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 domingo, 05 de marzo de 2006  
España: arde Valencia
Empezaron las Fallas, monumental fiesta de fuego, pólvora y colorido, que arropa la costa mediterránea

Aurelio Alvarez

Comenzó la cuenta regresiva en esta ciudad mediterránea para cumplir con una antigua celebración que ocupa actualmente un merecido lugar de privilegio en el ranking de festejos populares del mundo. Las Fallas convocan a españoles y extranjeros para, después de intensos días de colorido y estruendos por cielo, tierra y mar, asistir a la quema de espectaculares monumentos artísticos, con corazón de madera y cartón pintado. Pues dicho está, nos encontramos en Valencia y esto sí que es una fiesta.

El programa de actos oficiales comenzó el domingo pasado en las Torres de Serranos, unas de las antiguas puertas de ingreso a la urbe, con la Cridá ("llamada"), invitando al mundo fallero, vecinos y turistas -se calcula que este año pasarán el millón- a participar con el alma y el cuerpo de esta tradición.

Su origen se remonta al siglo XVI, cuando los carpinteros de la ciudad, en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban en las calles y plazas públicas trastos deteriorados junto con los artefactos de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en invierno. Algunos autores corrigen esta versión, diciendo que todo empieza en ritos paganos que tenían una finalidad purificadora y destructora de las fuerzas del mal. Una limpieza no solamente física, calcinando todo aquello que ya no sirve, por viejo o por roto, sino también una purificación interior del alma, donde todo lo malo sea quemado en esa hoguera de fuego solar que es la falla, y que prepara para recibir la nueva energía que irradia en el equinoccio de la primavera boreal.


Festival para los cinco sentidos
Como cada primero de marzo, la plaza del Ayuntamiento, a las dos de la tarde, congrega a miles de propios y extraños para asistir a las mascletás, espectáculo de bombas de estruendo que sacuden los cimientos y ponen infernal ruido en las alturas, todo condimentado con un olor a pólvora que exacerba el ánimo de júbilo general. Hasta el 19, a la misma hora, las detonaciones se realizan escrupulosa y diariamente.

Algo similar sucede por la noche con los castillos (exhibición de más de 25 minutos de duración) de fuegos artificiales, que suben los decibeles fiesteros, impregnando de luz y color el paseo de la Alameda.

Tanto en las mascletás como en los castillos, los magos de estos shows urbanos son maestros pirotécnicos considerados como de los mejores del planeta, que cada año extraen nuevos "conejos" de su galera artificiera.

El calendario fallero suma otras atrayentes actividades, como las cabalgatas (desfiles) que ponen su sello de espectáculo y color en la noche valenciana, caracterizada de humor satírico e ingenioso, con verbenas, bandas de música, teatro callejero, así como las despertás, ruidosas recorridas de grupos falleros por los barrios, despertando a los vecinos luego de una breve pausa para el descanso nocturno, con la reposición de fuerzas mediante chocolate caliente y bunyols (sabrosos buñuelos de calabaza).

La ciudad luce iluminación decorativa en todos sus rincones y son más de cien mil los valencianos que han preparado durante todo el año cada detalle para que la alegría esté asegurada. Durante el día el dinamismo no declina. Música y petardos, olor a pólvora y de flores, color y arte en trajes y monumentos, el sabor de la paella y la horchata (bebida refrescante de una hortaliza, la chufa), sensaciones únicas que cada uno vive de manera diferente.

Este año son setecientos, aproximadamente, los monumentos falleros que se plantarán en el ejido urbano, a los que se clasifica en secciones. Para el ojo del recién llegado, destacan tanto aquellos que compiten por los premios de la Sección Especial como el que queda emplazado en la plaza del Ayuntamiento, este último fuera de concurso.

Cada monumento, integrado por ninots (figuras o muñecos), alude a un tema en particular, que puede ser una aguda crítica política, social y hasta religiosa. Aunque este año, y por la llamada crisis de las caricaturas, algunos artistas han preferido retirar elementos que podrían ser interpretados como provocativos para los fieles musulmanes.

Como sea, los artistas realizan su trabajo con ingenio y gracia. Verdaderas obras de arte en las que escultores, pintores, guionistas y constructores ponen lo mejor de sí con estilos diversos, de tendencia clásica o vanguardista, con formas estilizadas o voluminosas, que no dejan indiferente al espectador.

Valencia se convierte así en un inmenso museo en el que las obras están expuestas únicamente cuatro días (del 15 al 19 de marzo) y resulta casi imposible contemplarlas en su totalidad. Un museo único en el mundo nacido para ser destruido tras haber cumplido su misión.

Este año, el sábado 18 se realizará durante todo el día la ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados, patrona de la ciudad. Grupos representativos de los casales -asociaciones falleras- de Valencia y cercanías, con sus falleras mayores (reinas, por decirlo de algún modo) a la cabeza, entregan miles de ramos de flores con los cuales se construye una imagen de la venerada, cuyo soporte estructural alcanza grandes dimensiones, ubicado en la plaza y frente a la basílica que llevan el nombre de la Virgen.

La noche del día de San José, el 19 de marzo, todo concluye. Cesa la música y los últimos petardos advierten el último capítulo del festejo: la Cremá (quema). El último monumento en arder es el del Ayuntamiento. El resto, todos son pasto de las llamas al mismo tiempo, bajo la atenta vigilancia de bomberos, que refrescan con el chorro de sus mangueras la fachada de los edificios más cercanos.

Valencia entrega a las llamas todo un año de ilusiones y esfuerzos, a la vez que se purifica. Los falleros contemplan el fuego que devora las obras de arte que nacieron para ese fin. Los visitantes viven una extraña sensación en la que se mezcla la fascinación por el fuego y el final de una duda: por qué se queman las fallas.

El fallero ya piensa en las fallas del año que viene; el visitante, en regresar.
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Durante las fallas se queman monumentos artísticos de madera y cartón pintado.

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