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 miércoles, 03 de mayo de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-Claro que, notoriamente, hubo otros momentos del país en que muchos argentinos miraron hacia otro lado. Y justo es decir que muchos de los que hoy dan vuelta convertidos en grandes líderes políticos a su hora también guardaron prudente silencio. Después dieron cátedra de democracia en los palcos del país.

-¿De qué habla, Candi?

-Concretamente de muchos que, por ejemplo, durante el mundial argentino de 1978 gritaban los goles de la selección mientras algunos inocentes eran detenidos, torturados o asesinados. Dejo bien claro que hablo de los pobres inocentes, porque aquellos que empuñaron un arma para hacer volar por el aire a otros inocentes en el nombre de la libertad, bueno... no los juzgo, pero no merecen mi honra. Nadie que en el nombre de cualquier cosa, por importante que parezca, quite la vida a otro ser puede ser honrado. Justifico, claro, el caso de los próceres que, en una guerra abierta y declarada, sin poner en riesgo la vida de civiles, lucharon por un objetivo supremo. Aunque particularmente, nada que huela a guerra y destrucción de la vida es de mi gusto, aun cuando se trate de causas "sublimes". Es un tema profundo y complejo para tratar, pero es bueno recordar la resistencia pasiva de Ghandi a través de la cual se lograron los mismos resultados de liberación, pero sin el uso de las armas. ¿Muchos hindúes fueron sacrificados? Claro que sí. ¿Pero en qué lucha armada por la liberación no se perdieron vidas? Hay una carta muy profunda, muy hermosa que Tolstoi le envía a Ghandi. Uno de estos días hemos de reproducir una parte de ella en la que el genial escritor reivindica el principio del amor que usaba el abogado hindú para lograr la liberación de su país.

-Pero no nos vayamos por las ramas.

-No, es cierto. Volviendo a la cuestión que empezamos en cierto modo ayer, digamos que si bien el liderazgo argentino es responsable de muchas cosas, también una buena parte de esta sociedad lo ha permitido y lo sigue permitiendo. Uno de los males argentinos es culpar a los gobiernos de los problemas que afectan al ser humano.

-¿Por qué lo califica como un mal?

-Porque uno puede culpar a un gobierno una vez por hechos puntuales, pero cuando la culpa recae sistemáticamente y de forma permanente sobre todos los gobiernos, esto quiere decir que se elige mal por desinformación o por inocencia. ¿Pero hasta cuándo el ciudadano puede darse el lujo de estar desinformado o de ser inocente?

-¿Hasta cuándo?

-A mí me parece que si en más de 20 años de democracia, aún hay no sólo dificultades, sino profundización de las mismas, esto marca que no sólo hay gobiernos inescrupulosos, sino una buena cantidad de ciudadanos que, por acción u omisión, los permiten.

-Es que casi siempre la corporación es muy hábil para persuadir conciencias y hacer aparecer como oro lo que es lata dorada.

-¿Pero esta suerte de estafa puede producirse una y otra vez? ¿El árbol da frutos malos y nadie lo advierte?

-Eso parece.

-Festejamos obras para la postal, para la fotografía, para el paseo. ¿Y lo que no se ve, pero duele? Esa gran obra que es pavimentar el "otro camino" para que la esperanza no ande a los saltos y la paz interior no sea un horizonte lejano, ¿esa obra para cuándo?

-Es decir, no sólo los gobernantes son responsables.

-Como lo hemos sostenido muchas veces aquí hay, de hecho, un responsable "magno" que es el alto círculo de grandes empresarios que se han convertido en inmensos operadores económicos y orientadores no sólo de la economía, sino del destino de muchos seres humanos. Un destino que pudiendo ser hermoso fue convertido en ominoso. Esto me hace acordar a la tragedia de los aborígenes argentinos, en este caso que recuerdo hoy de los Comechingones, exterminados por la sed de riquezas del conquistador español. Muchos se arrojaron al vacío en Ongamira junto a sus familias antes que seguir viviendo de forma tan humillante. ¿Cuántos argentinos hoy, mi querido amigo, viven en el vacío de la soledad y la desesperanza y al fin se estrellan contra el piso de la pena y la pobreza?

Candi II
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