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domingo,
27 de
agosto de
2006 |
Empatía: una actitud madura
Se llama empatía a esa capacidad instintiva y natural de entrar en sintonía con una realidad ajena. Pero también a la habilidad de comprender los sentimientos y puntos de vista de los otros, llegando a identificarse con ellos. Al tratarse de una habilidad, se puede desarrollar y utilizar, o por el contrario descuidarla.
¿Qué sucede cuando en una discusión nadie está dispuesto a ver las cosas desde el otro ángulo? El resultado suelen ser dos personas distantes, dolidas, incapaces de llegar a un entendimiento, atrincheradas cada una en su manera particular de ver la vida. Defenderse de este modo ayuda a sentirse más protegido y seguro, pero a cambio se pierde la ocasión de salir de un punto de vista propio para hacerse permeable a visiones distintas.
En algunas ocasiones escuchar es más arriesgado. Implica abrir la mente, abandonar los prejuicios o las ideas que nos definen, y eso en general asusta. A veces resulta difícil ponerse en el lugar del otro porque se interpreta como un signo de debilidad. Utilizar la empatía no sólo es más audaz y conlleva una actitud más madura, sino que también permite enriquecerse a través de otros.
Cualquier persona puede desarrollar y usar la empatía. Las siguientes pautas pueden ayudar a mostrarse más abiertos a los demás:
Darse tiempo: es importante tener la disposición de querer ponerse en el lugar del otro, así como dedicar un tiempo para establecer la conexión. Se debe centrar la atención en la otra persona y observarla con atención.
Utilizar la respiración: es uno de los instrumentos más importantes. Si queremos mostrarnos empáticos es importante relajar la respiración y no contenerla.
Escuchar con atención: esto requiere la presencia de todo nuestro ser, y una disposición sincera a estar con el otro. Se trata de darle un espacio y un lugar para que pueda expresarse plenamente y sentirse comprendido.
Desechar prejuicios y críticas: la empatía implica una actitud receptiva. Se trata de escuchar o ver al otro sin que interfieran los prejuicios ni las ideas. Podemos abrir la mente para procurar entender su punto de vista, aunque el nuestro sea distinto.
Atender a los sentimientos: somos empáticos cuando vibramos con el sentimiento de la otra persona, cuando intentamos imaginarnos cómo se puede sentir.
No interferir: a veces tendemos a dar consejos o a minimizar la situación. La empatía implica acompañar en el sentimiento, estar presente.
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