El tema de la semana

El aborto en la Argentina es un tema de salud pública

Primero el caso de la joven discapacitada violada y embarazada en La Plata y, luego, el más reciente de Claudia, también disminuida y víctima de una violación en Mendoza instalaron con toda la fuerza un debate de extrema complejidad, pero esencial en las sociedades modernas: el aborto. Hasta ahora, este fenómeno ha sido estigmatizado y se hablaba de él sólo a media voz o a los gritos, en un diálogo de sordos entre grupos radicalizados.

  Por primera vez el debate se horizontalizó y llegó a grandes capas de la población, merced a dos casos que tomaron carnadura humana al conocerse directamente a los protagonistas y estar por primera vez el conjunto de la opinión pública frente a un drama con nombre y apellido. La batalla abstracta del derecho, de la moral, de la religión se siguió dando pero con el dato nuevo de que la historia tenía un rostro humano, encarnado si bien no directamente en las víctimas, sí en sus familiares.

  Luego del caso de La Plata, en el cual la familia de la discapacitada embarazada ya había aparecido, esta semana que termina irrumpió como último recurso en todos los medios del país Ana Gazzoli, la madre de Claudia, centrando el debate ya no en argumentos de principios o de interpretaciones de leyes solamente, sino en el sentido común de una madre que velaba por la salud en peligro de su hija discapacitada. Las palabras clave de la mujer fueron cuando le dijo a los medios: “Todos hablan, todos opinan, pero nadie me garantiza la vida de mi hija Claudia”.

  Ese drama personal sacó a la luz con inusual fuerza un debate dormido, al haber la madre recurrido a la Justicia y al aparato de salud pública para darle solución dentro de la ley a su tragedia. Con un ingrediente de gran importancia: Ana Gazzoli no apeló al circuito ilegal existente para acabar con el embarazo de su hija discapacitada, a fin de evitar que el violador quedara impune. Pues haber institucionalizado el caso le asegura el estudio de ADN del feto tendiente a individualizar al autor del hecho aberrante.

  Estos dos casos recientes sacaron a la luz que ante todo el aborto es en Argentina un tema de salud pública. Con una estadística que dice que hay en nuestro país un aborto por cada nacimiento, contra cifras que van de uno contra tres en Estados Unidos o de uno contra cinco en Suecia, se hace imprescindible abordar el tema y resolverlo con la mirada puesta en revertir la situación de mala salud pública que se registra en la Argentina.

  Decir que es un tema esencialmente de salud pública no es desconocer los componentes religiosos, legales y morales que el aborto tiene, pero sí es postular que la salud de la población en este tema no puede estar sujeta a hipocrecías y si las muertes alrededor del aborto, que afectan estadísticamente en mucho mayor medida a quienes tienen menos recursos, están disparadas hay que actuar en función de mejorar la situación sanitaria. Sobre esto se registran experiencias mundiales que hablan con claridad de los resultados que se obtienen en cada país de acuerdo a las políticas de educación sexual, a la penalización o no del aborto y a las políticas sociales en general.

  Una falacia que se quiere instalar es que se trata de una lucha entre abortistas y antiabortistas. Lo que hay en realidad es una disidencia irreconciliable entre quienes creen que no se puede practicar un aborto en ninguna circunstancia por razones de orden religioso, lo cual es muy respetable, y quienes sostienen, con distintas gradientes, que hay razones que hacen necesario y hasta a veces imprescindible realizar esa práctica, sin que por esto se considere de ningún modo que ella se debe fomentar.

  Lo importante es que a diferencia de lo que sucedía hasta hace muy pocos meses el tema del aborto ha entrado en la agenda de lo que importa en la Argentina. Ojalá los protagonistas del debate estén a la altura de las circunstancias y las resoluciones que se tomen sirvan realmente para salvar vidas y no para esconder la basura.