|
sábado,
11 de
marzo de
2006 |
La sociedad de
la irresponsabilidad
A los argentinos nos sorprende cuando algún funcionario asiático se suicida por ser acusado de corrupción. Muy lejos estamos también de comprender cómo un compromiso moral o religioso puede arrastrar a un ser humano a ofrecer su vida. Estamos en la sociedad del "todo vale", de los desmemoriados, de los hipócritas. Si el ser humano es el único animal que choca varias veces contra la misma dificultad, en los argentinos esta regla es irrefutable. Basta pensar en las consecuencias casi nulas de los hechos de diciembre de 2001. ¿Cómo puede ser que nadie sea responsable del incendio en una disco o de la fuga de un preso de una comisaría? Ni pensar en algo mucho más intangible como un fraude al Estado. Los argentinos necesitamos actos de desprendimiento de nuestros dirigentes. ¿A cuántos nos gustaría una renuncia en la que se exprese que tal o cual hecho estuvo bajo su responsabilidad, a pesar de no haber tenido la culpa? El Estado argentino sigue albergando a una gran cantidad de inoperantes que viven del erario público y de las dádivas de los privados. Son pocos los funcionarios públicos que al culminar sus gestiones vuelven a reinsertarse en la actividad privada. A aquellos que estén dispuestos a dar paso a los políticos de vocación, no les pedimos que se inmolen, pero sí que dejen de vivir de la política abriendo los partidos a las nuevas generaciones.
Federico G. Luchtenberg
[email protected]
enviar nota por e-mail
|
|
|