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 domingo, 27 de agosto de 2006  
El Don Juan: amores cotidianos

Hablar de Don Juan apelando al lenguaje común, es referirse al hombre mujeriego, pagado de sí mismo, conquistador empedernido e incapaz de establecer una relación comprometida. Sus orígenes se remontan a Tirso de Molina (1584-1648), con el "El burlador de Sevilla".

En él, entre otras andanzas, cuenta que Don Juan mata al comendador de esa ciudad cuando éste quiere vengar el honor de su hija. Luego, en el curso de una cena, en una de sus tantas fanfarronadas, invita al espíritu del asesinado a que se presente ya que no teme su venganza. Supuestamente aparece en la fiesta, pero, no es más que una estatua erigida en homenaje al comendador de Sevilla: es el famoso "convidado de piedra" que termina enviando al personaje a los infiernos.

Dentro de la lengua española hay otro autor, José Zorrilla, quien retoma esta obra, aunque termina redimiendo a Don Juan al esposarlo con su verdadero amor, Doña Inés.

La superación de la culpa y consiguiente eliminación del castigo se inicia con otro romántico, Lord Byron. En este, el personaje es objeto de la pasión de las mujeres que encuentra en su camino aventurero y a las que seduce con su figura esbelta de adolescente casi angelical.

El personaje del Don Juan es un "caballero" apuesto y cortesano, que encubre sus perfidias con refinada elegancia aristocrática y rinde religioso culto al honor (palabra que no se le cae de la boca), siempre que se trate del propio, ya que pisotear el ajeno es una de sus glorias.

Personajes narcisistas, enamoradizos e inescrupulosos, amados y envidiados tanto como odiados; todo vale a la hora de conquistar a una mujer. Sus orígenes literarios y una miradadesde la psicología permitirán comprender mejor a estos seres seductores pero temibles, a los que se les puede asignar aquella frase de Oscar Wilde: "Siempre terminan destruyendo lo que aman".

Según Foucault "las dos grandes sistemas de reglas que Occidente ha concebido para regir el sexo -la ley de la alianza y el orden de los deseos- son destruidos por la existencia de Don Juan".

Generalmente, en el imaginario colectivo, ser un Don Juan significa tener más aptitudes para la sexualidad. El mérito mayor, si es que lo tiene, es su facilidad para halagar la sensibilidad femenina.

En este sentido son personajes camaleónicos y perciben muy rápido los gustos, debilidades, preferencias y carencias de la mujer, y con esos datos manejan la relación. Incluso, frente al mundo varonil, también seducen a sus compañeros desde su virilidad, contándole sus hazañas y presentando sus nuevas conquistas.

Su obsesión amatoria se convierte en un fin en sí misma, y todo su orgullo se cifra en conseguir las mujeres, en incluirlas en la "lista" y en seguir buscándolas. En la publicidad de Axe, difundida en estos días en televisión, los personajes suman en un dispositivo, con el único fin de la competencia, la cantidad de chicas que, por una u otra razón, "mueren" por ellos.

Don Juan, mito eterno, ha venido a convertirse, cualesquiera que sean sus grados, en símbolo viviente de la seducción amorosa masculina, del conquistador irresistible, del hombre audaz y disoluto que convierte el placer en fin de todas sus acciones. De aquí su condición de "burlador", es decir, de hombre que busca a la mujer para la satisfacción egoísta de su goce, y escapa a todo vínculo. Van por la vida en busca de conquistas, orgullosos de "nunca haberse entregado" o, como decía Borges, "de no haber caído en sentimentalismos".

Ver al otro como un sujeto que desea y siente es su incapacidad. Tomar al otro como objeto para ser desechado es su costumbre. Enamorarse del otro ¿será su destino final?

Carina Cabo de Donnet

Profesora en filosofía y psicología

www.carinacabo.com.ar
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