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 domingo, 20 de agosto de 2006  
Básquet: Argentina arrancó el Mundial con un triunfo

El seleccionado argentino venció ayer a su par de Francia por 80 a 70 en su debut en el grupo A del Mundial de Japón y demostró que la mística ganadora sigue intacta. El equipo dirigido por Sergio Hernández (que a las 4 de hoy enfrentaba a Líbano y mañana a la 1 a Serbia) contó como símbolo de esa esencia con otra descomunal tarea de su máxima figura, Emanuel Ginóbili, goleador del encuentro con 25 puntos.

Pero a la actuación de Manu se le sumó un elemento clave para controlar a un equipo francés aguerrido y muy atlético: la eficacia defensiva. Jugando por los puntos, esta Argentina de Hernández volvió a parecerse en mucho a aquella que condujera su antecesor, el cordobés Rubén Magnano.

Una afinada conducción de Juan Ignacio Sánchez, el pundonor de Andrés Nocioni y la efectividad bajo los tableros de Luis Scola y Fabricio Oberto para ganar rebotes ante rivales de mayor talla, terminaron de darle el tono exacto a esta orquesta de basquetbolistas que vuelven a hacer soñar.

Es cierto que Francia perdió mucho con la ausencia del base Tony Parker, quien se fracturó el índice de la mano derecha y quedó al margen del torneo.

Sin Parker, seguramente la blue no podrá escribir sus mejores páginas en el Mundial, pero también es verdad que Argentina preparó el partido como si él fuera a jugar y el funcionamiento se mantuvo aceitado de principio a fin.

Contra la personal y sobre el final del último cuarto con el pressing, Argentina supo hacer control de pelota y casi no registró pérdidas cuando a sus bases (Sánchez y Pablo Prigioni, que terminaron juntos en cancha) les doblaron la marca.

Y la defensa, nuevamente hay que darle la bienvenida a ella, porque es la que gana partidos. La Oveja Hernández estaba buscando bajarle los 80 puntos a los rivales y no podía conseguirlo, pero esta vez lo logró.

Claro que en esto también tuvo que ver la actitud, esa que le permitió a varios jugadores superar los efectos devastadores que sobre sus físicos había operado la vacuna contra la fiebre amarilla.

Por eso y porque ya se sabe el valor intrínseco que supone empezar ganando un Mundial, la inyección anímica que representa una victoria ante un rival a priori de los más complicados, es que este triunfo vale tanto.

Si Argentina se mantiene en la ruta como en la largada, el futuro puede presumirse nuevamente auspicioso. Además, esta generación dorada ya dio muestras de lo que es capaz y el hambre sigue allí, tan cerca que es imposible no imaginar que el 3 de septiembre no esté sentada en la mesa de la final, buscándose devorarse el último plato. El más sabroso.

El que seguramente se va a ganar con la sangre que bien caracteriza a los argentinos, el sudor de sus esforzados integrantes y las lágrimas, esas reservadas para la emoción de abrazarse otra vez con la gloria. Un reencuentro que Manu y compañía hace rato están soñando.
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Manu fue el goleador del partido.

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