hitler quien puso en marcha la maquinaria de muerte y la hizo funcionar o fueron otros elementos del régimen nazi" o "si todo fue producto de un designio maligno o el resultado del funcionamiento normal de la burocracia".
Saul Friedländer, citado en este libro, señala cierta "incomodidad" de los historiadores, ya que "queda aún una opacidad en el núcleo mismo de la comprensión y la interpretación histórica de lo que ocurrió". La concepción subyacente a la construcción de los campos de exterminio es parte principal de esa opacidad: un proyecto donde la razón, el atributo específicamente humano, concibió lo monstruoso. Lo que aturde es que, en tanto creación de seres de carne y hueso, el Holocausto "revela una manera posible (...) de existencia humana". Como advierte Engel, reconocer esa posibilidad y hacer frente a sus implicaciones puede resultar aterrador: "por esa razón, el Holocausto debe originar una crítica exhaustiva de la civilización occidental moderna".
David Engel ocupa la cátedra de Historia Judía Moderna en la Universidad de Nueva York. Su libro ofrece además mapas, una selección de documentos, un cuadro cronológico y un apartado con referencias sobre los personajes, lugares y fenómenos mencionados.
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Engel profundiza sobre Hitler.
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