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domingo,
05 de
marzo de
2006 |
El viaje del lector: el país de Juan Pablo II
Nunca pensé que conocería Polonia, país donde nació mi padre. Gracias a una invitación de mi tío Adam y de mi primo Mietek, partí en avión desde Ezeiza a Milán. Al despegar de Milán pude apreciar los picos nevados de los Alpes y luego de dos horas de vuelo arribé al aeropuerto de Varsovia. Desde allí en auto, me dirigí a Podkarpackie, la tierra natal de mis ancestros. El camino es de sierras y bosques donde habitan ciervos. Llegué luego de mas de treinta horas de viaje, apenas comenzado el verano en Europa.
A los pocos días visité Cracovia, la antigua capital de Polonia, donde el papa Juan Pablo II, fue su arzobispo. Conocí el castillo real de Wawel a orillas del río Vistula, la catedral en cuyo interior reposan los restos de los últimos reyes polacos.
En el casco viejo de la ciudad disfruté de un paseo en un carruaje tirado por caballos, la plaza del mercado donde se pueden adquirir souvenirs y transité por calles donde circulan tranvías de dos coches y ómnibus con fuelle.
Ya en Czestochowa estuve en el Santuario de la Virgen patrona de Polonia, conocida como la Virgen Negra. El mismo está en el Monasterio de los Padres Paulinos. Pude subir a la torre de la Basílica donde se puede visualizar toda la ciudad. Esperando ingresar al Museo, pude ver procesiones y gran cantidad de fieles, procedentes de diversas partes del mundo.
En autobús se llega a Zakopane, zona de montañas conocido por los Tatras, donde se encuentra el tramo más hermoso de la cordillera de los Cárpatos, importante zona turística.
Zona peatonal
Me alojé en una pensión ya que los hoteles estaban colmados de turistas. Desde la ventana de mi habitación podía divisar esa impresionante cadena montañosa que cuando se atraviesa permite cruzar la frontera a Eslovaquia. Recorriendo la zona peatonal se encuentran cafés, restaurantes, hoteles y tiendas de recuerdos, donde adquirí un bastón de madera similar al que usan los montañeses, además de degustar sabrosísimos quesos de oveja ahumado, los más exquisitos.
El momento más impactante lo viví al descender en la estación de Oswiecim, más conocido como Auschwitz, nombre impuesto durante la Segunda Guerra Mundial por los alemanes que invadieron el país. Conocí el ex campo de concentración hoy convertido en museo. Ingresé por la puerta principal donde hay un cartel que reza "El trabajo hace libres" transité por los pabellones donde alojaban a los prisioneros y que aún conservan objetos personales, ropa y enseres. En la recorrida estuve en lugares que prefiero no describir. En un momento, dado el calor reinante, me senté a descansar debajo de un viejo árbol y recordé a mi tío Wojtek y la señora Ludmila, que actualmente reside en Rosario, quienes estuvieron en el lugar y sobrevivieron al Holocausto.
En ómnibus, minibus y en auto visité las ciudades de Rzeszow, Jaroslaw donde mi padre cumplió con su servicio militar; Lancut, Lezajsk, Kolbuszowa, Przemysl, y muchas más donde visité lagos, castillos, museos iglesias, basílicas y monasterios.
Luego del largo periplo regresé a la casa paterna, situada en el sur del país, donde disfruté del clima y largas caminatas por los bosques. Una mañana, mientras esperaba que mi tío terminara de ordeñar una de sus vacas, la que me proporcionaba una natural y sabrosa leche, descubrí en el alero del establo a las golondrinas que estaban anidando y que próximamente se aprestarían a emigrar. Me regocijé con la visita vespertina de las cigüeñas, y el simpático sonido que emitían con sus grandes picos, ritual que cumplían día a día durante los dos meses que disfruté del hermoso verano europeo.
Susana Lucrecia Dul
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Fotos
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En la peatonal hay cafés, restaurantes y tiendas de recuerdos.
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