Frutos secos: ¿por qué son sanos?

Detrás de su pequeño tamaño y de su discreta apariencia, los frutos secos, consumidos con moderación, constituyen una fuente excepcional de nutrientes esenciales. Después de los aceites vegetales, los frutos secos ocupan el segundo lugar en la lista de alimentos con más calorías, rondando las 600 por cada 100 gramos debido a su contenido en grasas.

Son ricos en minerales y vitaminas; excelente fuente de magnesio, hierro, calcio y zinc, elementos que suelen escasear en las dietas. Entre las vitaminas se destaca la presencia de vitamina E en algunos frutos secos como girasol, almendra, avellana y nuez que tiene efecto antioxidante y protege las arterias.

Su consumo, beneficia por lo general a todos, salvo contraindicaciones, pero en particular son idóneos para los que tienen necesidades nutricionales elevadas como niños, adolescentes, embarazadas, lactantes y personas con mucha actividad física. Algunos especialistas aconsejan no introducirlos hasta los 7 años para evitar problemas digestivos.

Los frutos secos protegen al organismo de la acción de los radicales libres, disminuyendo su efecto tóxico. Investigadores noruegos y estadounidenses, tras analizar todas las variedades, señalaron que las nueces son las más ricas en antioxidantes y que, por lo tanto, pueden prevenir algunas dolencias cardiovasculares. No contienen colesterol (sólo se halla en alimentos de origen animal). Por el contrario, contienen esteroles vegetales o fitoesteroles, que reducen el grado de absorción del colesterol.

Los límites de consumo los impone su contenido en grasas y su elevado aporte energético. Teniendo en cuenta estos factores, se considera que las raciones deben situarse entre los 25 y 30 gramos, no tomando más de una ración por día, hasta tres veces por semana. También proporcionan muchos nutrientes de alto valor biológico. Aportan cantidades importantes de proteínas y de hierro, dos de los nutrientes propios de la carne y el pescado.