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domingo,
27 de
agosto de
2006 |
Otro mundo, otras relaciones
María del Carmen Marini
"Crecimos enfermizos faltos de aire y de besos/ llena la piel de preguntas que contestaban el silencio", dice una canción de Joaquín Sabina que tiene que ver con la manera en que vivimos nuestra sexualidad. Ese silencio encubrió a los mitos, miedos y fantasías que han formado parte de nuestra manera de sentir la sexualidad de quienes somos adultos. Las negaciones, represiones e inhibiciones que rodearon el tema influyeron en el carácter negativo que lo impregnó y que este libro se propone cuestionar.
Liliana Pauluzzi se plantea una educación sexual que incorpore los estudios de género, poniendo en jaque las ideas convencionales sobre el tema. Nos dice: "La desigualdad, discriminación y violencia forman parte de la producción social de subjetividades. La legitimidad de la desigualdad, como las prácticas discriminatorias, invisibilizan la violencia que las produce, formando parte de las estrategias del poder que transforma al diferente en inferior. De esta manera se legitima un sistema que sostiene la superioridad de blancos sobre negros e indígenas, del capital respecto del trabajo, de la adultez respecto de la infancia y la ancianidad, de los hombres respecto de las mujeres".
Este libro articula la educación sexual que nos adeudamos con las problemáticas de género y sus consecuencias en las violencias padecidas y ejercidas. Violencia invisible que atraviesa los vínculos familiares por las relaciones desiguales de géneros y generaciones, en los que están naturalizados dominios y ejercicios de un poder arbitrario y despótico. La educación sexual que este libro propone es una educación para la vida e implica un compromiso con nosotros mismos (revisando mitos, miedo y fantasías) y con los demás, en función del respeto y la tolerancia.
Necesariamente esto nos llevará a cuestionarnos a nosotros mismos en lo que atañe a la educación que recibimos y también impartimos, para poner bajo la lupa el autoritarismo que padecimos, a veces padecemos y aún más, en ocasiones ejercemos y hacemos padecer a otros (hijos, alumnos, pacientes). Educación que prevaleció y aún pervive y que será necesario reconocer primero para deconstruir después. Educación impartida en base a prohibiciones, silencios y ocultamientos como estrategias del poder. Poder entre hombres y mujeres, entre adultos y niños, educadores y alumnos, gobernantes y ciudadanos.
La educación sexual que propone este libro propicia el pensamiento crítico respecto de ésta y otras cuestiones y también el logro de actitudes positivas respecto a nuestra sexualidad. Para ello, nos dice Liliana Pauluzzi, habremos de cumplir una tarea: desaprender los mandatos que como hombres y mujeres recibimos. Mandatos que oprimieron y oprimen a los hombres acatando las reglas que llevan a convencerse de que ser varón es "no ser una mujer, ni un niño, ni un homosexual".
Estos mandatos colocaron a las mujeres en esas categorías esquizofrenizantes que mencionamos, una despojada de erotismo y sensualidad, maternal y sublime. La otra, la loba comehombres.
Hay un punto particularmente relevante en esta revisión y atañe al lugar asignado a la madre. Planteando que ese lugar de abnegación -palabra reveladora-, de altruismo -ídem-, que la ha llevado a desvivirse por los suyos -analizar el sentido de la expresión: quitarse la vida-, es un lugar iatrogénico por un lado, por la idealización que supone y las cargas que asigna, y otro profundamente negador de la desconfianza y temor que inspirara el misterio de lo femenino maternal por siglos.
Liliana Pauluzzi señala que nuestra liberación como personas está atravesada por la liberación de nuestra vida íntima. Pero que esto requerirá un esfuerzo para hacer visible y consciente primero y corregir después la vivencia que tenemos de nuestra sexualidad. Vivencia que llama contaminada, pues arranca de negaciones, represiones e inhibiciones que habrá que procesar, para acceder a otro modo más libre en la búsqueda del erotismo y el aprendizaje del placer. Búsqueda y aprendizaje que sobre todo a las mujeres nos permitirá salir de esa condición de "seres entornados", tal como designa Hilda Habichayn a quienes soportamos el peso de la tradición patriarcal y falocéntrica.
Todo esto nos convoca a examinar nuestras certezas previas, desmitificando infancia, escuela y familia, pues sucederá que mientras no denunciemos a un patriarcado que sostiene relaciones arbitrarias de poder entre géneros y generaciones, mientras no reconozcamos los efectos empobrecedores del sexismo, mientras no vinculemos la vivencia negativa y contaminada respecto a lo sexual y la violencia que asume diferentes formas, pocos cambios serán posibles. Y sobre todo, mientras no examinemos que nosotros, cada uno de nosotros forma parte del universo que posibilita patriarcado, sexismo, conflictividad sexual y violencia, los cambios seguirán demorados. La interpelación de este libro es para luchar por un mundo posible con mayor goce y menos violencia.
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