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 domingo, 26 de marzo de 2006  
La pesadilla del ex policía que estuvo en el lugar equivocado
Héctor Báez llevó como remisero a los autores del sangriento robo en la mutual de Santa Isabel. Estuvo 37 días preso, aunque no encontraron pruebas en su contra

Al policía jubilado Héctor Báez no sólo lo atormentan los 37 días que estuvo preso en el penal de Melincué, acusado de haber participado del robo a la mutual de Santa Isabel en el que murió un sargento de esa localidad. Los días de encierro traumaron a Báez tanto como la sensación de haber sido colocado, por sus propios colegas, al otro lado de la línea que separa lo permitido de lo prohibido. Que lo confundieran con un delincuente, dice con lágrimas en los ojos, es algo que no puede superar: "La policía me juzgó de antemano. Me verduguearon, me humillaron, me arruinaron la vida. Esto para mí fue una pesadilla".

Báez tiene 48 años y está jubilado de la policía rosarina desde hace diez, cuando un pico de presión lo alejó de las filas del Comando Radioeléctrico. Llevaba trece años en la fuerza de la cual se retiró como cabo primero. Padre de cinco hijos, sostiene un hogar modesto de barrio Ludueña. Hasta el 14 de febrero pasado manejaba como remisero trucho su Ford Escort gris. Ese día dos jóvenes lo fueron a buscar para pedirle que los trasladara hasta Santa Isabel. Al llegar, robaron 16 mil pesos de la mutual y fulminaron de cinco balazos a un sargento que intentó detenerlos.

Al verse envuelto en el golpe, según cuenta Báez, él mismo fue a la comisaría local a revelar que había trasladado a los delincuentes, aunque sin conocer sus planes. En ese momento quedó sospechado de ser un integrante más de la banda. Le abrieron una causa penal y estuvo más de un mes detenido junto a presos comunes, pese a ser un ex uniformado.

La semana pasada el juez de Instrucción de Venado Tuerto, Hugo Perassi, le dictó la falta de mérito en la causa luego de no encontrar pruebas en su contra. Según sus abogados, Adrián Ruiz y Marcelo Aguiar, el juez asentó en su resolución que Báez estuvo "en el lugar equivocado y en el momento equivocado". En el hecho siguen imputados un menor de 15 años, un joven de 18 apodado Cordobés y un hombre de 36 apresado en Chabás.

Ya en libertad, Báez intenta empezar de nuevo, aunque se siente un hombre distinto del que era antes de estar preso: dice que adelgazó diez kilos, tuvo complicaciones en su salud y está afectado psicológicamente. Al contar su historia se quiebra en llanto, mientras revela que de noche no puede dormir o se despierta sintiendo que está otra vez en una celda. Y está seguro de que no volverá a trabajar como remisero.

El viaje que selló la suerte del ex policía comenzó una mañana de febrero. A las 7.30 del martes 14 lo despertó un golpe en la ventana de su dormitorio. Eran dos muchachos y una chica, con una nena en sus brazos, que le propusieron hacer un viaje de larga distancia. "Queremos ir a Santa Isabel. Son 180 kilómetros", dijo uno de ellos. Báez creyó reconocer a la chica, a quien había trasladado en otras oportunidades. Antes de tomar el viaje aclaró que les saldría un peso el kilómetro. "No hay problema porque queremos cobrar una plata. La plata está", respondieron, según contó, los pasajeros.

Al remisero apenas le quedó tiempo para lavarse la cara. El más grande de los pasajeros se sentó a su lado, el más jovencito se acomodó atrás y la chica se despidió de ellos con un beso. El auto tomó por la ruta 33 hasta Firmat y el joven que iba adelante lo fue guiando para llegar hasta Santa Isabel mientras que el adolescente, en cambio, durmió durante todo el trayecto.

"El más grande algo conversó. Me dijo que trabajaba en un taller y que quería ser abogado para defender a la gente injustamente detenida", recordó Báez. No lo sabía entonces, pero el comentario parecía anticipar la situación en la que él mismo se vería envuelto horas más tarde. Durante el viaje, Báez no advirtió que sus clientes llevaran armas.


Atraco fatal
Al llegar a Santa Isabel, 185 kilómetros al sudoeste de Rosario, el Ford Escort estacionó frente a la Asociación Mutual Club General Belgrano y los pasajeros bajaron con decisión. El chofer se quedó en el auto "distraído, viendo unos nenes que jugaban en la vereda". Enseguida vio por el espejo retrovisor que se acercaba un patrullero del que bajó un policía, justo en el momento en que los dos muchachos salían corriendo de la mutual.

El tiroteo se desató en el acto. Agachado junto al móvil, el sargento primero Ramón Contreras, de 52 años, recibió cinco disparos: tres le dieron en la espalda y uno en la boca. Los dos jóvenes acababan de robar 7 mil pesos y 3 mil dólares tras controlar a tres empleados y a tres personas del público. El sargento llegó al lugar ante un llamado del subgerente, que advirtió el robo desde su oficina y avisó a la policía.

En medio de la balacera, Héctor Báez puso en marcha el remís. "No sé si puse tercera o me abataté -contó-, pero ellos me ganaron de mano. El más grande se subió al asiento del acompañante, me puso un arma y me dijo «pará o te mato a vos también»". Dos cuadras más adelante, los maleantes le hicieron aminorar la marcha al pasar frente a la comisaría. Luego le pidieron que acelerara hasta llegar a dos cuadras de la ruta, donde cambiaron de vehículo.

"Subí a la ruta y giré en U dos veces porque no sabía qué hacer. Hasta que decidí ir a la comisaría porque no soy ningún delincuente", asegura Báez. Al llegar, según cuenta, el jefe de la seccional le dijo: "Vení, negro, ponete un chaleco antibalas y vamos a buscarlos". Tras recorrer la ciudad sin hallar a los ladrones, lo interrogaron para saber quiénes eran. "Tengo una villa atrás de mi casa, ellos vinieron a buscarme, no sé dónde viven", respondió Báez a sus ex colegas.

El remisero estuvo unos días en una celda individual del penal de Melincué hasta que lo trasladaron junto a presos comunes que, si bien no lo maltrataron, decían que no querían a un "cobani" entre ellos. Pero el "verdugueo", afirma, lo padecía de sus propios pares: "Yo les decía que era tan víctima como el policía que mataron, pero no me creían. Los días no se me pasaban nunca. Y como se cometen tantas injusticias, mi miedo era que me dieran la preventiva. Pero yo no tenía nada que ocultar y ahora siento que realmente se hizo justicia".
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"La policía me verdugueó", se quejó el ex cabo.

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"Me juzgaron de antemano"



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