Murió el autor de exitos de la pantalla como "Rolando Rivas, taxista".

Alberto Migré elevó a la telenovela al rango de clásico de la cultura pop

El libretista, que falleció mientras dormía, no quería flores, velorios ni un entierro pomposo

La muerte del libretista Alberto Migré, a los 72 años, ocurrida ayer a la madrugada en su hogar mientras dormía, cierra una etapa importantísima y a veces menospreciada del espectáculo argentino, del que era el último ejemplar vivo de una tríada famosa que comenzó en la radio y siguió en TV, integrada también por Nené Cascallar y Abel Santa Cruz.

Migré había nacido en setiembre de 1933, fue bautizado con el nombre de Felipe Alberto Milletari y entró en el ámbito de la radio con el propósito de algún día transformarse en actor, pero -él mismo lo reconocía- su voz no era lo que se esperaba ante un micrófono.

Cumplió tareas menores y la suerte lo empujó a escribir algún capítulo del programa "Teatro infantil Juancho" por enfermedad del titular, hasta que actuó como sonidista en el radioteatro que, en los 40, protagonizaban Chela Ruiz y Horacio Delfino.

Recomendado por la actriz pasó de sonidista a autor de recordados programas como "Revista juvenil argentina" (1948) y, ya consagrado, ingresó en la pantalla chica con otros como "Silvia muere mañana" y "Su comedia favorita".

En 1972 comenzó su época de oro con las tiras "Rolando Rivas, taxista", con Claudio García Satur y Soledad Silveyra; "Pobre diabla", con Solita y Arnaldo André; y "Piel naranja", con André y Marilina Ross como parejas principales.

Dentro de una lista enorme se recuerdan "Pablo en nuestra piel", con Arturo Puig y María Valenzuela, pareja que se repitió en "Un hombre como vos", ya con la pantalla en colores, "Una voz en el teléfono" y "Leandro Leiva, un soñador".

Pese a su intensa labor en radio y TV, aquí y en el exterior, Migré tuvo una única incursión como guionista cinematográfico en 1974, cuando llevó a la pantalla grande su sensacional éxito "Rolando Rivas, taxista".

Curiosamente, los finales de la década de los "90 fueron crueles con él porque la TV local lo olvidó por completo y cambió sus formas de escribir sus ficciones, lo que lo enojaba mucho. En 2001 volvió al radioteatro semanal con "Permiso para imaginar", que luego pasó a otra radio.

Como prolífico autor fue militante de los derechos de los libretistas y, como presidente de Argentores -que lo era al momento de morir- buscaba reivindicar esa tarea, generalmente bastardeada por canales de TV y productores.

No dejaba de evocar como un privilegio la época en que cuando un espectador escuchaba una novela reconocía en los libros la mano de Abel Santa Cruz, Nené Cascallar, Alma Bressán o él mismo; épocas en que se podía descubrir al autor cuando el actor hablaba.

Autor de más de 700 títulos, dijo: "La televisión actual no es para mí, ya no es la que a mí me enseñaron: yo aprendí que el autor era la base sobre la cual se empezaba a edificar todo el proyecto. Ahora, el autor perdió importancia y fue reemplazado por un equipo de escritores a cargo de un coordinador".

Cuando lo sorprendió la muerte pugnaba por la reivindicación de autores nacionales que muchas veces ven su identidad escamoteada en los teatros comerciales, cuyos productores prefieren otorgar todo el lustre a capocómicos y vedetes antes que a los escribas.

Con Migré se fue un hombre que ya no era imprescindible para el medio electrónico, pero que será extrañado por los múltiples amigos a los que sabía seducir en las tertulias, cuando sacaba a relucir toda su sabiduría de mundo y su sensibilidad.

En coincidencia con la desaparición de Migré, Canal 7 pondrá hoy en el aire "Afectos especiales" (a las 21), con la conducción de Víctor Laplace, que el escritor grabó recientemente y en el que fue agasajado por numerosos actores de su cosecha.

La señal Volver emitirá un maratón de programas alusivos mañana, desde las 17: "Volverte a ver", con Migré entrevistado por Eduardo de la Puente, fragmentos de "Piel naranja" y el primer capítulo de "Rolando Rivas, taxista".

Alberto Migré nunca se acostumbró a las nuevas formas de trabajo en la TV y, pese al boom tecnológico, siguió fiel a su Olivetti.